Pocos personajes ha conocido Italia tan polémicos como el ex primer ministro Silvio Berlusconi, fallecido con 86 años este lunes, no obstante, fue despedido con honores en un funeral de Estado en la catedral de Milán que reunió a las mayores autoridades del país y a su amplia dinastía.
Sus restos han sido velados de forma estrictamente privada en su villa de Arcore, en la periferia milanesa, pero tres días después de su muerte han sido acogidos y celebrados con un funeral por todo lo alto ante la plana mayor del Estado, como él habría querido.
Su féretro cruzó en coche toda la ciudad hasta los pies del templo, donde esperaban sus cinco hijos, Marina, Pier Silvio, Barbara, Eleonora y Luigi, y su última novia, la diputada Marta Fascina, que lloraba desconsolada.
Después procesionó hasta el interior de la catedral escoltado por seis carabineros vestidos de gala y recibiendo las honras de un piquete del Ejército de tierra, la Marina y la Aeronáutica Militar.
A su llegada suscitó los aplausos de miles de sus seguidores congregados en la plaza, fuera, a pesar del sol de justicia que reina hoy en la ciudad.
También de numerosos aficionados de su club de fútbol, el AC Milan, con el que ganó numerosos trofeos, entre estos cinco Ligas de Campeones, y que vendió en 2017.
Dentro del templo esperaban más de 2.000 almas, entre políticos, empresarios, representantes de los órganos constitucionales, autoridades nacionales y europeas y el presidente de la República, Sergio Mattarella.
El ataúd fue llevado ante el altar del templo y puesto sobre el suelo, decorado con flores blancas y rojas, que con sus hojas verdes formaban la bandera italiana, y una foto oficial del político.
A pocos metros, en primera fila, lloraba desconsolada Fascina, medio siglo más joven y que le ha acompañado durante su enfermedad, la leucemia, y hasta el final.
A su lado se sentaban los cinco hijos del magnate, empezando por su primogénita, Marina, presidenta de la sociedad de cartera familiar, Fininvest, así como Pier Silvio, responsable del emporio televisivo Mediaset, y los tres más discretos, Bárbara, Eleonora y Luigi.
Muy cerca se vio a la primera ministra, Giorgia Meloni, apoyada por una coalición de partidos derechistas de la que formaba parte el de Berlusconi, Forza Italia, y el aliado de ambos y vicepresidente, Matteo Salvini.
Ante el mismísimo poder político reunido bajo los arcos góticos del templo, la homilía de monseñor Delpini recordó lo fútil de la existencia humana, desnudándola de los oropeles del éxito o la popularidad.
"Berlusconi fue a buen seguro un hombre político, un hombre de negocios, un personaje notorio, pero en este momento de despedida y oración, ¿qué podemos decir de él? Que fue un hombre. Fue un deseo de vida, de amor y de alegría. Esto es lo que podemos decir de él, que fue un hombre que ahora se encontrará con Dios", proclamó.