La salida del Gobierno francés de su ministro estrella, Emmanuel Macron, ha dejado al presidente François Hollande más solo que nunca y enfrentado al lastre de su impopularidad, que tratará de remontar desde esta semana con una ofensiva mediática.
No por esperado, el abandono de Macron, titular de Economía, resultó menos doloroso para Hollande, que había apadrinado al joven de 38 años como a pocos políticos en su vida.
A través de comentarios de su entorno más próximo, el presidente socialista ha dejado saber que considera la salida de Macron como una traición, a menos de ocho meses de un nuevo paso por las urnas en las elecciones presidenciales a las que todavía no ha decidido si volverá a presentarse.
El ya exministro anunció su marcha para consagrarse a su nuevo movimiento político "En Marcha" (con sus propias iniciales) y gozar de plena libertad para expresar sus ideas políticas, que en muchas ocasiones no han coincidido con la línea del Gobierno.
Esas divergencias lo llevaron a enfrentarse públicamente con el primer ministro, Manuel Valls, quien esta semana propinó algunos de los golpes más virulentos al antiguo miembro de su Gabinete, acusándolo veladamente de "deslealtad".
En una entrevista publicada hoy en el semanario "Le Journal du Dimanche", Macron acusa a Hollande y el Ejecutivo de "haber dejado muchas cosas a la mitad", al tiempo que critica al expresidente Nicolas Sarkozy (2007-2012), "heraldo del conservadurismo".
Sin embargo, Macron sigue sin desvelar si aspirará a la carrera presidencial en 2017, que a juicio de sus rivales constituye la razón última de su partida.
Hundido en unos encuestas que no le dan más allá del 15 % de popularidad, Hollande, de 62 años, pretende aprovechar la "rentrée" para agotar los pocos cartuchos que todavía le quedan, aferrado a uno de sus puntos fuertes: los discursos.
A base de alocuciones solemnes, intentará recuperar el espacio político perdido y rentabilizar la disgregación que sufre la derecha francesa ante unas elecciones primarias que se presumen sangrientas.
El próximo jueves, en la parisina Sala Wagram -un vestigio de los grandes salones de baile decimonónicos, junto al Arco del Triunfo-, el presidente abordará los desafíos que presenta el terrorismo a la democracia y el estado de derecho.
La creciente derechización de la oposición, arrastrada por el ultraderechista Frente Nacional, abre un hueco que Hollande tratará de aprovechar para encarnarse en defensor de las garantías democráticas al tiempo que combate sin tregua al yihadismo interno y externo, según explicaron fuentes de su entorno al "Journal du Dimanche".
El 6 de octubre, el jefe del Estado francés disertará sobre democracia en un coloquio en la Asamblea Nacional y tres semanas después lo hará de nuevo desde la tribuna de la Pirámide del Louvre, con ocasión del centenario del nacimiento de François Miterrand.
La marcha de Macron y el mero debate sobre si Hollande aspirará a su reelección apuntan a la debilidad del inquilino del Elíseo, acosado tradicionalmente desde el flanco izquierdo del Partido Socialista pero ahora también, sin su flamante ministro de Economía, desprovisto de su mayor reclamo para el ala derecha.
No será hasta diciembre cuando anuncie sus intenciones. Entonces ya sabrá quién sería su contrincante a la derecha. Si le toca medirse con su "enemigo favorito", Sarkozy, es posible que eso pueda inyectarle alguna esperanza.
Pero las encuestas le auguran una derrota, en caso de alcanzar la segunda vuelta de los comicios, contra virtualmente cualquier rival, especialmente si se trata del alcalde de Burdeos, Alain Juppé, representante de la derecha moderada y por ahora favorito para los franceses.
Las elecciones presidenciales se celebrarán en Francia el 23 de abril, la primera vuelta, y el 7 de mayo de 2017, la segunda vuelta.