La buena novillada que lidió la ganadería de Fuente Ymbro, la dimensión de pureza y futuro de Diego Carretero y el fuerte percance que sufrió Pablo Aguado fueron las notas más destacadas del festejo celebrado hoy en Las Ventas, primero de su temporada taurina 2017.
FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de Fuente Ymbro, bien presentados, nobles y de excelente comportamiento en su conjunto. Solo desentonó el mansurrón cuarto; el resto "se dejaron", y mucho, para el toreo, sobre todo segundo y sexto.
Pablo Aguado, de corinto y oro, fue cogido por su primero al que remató Valadez de: estocada caída (ovación).
Leo Valadez, de azul eléctrico y oro: pinchazo, media atravesada y dos descabellos (ovación tras aviso); y dos pinchazos, estocada trasera y caída, y dos descabellos (silencio tras aviso).
Diego Carretero, de grana y oro: pinchazo, y estocada trasera y atravesada (silencio tras aviso); pinchazo y estocada (ovación en el que mató por Aguado); y estocada baja (oreja).
En la enfermería fue atendido Pablo Aguado de "traumatismo craneoencefálico con pérdida de consciencia y herida inciso contusa en región parietal izquierda de 15 centímetros, erosiones en cara y boca, de pronóstico grave".
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del matador de toros sevillano Manolo Cortés, fallecido la noche de ayer a los 68 años de edad.
La plaza registró un tercio de entrada en tarde de nubes y claros, y progresivamente fría.
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CALIDAD Y PUREZA
Arrancó la temporada en Las Ventas, la primera de la era Simón Casas, y lo hizo con una novillada con notables alicientes para el aficionado por el hecho de ver anunciados a tres de los novilleros más punteros del actual escalafón enfrentándose a una ganadería también de postín como la de Fuente Ymbro.
Y al reclamo de un cartel de categoría la gente respondió con un tercio largo del aforo de La Ventas cubierto. Las cosas bien hechas, bien parecen.
Esa fue la primera buena noticia de la tarde, la otra fue la excelente novillada que lidió la ganadería de Fuente Ymbro, con al menos cinco de seis novillos para encumbrarse de verdad. Y como no hay dos sin tres, destacar también la notable dimensión de Diego Carretero, un novillero con un concepto muy puro, muy de verdad, de los que van a contar, y mucho, esta temporada.
Cortó una oreja del sexto, un extraordinario ejemplar de la divisa de Ricardo Gallardo, al que Carretero, muy bien plantado en los medios le hizo un toreo auténtico, el que gusta y emociona al público de Madrid, que vibró, y de qué manera, con la labor que llevó a cabo el joven albaceteño, que pegó los mejores muletazos de toda la tarde.
Todo muy templado, muy bien hilvanado, con el pecho por delante y toreando de maravilla sobre ambas manos en una faena de ritmo creciente, cumbre, como los doblones por abajo y los ayudados para abrochar su más que notable obra, abrochada de cualquier manera con la espada, todo hay que decirlo, pero no fue óbice para que paseara un trofeo de ley.
Su primero fue un novillo de dulces embestidas, y el manchego, que planteó también toda la faena en los medios, se vio condicionado esta vez por el viento que en ese momento empezó a hacer estragos. Hubo una serie sobre la zurda muy templada y encajada, mas el conjunto no llegó a despegar.
Por el percance del compañero tuvo que hacerse cargo Carretero del cuarto, novillo más mansurrón que sus hermanos, escarbando demasiado y moviéndose con poca franqueza en la muleta, muy pegajoso y sin rematar los viajes. El garbanzo negro del envío.
Anduvo con muchas ganas el de Hellín, haciéndolo todo muy en corto, arrimándose de verdad para tratar de provocarle, ganarle la acción y robarle así los muletazos. Faena de actitud.
Al mexicano Leo Valadez, en cambio, se le fueron sus dos novillos. Todo entrega, el hidrocálido evidenció que anda muy puesto, tiene el oficio y se desenvuelve con soltura, pero en lo artístico le faltan aún muchas cosas por pulir, sobre todo ajustarse más con los astados, y torearlos con más sosiego y hacia adentro.
Así, quede dicho, no acabó de aprovechar al sensacional segundo, con el que no pasó de los detalles sueltos, ni al encastado quinto, que fue el que verdaderamente marcó el ritmo de una faena tan larga como acelerada.
Y Pablo Aguado dio el susto de la tarde al quedar noqueado tras una aparatosa voltereta por el utrero, que abrió plaza y que tuvo tanta nobleza como dulzura en sus enclasadas embestidas, y al que el sevillano pasó con solvencia por los dos pitones, mejor si cabe al natural.