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Holanda no ha esperado a pasar la resaca electoral y empezó hoy la primera fase de la formación del Gobierno, en la cual se espera que los liberales de derecha, ganadores con 41 escaños, intenten entenderse con los laboristas, que les siguieron con 38 asientos.

El liberal y último primer ministro, Mark Rutte, advirtió de que ese proceso "será complicado", pero incidió en que "como líder del partido más grande" hará lo indecible para que ocurra "lo más rápido posible".

Adelantó que para acelerar la formación del Ejecutivo habrá un "silencio mediático" y solamente se comunicarán decisiones cuando ya sean definitivas.

Mientras, el segundo gran vencedor de los comicios, el laborista Diederik Samsom, cuya formación política creció en ocho escaños según los últimos datos disponibles del escrutinio -que resta uno al PvdA en favor de los verdes de GroenLinks respecto a las cuentas anteriores- no dejó claro que las negociaciones con los liberales vayan a ser inminentes.

"Ahora quiero felicitar a mi equipo", dijo ante la prensa para evitar preguntas.

Con un carácter formal, la primera fase de la formación del Gobierno se inició hoy con una ronda de entrevistas entre la presidenta del Parlamento, Gerdi Verbeet, y los líderes de los partidos que han obtenido representación.

Siguiendo una decisión parlamentaria, la reina Beatriz no será la encargada de citarse con los diputados recién elegidos, aunque su "sustituta" improvisada en ese cargo, la presidenta del Parlamento, la informará de sus consultas durante la jornada.

Los comicios holandeses han deparado varias sorpresas, primero porque han supuesto un varapalo para el populismo extremista del antimusulmán y eurófobo Geert Wilders, que se ha quedado con 15 escaños, nueve menos que los logrados en 2010.

El extremismo de los socialistas de izquierda (SP) también sufrió un revés al no confirmar el avance que le pronosticaban los sondeos, aunque pudo mantener los 15 escaños que ya tenía.

La tercera sorpresa fue el debut con dos escaños del partido de los pensionistas "50 plus", mientras que las derrotas de los verdes y la democracia cristiana, con pérdidas de siete y ocho escaños, respectivamente, fueron la crónica de un declive anunciado.

Con este panorama político, los analistas descartan que los liberales quieran repetir una coalición de centro derecha con la democracia cristiana y los antimusulmanes, una combinación que resultó inestable durante los dos últimos años y que terminó por romperse el pasado abril por la retirada de los xenófobos de las negociaciones de un segundo paquete de recortes.

A decir de los expertos, la opción más probable de Gobierno es la alianza entre los liberales (VVD) y los laboristas (PvdA), los dos vencedores de la elecciones que juntos suman una mayoría de 79 escaños sobre un Parlamento de 150 asientos.

Esta combinación también ha sido hoy la más aplaudida tanto por la patronal como por los sindicatos, que se mostraron confiados en que cuaje esa alianza.

Los demócratas de izquierda del D66, un partido que ha ganado dos escaños con un programa de centro, estarían dispuestos a reforzar con sus doce asientos un pacto entre los dos grandes.

De cerrarse ese tripartito, cuyo intento de creación fracasó tras las elecciones de 2010, se repetiría la llamada "coalición lila" que gobernó entre 1994 y 2002 con el laborista Wim Kok a la cabeza.

A favor del pacto cuenta que el laborista Samsom y el liberal Rutte se entienden bien en el terreno personal, compartiendo cualidades como la flexibilidad y el pragmatismo.

Tampoco se espera que choquen sobre temas europeos, dado que comparten un europeísmo con limitaciones, que les hace ser partidarios de la solidaridad con países con problemas como Grecia, Italia o España, pero a la vez de que esos Gobiernos mantengan a raya su disciplina presupuestaria.

Difícil será conciliar sus programas como modelos para combatir la crisis: en Europa el hincapié de los laboristas en las reformas e inversiones les acerca a la Francia de François Hollande, mientras que la preeminenencia de recortes severos para controlar el déficit inclina a los liberales del lado de Alemania.

En Holanda, el copago y la desprivatización relativa de la sanidad, así como cambios en los beneficios fiscales a las hipotecas, son considerados asuntos ásperos de consensuar.