700.000 euros en coñac, un ejército de jóvenes de 16 años que se convertían a la fuerza en las esclavas sexuales del líder norcoreano, viajes por sorpresa para comprar un Big Mac en Pekín. Así era la vida del que fuera el cocinero personal, ayudante y hombre de confianza de Kim Jong-il.
Durante la entrevista, publicada en la revista 'GQ', Fujimoto cuenta como en 1983 decide dejar toda su vida en Japón y marcharse a Pyongyang en busca de un futuro mejor.
Kim Jong-il había desarrollado una brigada sexual que reclutaba a la fuerza a chicas con 16 años para darle masajes, y para el sexo. Formaban parte de las ‘Joy Division’, el ejército de la diversión.
El líder supremo norcoreano les pedía que cantaran o bailaran, o que se desnudaran e incluso que boxearan desnudas ante él. Eran enviadas a Taiwan o Hong Kong para recibir cursos especiales sobre masajismo y nadie, salvo el propio Kim Jong-il, podía tocarlas.
Habituales también eran las borracheras y las fiestas también. Las fiestas organizadas por padre e hijo podían durar hasta cuatro días y en ellas se sucedían las bromas pesadas –al dictador le encantaba afeitar la cabeza a sus colaboradores mientras estaban borrachos– y los peligrosos juegos con armas de fuego.
También había creado un instituto para la longevidad que se encargaba de investigar como alargar su vida. Obsesionado con su juventud, y temeroso de un posible envenenamiento urdido por sus enemigos, Kim Jong Il obligaba a inspeccionar a mano cada grano que se iba a cocinar para él. Un equipo de 200 personas vigilaba que ningún grano tuviese grietas o defectos.
El cocinero japonés confiesa en GQ que él fue quien abrió los ojos del fallecido dictador al cine de ‘made in Hollywood’. En vida, Kim Jong Il llegó a coleccionar hasta 30.000 cintas VHS con películas estadounidenses. Su actor preferido era Arnold Schwarzenegger. Kim y Fujimoto veían juntos sus películas mientras veían vino de Burdeos.