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Un año después del terremoto que desató la peor crisis en Japón desde la II Guerra Mundial, el Gobierno se comprometió hoy a acelerar la reconstrucción de las zonas todavía arrasadas y a hacer del archipiélago un lugar más seguro ante los desastres naturales.

El aniversario de la catástrofe se conmemoró en Tokio con un memorial en el Teatro Nacional al que asistió la cúpula del Ejecutivo nipón y el emperador, Akihito, de 78 años y en proceso de recuperación tras ser sometido en febrero a una operación cardiaca.

En el escenario, un gran altar con la bandera de Japón, crisantemos blancos y un monumento de madera recordaba a los 15.854 muertos y 3.155 desaparecidos por el seísmo y el tsunami de hace un año, que desencadenaron el accidente nuclear más grave desde el de Chernóbil.

Tras un minuto de silencio a las 14.46 hora local (05.46 GMT), el momento en el que el terremoto de 9 grados en la escala de Richter hizo temblar Japón, el primer ministro, Yoshihiko Noda, recordó a los fallecidos y a quienes siguen desplazados (casi 335.000 personas) a causa de la tragedia.

Vestido de riguroso luto, como el resto de los asistentes, Noda se comprometió a "reconstruir lo antes posible" la zona afectada y también a "recuperar Fukushima", donde aún prosigue la batalla para mantener estabilizada la central nuclear.

Ante unos 1.200 invitados entre ministros, parlamentarios, diplomáticos, representantes de las zonas afectadas, periodistas y familiares de las víctimas, el primer ministro instó a transmitir las lecciones del desastre a las próximas generaciones.

"Tenemos que fortalecer las medidas de prevención, en base a esta experiencia, lo antes posible", insistió Noda, que llegó al poder en septiembre después de que su antecesor, Naoto Kan, dimitiera por las críticas a su gestión de la crisis.

También llamó a la unidad de los ciudadanos y agradeció la "cálida ayuda" de los países extranjeros durante la crisis, algo que también destacó el emperador, Akihito.

El anciano jefe del Trono del Crisantemo, con figura frágil y acompañado de su esposa, la emperatriz Michiko, hizo un emotivo discurso en el que dio las gracias "a todos aquellos que han trabajado por los afectados y para solucionar el problema nuclear".

La calma y perseverancia de los afectados, que asombró al mundo en los días posteriores a la tragedia, la recordó hoy el emperador, que subrayó que, pese a las adversidades, los supervivientes "están saliendo adelante" y apoyándose mutuamente.

Según la Agencia de la Casa Imperial nipona, fue el propio emperador el que quiso estar presente en la ceremonia de hoy pese a su delicada salud, que por el momento le mantiene apartado de otros actos oficiales mientras su hijo, el príncipe Naruhito, le releva en esta labor.

Como Noda, el jefe del Estado también hizo hincapié en la importancia de transmitir la experiencia de la tragedia a las generaciones venideras y tomar medidas de prevención para hacer de Japón un territorio más seguro.

Situado sobre una zona altamente sísmica, Japón es uno de los países más preparados del planeta ante terremotos, aunque la magnitud del que tuvo lugar hace un año y, sobre todo, del potente tsunami que lo siguió superó todas las previsiones.

Tras el desastre el país ha extremado las precauciones y prepara un plan nacional ante un eventual gran terremoto, para lo que se contemplan el fortalecimiento de infraestructuras y comunicaciones, además del aumento del número de sismógrafos en el archipiélago.

Otras medidas incluyen la designación de carreteras de emergencia para ser utilizadas por vehículos especiales en caso de desastre, así como protocolos para agilizar la apertura de vías de comunicación en caso de bloqueo de las existentes.

Las medidas de prevención se unen a los esfuerzos para la reconstrucción, algo para lo que el Gobierno ha destinado hasta ahora cuatro presupuestos extraordinarios por 20,6 billones de yenes (unos 190.000 millones de euros) este año fiscal, que termina en marzo.

La recuperación psicológica de los afectados llevará mucho más tiempo, como reconoció Eriko Okuda, una de las supervivientes del noreste, durante el memorial de Tokio: "Nuestro dolor no desaparecerá nunca. Precisamente por eso, después de las lágrimas tenemos que ser más fuertes", concluyó.