Los 80 han vuelto, pero no para quedarse. Scorpions, uno de sus mayores exponentes musicales, han dicho hoy adiós y Still loving you al público español, con un extracto fidedigno al cien por cien de aquellos años de agudos imposibles, vibrantes guitarreos y power ballads como Wind of change.
Como si no hubiesen pasado más de dos décadas de los tiempos en que "las mejores baladas las componían los heavys", los escorpiones alemanes han soltado hoy el primero de sus dos últimos picotazos en en el Palacio Vistalegre de Madrid, dentro de una gira de despedida que dura ya tres años, y que en la capital ha colgado el cartel de "no hay entradas" para ambas citas, exclusivas en España.
Entre los casi 12.000 asistentes, aforo que hace tiempo no se veía en esta plaza, sobre todo tras la tragedia del Madrid Arena, se hallaba sobre todo público maduro y nostálgico, menos melenudos que entonces, y también mucho treintañero que no levantaba dos palmos cuando el grupo arrasaba, enfundados en imprescindibles camisetas negras de AC/DC, Guns n'Roses, Whitesanke y, claro, Scorpions.
El grupo fundado en 1965 por el guitarrista Rudolf Schenker escogió su nombre porque se dice que este animal es el único capaz de sobrevivir a una explosión nuclear.
Sus avatares humanos pueden haber resistido las radiaciones musicales y económicas, pero no el tiempo, y, como explica el cantante Klaus Meine, ya en edad de pensar en su jubilación, mejor retirarse con un espectáculo integral, antes de "ver que ha desaparecido la garra" (o mejor el aguijón).
Han sido casi 50 años de historia, con dos docenas de discos, diecisiete de ellos de estudio, más de 100 millones de copias vendidas, muchos en el difícil mercado estadounidense y, todo ello, a pesar de su origen alemán. Antes que Rammstein, la puerta de Brandemburgo la abrieron Scorpions para el mundo.
Su estilo de rock, menos letal que la de sus grotescos sucesores, sigue sonando afilado a pesar de los años, con guitarras lacerantes, igual que la voz de Meine, en plena posesión de sus facultades, tras aquella larga afección que padeció en sus cuerdas cuando preparaban "Blackout".
Esta noche ha sonado la canción que daba título a aquel disco, como muchos de los éxitos que han jalonado sus álbumes, sobre todo los publicados en la década de los 80 y, ya en 1990, "Crazy world", el más exitoso hasta la fecha.
Poco se han hecho esperar los aplausos, que han llegado con "Make it real", tras la apertura con la canción "Sting in the tail", extraída del último disco de estudio de la banda, del mismo nombre y publicado en 2010, del que han sonado unos cuantos cortes más como "The best is yet to come".
"¡Lo mejor está por venir!", gritaba Meine desde el aparatoso entarimado de su escenario, anticipando que "Is there anybody there?", "The zoo", la instrumental "Coast to coast" y "Loving you sunday morning" eran solo el calentamiento. Un par de temas más, las bucólicas "Send me an angel" y "Holiday", en un formato más íntimo, y al barro.
Con "Raised on rock", a partir del ecuador de la velada, han empezado a soltar los cortes más vibrantes, como la centelleante "Hit between the eyes", después de que, quizás resarciéndose de la censura que sufrieron algunas de sus portadas, ilustraran "Tease me please me" con la proyección de una joven que se frota la entrepierna con una bola de discoteca.
Todos los miembros del quinteto han tenido su espacio para el lucimiento, sobre todo el bigardo Schenker, correteando por el escenario o despatarrado frente al respetable mientras le exprimía aullidos a sus guitarras, a destacar, como curiosidad, el modelo humeante de "Blackout".
También ha sobresalido el carismático batería James Kottak, protagonista absoluto del contagioso y atronador solo "Kottak attack", tras el que han empezado a llegar las más grandes, como "Big city nights", recibida con euforia justo antes de los bises.
A la vuelta, han demostrado con "Still loving you" que, en efecto, los años ochenta dieron grandes baladas. "¡Still loving you, España!", ha gritado Meine después de mostrar con ese tema que aún puede alcanzar las notas más altas y desabridas.
Tras ella y con un fragmento de la catártica "Wind of change" cantado en español, un número 1 en once países europeos que glosaba los "vientos de cambio" que llegaban entonces desde la Alemania del Este y que pusieron banda sonora a la caída del Muro de Berlín. Sigue siendo buena sintonía para estos tiempos necesitados nuevamente de empoderamiento popular, sobre todo en Ucrania.
Y para acabar, pero bien arriba, "Rock you like a hurricane", con la que Scorpions han reafirmado que se van, pero ofreciendo tornados y no meras tormentas tropicales. Mañana, sus vientos de despedida arreciarán de nuevo sobre Madrid.