El Papa canoniza en Fátima a los pastorcitos Francisco y Jacinta

  • Suplica a la Virgen esperanza y paz para la humanidad
Virgen de Fátima
Virgen de Fátima |Telemadrid

El Papa Francisco ha canonizado en la explanada del santuario de Fátima a dos de los tres videntes de las apariciones, Francisco y Jacinta Marto, a las 11.26 horas (hora española), ante una multitud de cientos de miles de personas que llenaban el recinto del santuario y se desbordaban por las calles adyacentes. "Declaramos y definimos como santos a Francisco y Jacinta Marto", ha proclamado el Pontífice.

El obispo de Leiría Fátima, monseñor Antonio Marto, ha presentado la biografía de Francisco y Jacinta, en el inicio de la Misa de canonización, tras la cual el Papa ha pronunciado la fórmula de canonización por la cual los videntes de Fátima son proclamados santos.

En la ceremonia estaba presente el pequeño Lucas, que sufrió una caída y un traumatismo craneal, cuya vida fue desahuciada por los médicos y que curó inexplicablemente, por intercesión de Francisco y Jacinta, y cuya curación ha servido para la aprobación de la canonización de los pastores.

Durante la procesión que abrió la ceremonia, las reliquias de Francisco y Jacinta, que murieron con 9 y 10 años, se colocaron junto al altar con la imagen de la Virgen.

Los relicarios con forma de ampolla de cristal contenían un mechón de pelo de Jacinta y un fragmento de hueso de la costilla de Francisco y fueron colocados en el altar por Angela Coelho, la postuladora de la causa de la canonización, y por Pedro Valinho, asesor de la postulación y actual director del Servicio de Peregrinos del Santuario.

Francisco y Jacinta se convierten así en los primeros niños santos por obrar un milagro y no por ser considerados "mártires". El milagro por su intercesión que fue aprobado para poder ser santos es la curación del niño brasileño, Luca Baptista, que sufrió una grave lesión cerebral al caer por una ventana en marzo de 2013, cuando tenía 5 años.

Sus padres, João Baptista y Lucila Yuri, procedentes del municipio de Juranda, en el estado de Paraná, rezaron a los pastorcillos de Fátima y el niño se recuperó de una "manera inexplicable para la ciencia". Hoy esta familia llevará las ofrendas en la misa que celebrará Francisco en Fátima.

Al final de la misa, las dos reliquias dejarán el altar siguiendo la procesión con la imagen de Fátima hasta la capilla de las apariciones, donde quedarán expuestas durante todo el día. Después regresarán a la "Casa de las Candeias", donde se encuentran habitualmente, mientras que los cuerpos de Francisco y Jacinta están enterrados en la basílica de Nuestra Señora Del Rosario de Fátima.

Francisco Martos nació el 11 de junio de 1908 y su hermana Jacinta, el 5 de marzo de 1910, eran dos de los siete hijos del matrimonio de Manuel Pedro Marto y Olímpia de Jesús. Entre mayo y octubre de 1917, presenciaron, junto a su prima Lucia Dos Santos, las apariciones de la Virgen en Cova de Iría.

Francisco, con "un estilo de vida caracterizado por la adoración y contemplación" -según ha subrayado el obispo de Leiría al leer su biografía- falleció el 4 de abril de 1918, víctima de una epidemia bronconeumónica, a los 9 años.

Su hermana, "caracterizada por la entrega generosa de sí", en palabras del obispo de Leiría, falleció el 20 de febrero de 1920, víctima también de la misma epidemia, a los 9 años. Sus restos mortales reposan en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, en Fátima.

ESPERANZA Y PAZ PARA LA HUMANIDAD

Por su parte, el papa Francisco suplicó a la Virgen de Fátima que conceda la "esperanza y la paz" que necesita toda la humanidad, durante la homilía que pronunció en el santuario portugués donde acudió para celebrar el centenario de las apariciones marianas. En esta ceremonia, el papa también proclamó santos a los dos niños pastores, Jacinta y Francisco, que junto con su prima Lucía fueron testigos de las apariciones.

"Gracias por haberme acompañado. No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas", afirmó Francisco ante los cientos de miles de personas que se congregaron en la explanada del santuario.

Y agregó: "Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados".

También exhortó a una "movilización general contra esa indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía". "No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida", subrayó.

Al hablar de las apariciones de las que se cumplen hoy 13 de mayo cien años, el papa argentino explicó que la Virgen "no vino aquí para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo, por supuesto".

Según Jorge Bergoglio, aunque "advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida -a menudo propuesta e impuesta- sin Dios y que profana a Dios", lo que hizo con sus apariciones es "recordarnos la Luz de Dios". "Queridos Peregrinos, tenemos una Madre. Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús", agregó.

Describió a la Virgen como "un ancla" donde fijar "nuestra esperanza en esa humanidad colocada en el cielo a la derecha del Padre". "Que esta esperanza sea el impulso de nuestra vida. Una esperanza que nos sostenga siempre, hasta el último suspiro".

El Papa también citó en su homilía a los ya santos "san Francisco y santa Jacinta Marto, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran". "De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos", dijo.