Hollande, presidente soltero, ante el reto del gran recorte del gasto público
Tras el revuelo de su separación, corre el peligro de un alejamiento ideológico con las bases socialistas
El presidente francés, François Hollande, que abre una nueva etapa personal tras separarse de la ya ex primera dama, se enfrenta ahora al reto de aplicar los recortes masivos del gasto público que él mismo anunció.
Hollande inicia un período dominado en lo privado por la soltería "oficial" desde que el sábado anunció en una breve declaración que ya no comparte su vida con la periodista Valérie Trierweiler, con la que llegó al Elíseo en 2012.
Hoy Trierweiler partió hacia la India en un viaje con actividad humanitaria y ya con carácter privado y el presidente comienza mañana una visita a Turquía, después de que ambos solucionaran una situación que se hizo pública porque una revista reveló que el presidente tiene otra relación sentimental.
El ministro de Trabajo, Michel Sapin, declaró hoy que la decisión de separarse la pareja era "necesaria" por motivos de "claridad", como queriendo ya confirmar que el Gobierno da por cerrado un capítulo que ha concentrado un interés mediático intenso sobre la vida privada del presidente durante dos semanas.
Pero en medio del revuelo causado por su situación sentimental, Hollande comunicó a los franceses las medidas de choque que París pretende aplicar para evitar un mayor deterioro de la economía y para recuperar la competitividad perdida, un drástico plan que vuelve del revés algunas estructuras estatales e incluso mentales.
Hollande se tendrá que dedicar a aplicar los principios derivados de un programa de facilitación de la competitividad empresarial, vía reducción de cargas sociales, y de masivos recortes de gasto público que además corren el peligro de confirmar un alejamiento ideológico de la doctrina adjudicada a su partido, el socialista.
RECORTES EN TODAS LAS ÁREAS DE GOBIERNO
Tarea jamás realizada en semejante medida en Francia, se trata de de distribuir los recortes de gasto previstos para 2014 (15.000 millones de euros), 2015 y 2016 (18.000 millones cada año) y de nuevo 14.000 millones en 2017: un total de 65.000 millones de euros.
Ese empeño obligará a reducciones en todas las áreas de gobierno y en las estructuras estatales y regionales, pero también en el gasto social, que en la actualidad todavía sitúa a Francia por encima de la media de la Unión Europea (UE) en proporción del gasto público total.
De ahí además el anuncio, todavía sin precisar el cómo se hará, de que habrá una reorganización de las regiones francesas para evitar lo que Hollande denominó "solapamientos y duplicaciones", en definitiva gastos repetidos que redundan en ineficiencias en el gasto público.
Ingente tarea que ha merecido de momento algunas señales de aprobación, como la enviada el pasado 17 de enero por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que alabó la supresión de cotizaciones salariales que financian políticas familiares.
Un propósito que el "club de los países ricos" prefiere que se acompañe claramente de "la baja indispensable del gasto público", en una combinación de recetas económicas que la organización ve imprescindible para que Francia recupere competitividad y pueda crear empleo.
La otra señal de apoyo, más moderada, la envió el viernes la agencia de calificación Moody's, que mantuvo su nota de "Aa1" para la deuda soberana francesa, pero advirtió de que en cualquier momento su valoración podría cambiar, por lo que dejó la perspectiva asociada a ese grado en "negativa".
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