La Organización Internacional del Trabajo (OIT) prevé que el desempleo a escala mundial aumente en unos tres millones de personas en 2023, acabando con la tendencia a la baja iniciada tras la pandemia del coronavirus.
Según el informe de la OIT ‘Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: tendencias 2023’, con este incremento el desempleo mundial alcanzará los 208 millones de personas este año, valor equiparable a una tasa de desempleo del 5,8%.
En consecuencia, a escala mundial seguirá habiendo 16 millones de personas desempleadas más que antes de la pandemia, en concreto del nivel registrado a finales de 2019.
En la misma línea, la OIT espera que el empleo a escala mundial registre únicamente un aumento del 1% en 2023, menos de la mitad del aumento registrado en 2022. Ese moderado aumento previsto obedece en gran medida a la escasa oferta de trabajo en los países de altos ingresos.
Según explica la OIT, el empeoramiento de la situación del mercado de trabajo obedece principalmente a nuevas tensiones geopolíticas y al conflicto de Ucrania, así como a la dispar recuperación tras la pandemia y a las frecuentes interrupciones de las cadenas de suministro a escala mundial.
Todo ello ha dado lugar a una situación de estanflación, que conjuga simultáneamente una inflación elevada y un crecimiento económico insuficiente, por primera vez desde el decenio de 1970, añade.
En el informe también se señala que, además del desempleo, "la calidad del empleo sigue constituyendo una de las principales inquietudes", y que "el trabajo decente es primordial para facilitar la justicia social".
De hecho, la OIT advierte de que es probable que la actual desaceleración económica mundial obligue a más trabajadores a aceptar empleos de menor calidad, mal pagados y carentes de seguridad laboral y protección social, acentuando así las desigualdades exacerbadas por la crisis de la Covid-19.
Por último, alerta de que teniendo en cuenta que los precios aumentan a un ritmo más rápido que los ingresos nominales por trabajo, la crisis asociada al coste de la vida podría aumentar el número de personas en situación de pobreza, algo que se suma a la amplia caída de ingresos registrada durante la crisis del coronavirus, que en muchos países afectó en mayor medida a los grupos de bajos ingresos.