Seúl, Tokio y Washington acordaron hoy elevar al máximo la presión sobre Corea del Norte tras su sexta prueba atómica, mientras que los análisis del ensayo muestran que Pyongyang ha incrementado sensiblemente sus capacidades nucleares. Los líderes de los países aliados reclaman a la comunidad internacional ir todo lo lejos posible en las sanciones sobre el ya aislado régimen con vistas a asfixiar completamente su economía, y coinciden en la necesidad de dar una respuesta militar contundente al test nuclear norcoreano más potente hasta la fecha.
Los presidentes surcoreano y estadounidense, Moon Jae-in y Donald Trump, y el primer ministro nipón, Shinzo Abe, han intensificado sus contactos telefónicos en las últimas horas para sacar adelante un nuevo paquete de sanciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, antes de la reunión de urgencia que este organismo celebra hoy. Moon reclama aplicar "un nivel máximo de sanciones y de presión" sobre Pyongyang, según informó la oficina presidencial de Seúl, mientras que Tokio y Washington apuestan por imponer un embargo total de petróleo sobre Corea del Norte, dijeron fuentes gubernamentales niponas.
Tanto Moon como Abe señalaron a Pekín -principal aliado y socio comercial de Corea del Norte que también ha condenado con firmeza su nuevo ensayo atómico- y le reclamaron que aproveche su proximidad a Pyongyang para tratar de empujarla a la desnuclearización, además de pedir a Rusia que apoye también una nueva ronda de sanciones.
Seúl, por su parte, hizo una demostración de fuerza mediante maniobras con fuego real en las que ensayó ataques aéreos y con misiles balísticos a la base nuclear norcoreana de Punggye-ri, donde han tenido lugar los seis ensayos atómicos del país vecino.
Los aliados planean además el despliegue de uno de los portaaviones nucleares de EEUU en aguas próximas a la península de Corea, a lo que se uniría el envío de bombarderos estratégicos, señaló hoy Seúl después de que el jefe del Pentágono, James Mattis, prometiera que habrá una "gran respuesta militar" ante "cualquier amenaza" de Corea del Norte. El Gobierno de Moon, que había ofrecido a Pyongyang sentarse en la mesa de negociaciones, parece haber tirado la toalla y coincide ahora con la Casa Blanca en que "es más necesario reforzar la disuasión militar que perseguir el diálogo", admitió hoy el ministro surcoreano de Defensa, Song Young-moo.
El test atómico norcoreano del pasado domingo generó un seísmo de unos 6 grados en la escala abierta de Ritcher, detectado por organismos sismológicos de diversos países que estimaron la fuerza de la detonación entre 50 y 120 kilotones, es decir, al menos cinco veces más que el anterior ensayo de septiembre de 2016. Los medios estatales norcoreanos afirmaron que se trató de una "bomba de hidrógeno de dos fases" probada "con total éxito", cuya potencia puede ajustarse "entre las decenas y los centenares de kilotones", e instalable en un misil intercontinental (ICBM).
Muchos expertos dudan que Corea del Norte haya logrado dominar la tecnología de fusión de hidrógeno o termonuclear (más eficiente y destructiva que la de bombas atómicas convencionales), y que sea capaz de miniaturizar uno estos dispositivos para instalarlos en ICBM plenamente operativos. Esto permitiría a Corea del Norte ejecutar un ataque nuclear sobre territorio estadounidense con artefactos mucho más potentes que los que arrasaron las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki al término de la II Guerra Mundial.
En cualquier caso, el nuevo ensayo demuestra un paso adelante considerable en las capacidades nucleares norcoreanas, y puede proveer al país de valiosos datos técnicos para continuar desarrollando su programa atómico. Ahora resta por ver si las exhibiciones de poderío militar y las sanciones surten efecto alguno sobre el régimen de Kim Jong-un, embarcado desde comienzos de año en una actividad armamentística más intensa de lo habitual aparentemente destinada a disuadir al mundo -y sobre todo al nuevo ocupante de la Casa Blanca- de cualquier intento de agresión.