La Berlinale entregó su Oso de Oro a Fuocoammare, el desgarrador filme del italiano Gianfranco Rosi sobre el drama de los refugiados que día a día arriesgan su vida por alcanzar la isla de Lampedusa, hecho a medida de un festival que cumplió con creces su mandato de respaldar el cine político.
La tragedia de un Mediterráneo convertido en una inmensa tumba -"la mayor catástrofe desde el Holocausto", en palabras de Rosi- obtuvo la máxima distinción, mientras que el resto del palmarés se salpicó de mensajes de alerta a otros conflictos del presente, en los Balcanes o el Magreb.
"Smrt u Sarajevu" ("Death in Sarajevo"), del bosnio Danis Tanovic y sobre las heridas abiertas en esa parte de Europa, obtuvo el Premio Especial del Jurado, mientras que la tunecina "Hedi" logró el de la mejor ópera prima y el Oso de Plata a su actor, Majd Mastoura, con un personaje arrancado de la transformación iniciada con la primavera árabe.
El jurado presidido por la actriz estadounidense Meryl Streep se ciñó así a las reglas del juego de la Berlinale, cuya selección de 18 aspirantes estuvo consagrada, con muy pocas excepciones, a diseñar un mapa geopolítico de los conflictos del presente o sus raíces.
La crisis migratoria es tema dominante, dentro y fuera del marco del festival de la capital de Alemania, país que recibió en 2015 1,1 millones de refugiados, con los problemas logísticos y tensiones políticas que ello ha acarreado a la canciller Angela Merkel.
"Fuocoammare" es un grito de alerta, desde la situación de una isla de 20 kilómetros cuadrados a la que llegaron, vivos o muertos, hombres, mujeres y niños, 400.000 refugiados en los últimos años. Rosi, quien hizo subir al escenario al médico de la isla en que basa su relato, Pietro Bartolo, triunfó con una película que combina la parte documental y la ficción.
Era la clara favorita y obtuvo, además del Oro, varios premios de los jurados independientes -de Amnistía Internacional y el de los lectores del diario "Berliner Morgenpost", entre otros-.
No fue una sorpresa tampoco el Especial del Jurado a Tanovic, cuyo filme convierte el Hotel Europa de la capital bosnia en un microcosmos del hervidero balcánico, en plenos preparativos para el centenario del atentado contra Francisco Fernando de Austria, el 28 de junio de 1914, desencadenante histórico de la I Guerra Mundial.
Su retrato del conflicto aún vigente en esa parte de Europa ganó además el premio de la crítica internacional FIPRESCI y era el regreso de Tanovic a un festival donde en 2013 obtuvo ya el Especial del Jurado y un Oso de Plata para el actor Nazif Mujic con "La mujer del chatarrero.
La Plata a la mejor actriz fue para la danesa Trine Dyrholm por "Kollektivet" (The Commune), una nostálgica visión de la utopía libertaria de los setenta. Es además un tributo indirecto a su director, Thomas Vinterberg, representante de una cinematografía, la escandinava, mimada por el festival.
El Oso de Plata a la directora de "L'avenir", Mia Hansen-Løve, fue, a la inversa, una forma de premiar a su actriz, Isabelle Huppert, en el papel de una mujer que, desengañada de su marido entra otras cosas, buscar respuestas refugiándose en lo interior.
A destacar asimismo el Premio Alfred Bauer, en memoria del fundador del festival, a la filipina "Hele Sa Hiwagang Hapis", ("A Lullaby to the Sorrowful Mystery"), un galardón que reconoce el coraje cinematográfico de este bellísimo filme, el más extenso de la historia de la competición en Berlín, con ocho horas.
La gala de la 66 edición de la Berlinale fue sobria, desprovista de largos parlamentos y muy marcada por las alusiones continuas a los refugiados. La cuestión ha estado muy presente en todo el festival, en el que al principio de cada sesión se recordaba a los asistentes que al salir de la sala podían depositar su donativo para los asilados en las urnas colocadas en sus cines.
Streep debutaba como presidenta del jurado y fue aclamada como la heroína del festival desde que pisó su alfombra roja inaugural, el día 11, hasta que hoy entró de nuevo en el Berlinale Palast para la gala de los Osos. Fue la líder más que digna de una edición de la Berlinale poco profusa en estrellato.
Tras la gala de hoy, la Berlinale dedicará una última jornada al Día del Espectador, una costumbre de la casa que sirve para recordar que, a diferencia de lo que ocurre en el elitista Cannes, el público común es la señal de identidad del festival.