Un museo dentro de un libro
Los códices manuscritos sirvieron durante siglos para atesorar y permitir la circulación del saber de toda una época o de etapas pasadas, y ahora algunos de ellos, los mejor amamantados por los grandes mecenas, reyes y emperadores, constituyen casi un paseo por todo un museo.
Ejemplo de ellos son las piezas facsímiles que ha reunido en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el próximo 25 de octubre la exposición 'Tesoros ocultos. Los manuscritos iluminados más valiosos de Europa', un recorrido que acercará al gran público las copias de tesoros bibliográficos inaccesibles en su mayoría y diseminados por museos y bibliotecas de Nueva York, San Petersburgo o París.
Será una oportunidad extraordinaria para acercarse a los "manuscritos iluminados", explica el editor y promotor de la muestra Manuel Moleiro, que destaca la oportunidad de acceder a través de estos "clones" a piezas puramente artísticas, religiosas, científicas que contienen una fuente de pintura "básica" y "primera" muy anterior a los lienzos, que son un elemento tardío.
Entre ellos están el Breviario de Isabel la Católica, que conmemoraba el Descubrimiento; el Libro de la caza, el 'Tractatus de herbis', que mostraba el uso medicinal de las plantas; o el fastuoso Libro de horas de Enrique VIII, una obra maestra de la miniatura realizada en Tours en 1500.
En todos los manuscritos "iluminados" colaboraron "lo más grandes pintores" que solo podían pagar reyes y emperadores, explica Moleiro, como un eslabón más en una cadena que empezó con la pintura en las cuevas y pasó de ahí a las tablas, a los monasterios y a los libros.
Cuanto más alto era el cargo del mecenas, más calidad incorporaba el manuscrito en un momento en el que tener un códice era una época de competición. Por eso, en tiempos de Isabel la Católica, Enrique VIIII y Francisco I los manuscritos diferenciaban o marcaban la categoría de los reinos.
Y mucho después: Catalina la Grande hizo un gran esfuerzo para convertir la Biblioteca Nacional de Rusia en la más grandes y Napoleón depredó manuscritos allá por donde rondaban sus conquistas para su famosa Biblioteca Imperial.
Como el caso del Comentario del Apocalipsis del Beato de Liébana que José Bonaparte vendió y acabó en el British Musem -ahora, la British Library-, o el Breviario de Isabel la Católica que también se encuentra en Londres.
Actualmente, la posibilidad de acceder a un manuscrito original, por su gran valor y la propia condición de libro del códice, es muy complicada y mucho más compleja que la de exponer un cuadro, recalca el editor.
Por ello, en las exposiciones "normalmente" las piezas de gran valor no viajan, o lo hacen de forma temporal y por un reducido espacio de tiempo. Para resolver este problema han aparecido los clones, que en muchas ocasiones son los que figuran en las grandes exposiciones.
Por ejemplo, cuenta Moleiro, en la exposición de La Conciergerie de París en la que el Estado francés reunió los manuscritos iluminados más representativos de Europa con motivo de una exposición sobre San Luis, todas las piezas eran originales menos una Biblia de san Luis que era un clon realizado en su taller.
¿Y cuánto cuesta clonar un manuscrito "iluminado"? La inversión varía de acuerdo con la envergadura de la obra y puede ir del medio millón de euros a varios millones.
A Moleiro le cuesta escoger una pieza preferida, pero si tiene que quedarse con alguna es con la Biblia de San Luis, que considera el "monumento bibliográfico" más importante de toda la historia de la humanidad con sus 4.887 pinturas diferentes.
Aunque también se le viene a la cabeza las copias de los Beato de Liébana, que según Umberto Eco y muchos otros, comenta, ha sido la revolución cultural más importante que se hizo en Europa en comparación con las catedrales. "Europa no sería igual sin los beatos", afirma, porque fue él la primera persona que se rebeló contra el islamismos en España ya en el siglo VIII.
Moleiro recomienda pasar por el Círculo de Bellas Artes para ahorrarse unos billetes de avión: "Es como ir a la Biblioteca Nacional de Rusia, al MOMA, a la Morgan de Nueva York, a la fundación Gulbenkian, la Bibioteca Nacional, la Biblioteca de Francia, la fundación Huntignton, la Nacional de Italia...".
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