La reina Isabel II visitó Roma durante cinco horas, un viaje en el que almorzó con el presidente italiano, Giorgio Napolitano, y en el que conoció, por primera vez, al papa Francisco, con quien se reunió a puerta cerrada durante cerca de veinte minutos.
La soberana británica llegó al aeropuerto capitolino de Ciampino a las 12.45 hora local (10.45 GMT) junto a su marido, el duque de Edimburgo, para acudir, acto seguido, a la residencia de Napolitano para mantener un almuerzo.
Tras el ágape, la reina y su esposo se dirigieron hacia el Vaticano, lugar que no visitaban desde el año 2000, cuando Isabel II, cabeza de la Iglesia Anglicana, se reunió con el papa Wojtyla.
A pesar de que el encuentro con el pontífice estaba programado para las 15.00 hora local (13.00 GMT), la pareja llegó finalmente a la Santa Sede con 23 minutos de retraso por lo que la reina se disculpó ante Bergoglio asegurando que estaban manteniendo "un almuerzo muy agradable con el presidente".
Sin embargo, el papa les recibió dándoles una escueta bienvenida en inglés -"welcome"- que precedió al clásico intercambio de regalos, que se produjo, al igual que la audiencia, en la oficina del papa en el aula Pablo VI, aledaña a la basílica de San Pedro del Vaticano.
REGALO PARA SU BISNIETO
En esta ocasión, Bergoglio le confió a la soberana y a su marido un regalo para su bisnieto, Jorge, hijo de Guillermo y Catalina duques de Cambridge, que cumplirá su primer año el próximo julio.
El regalo, que fue presentado por el papa en español con un "es para el nieto", consistió en una esfera de lapislázuli que representa al mundo y, sobre ella, una cruz en plata que representa la fe que prima sobre todas las cosas. La esfera estaba apoyada sobre un disco de plata con la inscripción "A su Alteza Real, el príncipe Jorge de Cambridge".
A Isabel II, Bergoglio le regaló un facsímil de un documento conservado en el Vaticano y con el que el papa Inocencio XI introdujo en 1679 el culto de San Eduardo El Confesor, rey de Inglaterra entre el año 1043 y el 1066, antepasado de la monarca y fundador de la abadía londinense de Westminster, donde permanece enterrado.
Al Duque de Edimburgo, que dijo conocer bien la historia de San Eduardo, el papa le entregó un tríptico con las monedas de su pontificado.
WHISKY Y MIEL DE BUCKINGHAM
Por su parte, la soberana del Reino Unido hizo entrega al papa Francisco de un cesto de grandes dimensiones que contenía productos ingleses como una botella de zumo de manzana, un tarro de miel recolectada en el palacio de Buckingham o una botella de whisky.
Un regalo, este último, que suscitó la sorpresa del pontífice, un gesto al que la reina respondió explicando que el whisky había sido destilado en el castillo escocés de Balmoral (norte). Además, ambos dieron al papa dos fotografías de ellos enmarcadas.
Tras el intercambio de presentes, el papa, la monarca británica y su consorte, acompañados por un intérprete, accedieron a la sala del Aula Pablo VI para celebrar una reunión a puerta cerrada que estaba previsto que durase treinta minutos.
Sin embargo, el encuentro no llegó a los veinte minutos de duración y la reina salió sonriente de su primera reunión con el pontífice argentino.
Tras el encuentro, la reina y el Duque salieron del Vaticano junto con su comitiva de cinco vehículos por el mismo lugar por el que entraron, el Arco de las Campanas de la Basílica, que da acceso al patio de Juan Pablo II. A las 16.36 hora local, ambos despegaban del aeropuerto romano para emprender su regreso a su país, después de cinco horas en la capital italiana.
Desde la coronación de Isabel II, el 2 de junio de 1953, la soberana británica se ha reunido con tres pontífices, en la última ocasión en 2010, cuando Benedicto XVI visitó el Reino Unido.
La reina ha viajado oficialmente al Vaticano en otras tres ocasiones: en 1961 se reunió con Juan XXIII, y en 1980 y 2000 mantuvo encuentros con Juan Pablo II. Antes de su coronación, cuando todavía era princesa, visitó por primera vez el Vaticano, en 1951, cuando se reunió con Pío XII.