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La canciller alemana, Angela Merkel, acaricia una cuarta victoria electoral el próximo domingo, mientras su principal contrincante, el socialdemócrata Martin Schulz, trata de dar un perfil propio a su partido, que en los últimos cuatro años ha integrado la gran coalición de Gobierno. Las últimas encuestas auguran entre el 36 y el 37% de los votos para las filas conservadoras -la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y su hermanada Unión Socialcristiana (CSU) de Baviera-, por debajo de los resultados de 2013, pero entre 13 y 17 puntos por delante del Partido Socialdemócrata (SPD).

La puja real está en el tercer puesto, por el que compiten los liberales del FDP, que no alcanzaron el umbral mínimo del 5 % en 2013; Alternativa para Alemania (AfD), que aspira a ser el primer partido de ultraderecha de la historia que accede al Bundestag (cámara baja); La Izquierda y Los Verdes.

Los doce años al frente del Gobierno y una legislatura marcada por la crisis de los refugiados, con la llegada de alrededor de 1,3 millones de solicitantes de asilo al país, parecen no haber hecho demasiada mella en Merkel, que sigue liderando las encuestas políticas de popularidad.

La legislatura que acaba quedará marcada por leyes como las que introdujeron el salario mínimo interprofesional o la rebaja de la edad de jubilación para determinados colectivos, propuestas socialdemócratas que Merkel asumió sin complejos y que puede incluso rentabilizar en detrimento del SPD.

En el último pleno con proyectos legislativos en el orden del día, la canciller votó "no" al matrimonio homosexual defendido por los socialdemócratas, pero poco después, con la ley aprobada, aseguró sentirse contenta con la nueva situación.

LOS SOCIALDEMÓCRATAS

"La carrera está cerrada", sostiene Oskar Niedermayer, experto del Instituto Otto Suhr para la Ciencia Política, quien destaca la dificultad del SPD para encontrar un tema con el que distinguirse.

Tras cuatro años coaligados con los conservadores, el partido tiene complicado mostrar "una oferta de gran transformación", añade Giacomo Corneo, profesor de Finanzas Públicas y Política Social en la Universidad Libre de Berlín.

Los socialdemócratas se avinieron en 2013 a la gran coalición a sabiendas de que el anterior experimento en ese sentido, en la primera legislatura de Merkel, les llevó a los peores resultados de su historia, fantasma contra el que lucha ahora Schulz.

En una apuesta arriesgada, a principios de año el SPD le nombró candidato y líder, cuando era un personaje poco conocido en la política nacional tras más de dos décadas en el Parlamento Europeo.

Los nuevos aires relanzaron al partido en las encuestas durante unas semanas e incluso lo situaron por delante de los conservadores, pero el llamado "efecto Schulz" se desinfló con el paso del tiempo.

Los expertos en demoscopia advierten de que las encuestas son estudios de tendencias políticas y ningún pronóstico, pero señalan también que es muy poco probable que un partido duplique o rebaje a la mitad sus actuales porcentajes.

Una de las preguntas clave es en qué medida los grandes partidos movilizarán a sus simpatizantes y el margen de acción que dejarán a los "pequeños", que tradicionalmente ganan peso tras una gran coalición.

Todas las miradas están puestas en AfD, partido que se quedó en puertas de entrar en el Parlamento hace cuatro años con un programa eurófobo y que ha cosechado sucesivos éxitos en comicios regionales, aupado en un discurso xenófobo ante la crisis de los refugiados.

Las últimas encuestas vaticinan que el domingo se situará en una horquilla de entre el 9 y el 12 % de los votos.

Cerca aparecen los liberales del FPD, que se hundieron y salieron del Parlamento hace cuatro años engullidos también por Merkel, con quien se aliaron en su segunda legislatura.

Tradicional partido bisagra, socio menor de coaliciones de gobierno tanto de derechas como de izquierdas, el FDP aspira a gobernar de nuevo junto a Merkel, que sólo cierra la puerta a la ultraderecha y a La Izquierda a la hora de buscar aliados para un futuro ejecutivo.

La Izquierda, partido formado por postcomunistas y disidentes socialdemócratas, nunca ha formado parte de un Gobierno federal, pero Schulz ha evitado demonizarlos en campaña por si juntos, uniendo a Los Verdes, pudiesen formar un tripartito inédito a nivel nacional.

La probabilidad es baja, según los sondeos, que otorgan a La Izquierda entre un 8 y un 10 % y a los ecopacifistas, alrededor del 8 %.