Andreas Lubitz pudo echar laxante en el café del comandante del avión de Germanwings para que saliera de la cabina y así poder quedarse a los mandos del avión. Lo revela la prensa alemana. El copiloto se informó sobre sus efectos en internet. Ahora, los investigadores trabajan con ésta hipótesis.
Los archivos personales de Lubitz, su ordenador, su tablet, sus búsquedas de internet, están ofreciendo más pistas y datos sobre la compleja y enfermiza personalidad del joven suicida. El último dato que revela el "Kolonistche Zeitung", un tabloide sensacionalista de Dusseldorf, es que Lubitz se pasó las horas previas a su último vuelo haciendo búsquedas en Internet.
En esas últimas horas lo que más le preocupa era verificar la eficacia y el efecto de ciertos laxantes y diuréticos. Lubitz ya entonces sabía perfectamente que iba a estrellar el aparato... Sólo le preocupaba que el laxante elegido fuera suficientemente fuerte.
Hoy por desgracia sabemos que no se equivocó en la dosis, y que lo hizo de forma totalmente inadvertida para su comandante. Le echó el laxante seguramente en el café, mientras repasaban el plan de vuelo. Iban a volar de regreso a casa, a Dusseldorf. Ni el piloto, ni las azafatas, ni nadie a bordo podían imaginar los oscuros designios de ese joven.
Ya sabemos que no fue un acto de locura, un homicidio fruto del momento. Sino un asesinato masivo planificiado en toda regla. Eso sí, lo que aún no han revelado los papeles intervenidos al kamikaze, ni la investigación en marcha, es el motivo de por qué lo hizo. Una falta de móvil que hace este crimen especial atroz y absurdo.