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Moscú celebró la victoria contra la Alemania nazi en la II Guerra Mundial con el mayor desfile militar de su historia y cientos de miles de personas en las calles, en un ambiente de patriotismo marcado por la tensión con Occidente, cuyos líderes boicotearon los fastos.

Más de 16.000 soldados y cerca de 200 piezas del más novedoso armamento pesado ruso, entre tanques y misiles, desfilaron por la emblemática Plaza Roja, mientras más de un centenar de aviones y helicópteros de combate sobrevolaban la ciudad dejando atrás una estela con los colores de la bandera tricolor rusa.

El presidente ruso, Vladímir Putin, que ha visto cómo los líderes de la Unión Europea y Estados Unidos rechazaban venir a Moscú en este 70 aniversario de la victoria aliada en castigo por el papel de Rusia en apoyo de los separatistas del este de Ucrania, estuvo arropado, en cambio, por dirigentes de países amigos.

El jefe del Kremlin estuvo flanqueado en la tribuna montada sobre el Mausoleo de Lenin por los presidentes de China, Xi Jinping, y Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, además de los líderes de Cuba, Raúl Castro; Venezuela, Nicolás Maduro, y países como la India, Sudáfrica, Egipto o Palestina, así como el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.

A pesar de que Rusia considera que fueron el pueblo soviético y el Ejército Rojo los que frenaron finalmente el avance de los nazis, pagando por ello el altísimo precio de 27 millones de vidas, Putin agradeció la contribución de la coalición aliada a la victoria sobre la Alemania nazi.

La victoria "siempre seguirá siendo la cumbre heroica de la historia de nuestro país..., pero recordamos también a nuestros aliados en la coalición antihitleriana. Agradecemos a los pueblos de Reino Unido, Francia y Estados Unidos su contribución a la victoria", señaló Putin.

Ante los miles de invitados y veteranos de la guerra que asistieron a la parada, dijo que la "aventura hitleriana fue una lección horrible para toda la comunidad internacional".

Ahora, 70 años después, la historia de nuevo apela a nuestra razón y a nuestra vigilancia. No debemos olvidar que la idea de la supremacía racial y la exclusividad llevó a la más sangrienta de las guerras", subrayó.

Frente a ellos, toda una exhibición del más moderno armamento ruso, en el que destacó el Armata T-14, que está llamado a convertirse en el "más mortífero" tanque del mundo por su blindaje y cañón automático.

También los vehículos blindados Rakushka, Bumerang y Taifún, los carros de combate ligeros Kurgánets, el sistema de misiles antitanque Kornet-D y la lanzadera móvil de misiles balísticos Yars.

Misiles tácticos Iskander, sistemas antimisiles S-400 Triumf y baterías con misiles tierra-aire Buk y Tor también marcharon en esta parada sin precedentes.

Por primera vez en las conmemoraciones por el final de la Segunda Guerra Mundial en Moscú, se guardó hoy un minuto de silencio en memoria de los caídos.

Después, Putin y la treintena de líderes mundiales que le acompañaban depositaron flores ante la Tumba del Soldado Desconocido, junto al Kremlin, donde arde la llama eterna.

Desde la Plaza Roja, los dirigentes marcharon a pie hacia los Jardines de Alejandro, al pie de las murallas y donde se encuentra el monumento a los soldados soviéticos caídos en la Segunda Guerra Mundial.

Por las calles, una vez concluido el desfile, cientos de miles de personas llegadas de todos los puntos de Rusia marcharon en un multitudinario cortejo por el centro de Moscú hacia la Plaza Roja, blandiendo retratos de sus familiares que combatieron o murieron en la Gran Guerra Patria, como se conoce aquí a la contienda.

Al frente, el propio Putin con un retrato de su padre, combatiente contra el nazismo, que fue herido cuando el Ejército Rojo intentaba romper el cerco de Leningrado, según reconoció recientemente el propio líder ruso en un artículo.