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Mucho antes de que los conciertos se convirtieran en aglomeraciones de humanos pegados a un móvil, Kraftwerk, padres de la música electrónica, erigieron todo un edificio sonoro en torno al ideal del "hombre máquina" y hoy lo han exhibido, con todo vendido, en las Noches del Botánico de Madrid.

La palabra exhibición parece la más apropiada para este cuarteto -sólo queda Ralf Hütter de la formación original- que conjuga música y "performance" sobre el escenario, ante un público que jalea sus grandes éxitos en esta gira que ha recalado previamente en templos del arte moderno como la Tate Modern el Guggenheim.

No en vano los alemanes empezaron su carrera en los 70 tocando en galerías de arte de Düsseldorf, más influidos por las vanguardias europeas y la música clásica que por el rock and roll que entonces triunfaba.

Fieles a su estética sobria y anónima, los cuatro componentes de la banda han aparecido sobre el escenario embutidos en monos de neopreno con luces reflectantes y sin decir palabra se han colocado detrás de sus mesas simétricamente emplazadas. Una robótica voz en off se limitaba a dar las buenas noches por los altavoces.

Han arrancado con "Numbers", seguida de otros tres temas del álbum "Computer world" (1981) que celebraba el amor a los ordenadores y a los computadores caseros cuando nadie tenía uno en su casa.

Detrás de ellos, la pantalla con proyecciones en 3D tan minimalistas y eficaces como sus repetitivas melodías que, sorprendentemente, no han perdido vigencia en más de 30 años, con la ayuda de nuevos arreglos e instrumentaciones.

Las proyecciones tan pronto evocaban ondas sonoras de colores y secuencias de sonidos electrónicos como la estética del constructivismo ruso y sus carteles, muy en sintonía con los paisajes sonoros industriales de Kraftwerk.

Con un orden germano, el siguiente bloque de canciones ha correspondido al álbum "The Man Machine" (1978), el más evidente manifiesto de su ambición simbiótica.

Además de la canción que da nombre al disco han sido especialmente bien recibidas "The Model" y "Spacelab", acompañada de imágenes de una nave espacial que por la magia del 3D parecía aterrizar directamente sobre el público.

Con "Autobahn" llegó el recuerdo del himno que definió por primera vez el sonido de Kraftwerk, un homenaje a las autopistas y al viaje y después fue el turno de "Radioactivity", "Tour de France" o la mítica "Die Roboter".

Hay quien dice que la influencia de Kraftwerk en la música moderna es comparable a la de los Beatles, aunque su popularidad sea menor, en parte debido a que siempre se han considerado 'obreros' de la música, o sea, antiestrellas.

En los 70 David Bowie fue su principal predicador -incluso le dedicó una canción a Florian Schneider, el otro miembro fundador, que dejó el grupo en 2009-; y en los 80 todos se rindieron a sus pies, desde Madonna a Depeche Mode o Pet Shop Boys.

Pero la ausencia de pomposidad sigue siendo seña y santo de los alemanes, que anoche fueron abandonando uno a uno el escenario del Real Jardín Botánico Alfonso XIII, hasta dejar solo a Hütter que finalmente se despidió con un "buenas noches, adiós".

Mientras la música seguía sonando sobre el escenario con los últimos compases de un intencionado "Music non stop", dos horas después de arrancar.