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El presidente estadounidense, Donald Trump, dio este martes un discurso disciplinado y optimista en el que llamó a la conciliación ante las amargas divisiones políticas en el país, pero se enrocó en algunas posturas polémicas que le impidieron tender puentes a la oposición demócrata. Con una hora y veinte minutos de duración, el discurso sobre el Estado de la Unión de Trump fue el tercero más largo de la historia de esas alocuciones, después de los que pronunció Bill Clinton en 2000 y 1995, y estuvo lleno de mensajes destinados a complacer tanto a su base incondicional como al aparato del partido republicano.

Trump se ajustó al guión cuidadosamente preparado por sus asesores, y lo primero que hizo fue llamar a la unidad, pedir a los estadounidenses que convivan "como una familia" y al Congreso que "deje a un lado las diferencias". Pero, según expertos consultados por Efe, él mismo boicoteó la eficacia de ese mensaje. "La sección sobre la reforma migratoria hizo mucho daño al objetivo general de unidad", dijo a Efe un experto en comunicación política en la Universidad de Michigan, Aaron Kall. Su frase de que "los estadounidenses también son soñadores" indignó a muchos demócratas que abogan por una vía a la ciudadanía para los jóvenes indocumentados en el país, conocidos como "soñadores", al tiempo que deleitó a varios "supremacistas blancos, que la compartieron en Internet tras el discurso", apuntó Kall. Otro ejemplo fue su defensa de un país en el que todos se "ponen orgullosamente en pie cuando suena el himno nacional", una alusión a aquellos jugadores de Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) que optan por no hacerlo en señal de protesta, algo que Trump ha criticado muchas veces en Twitter. "Ese fue un comentario innecesariamente divisivo", opinó Tammy Vigil, profesora de comunicación política en la Universidad de Boston, en declaraciones a Efe.

Su invitación al bipartidismo sonó vacía para muchos demócratas debido al inmovilismo que hasta ahora ha demostrado la Casa Blanca en las negociaciones sobre inmigración, y la promesa de cooperación de Trump parece destinada a funcionar únicamente si "todos están de acuerdo con su punto de vista y el de su base", reflexionó Vigil. Pero el discurso fue "el más hábil que Trump ha pronunciado jamás", lleno de "conmovedoras y detalladas historias de heroísmo y valor", según aseguró a Efe un experto en discursos presidenciales en la American University de Washington, Robert Lehrman. Trump prescindió de "los insultos, las burlas de sus enemigos, las caricaturas de afroamericanos o hispanos que han marcado muchas de sus declaraciones" desde que llegó al poder, señaló Lehrman. "Los republicanos están aterrorizados sobre lo que significará la decreciente popularidad de Trump para sus propias campañas en (las elecciones legislativas de noviembre) de 2018. Estoy seguro de que están más esperanzados después de esta noche", indicó el experto.

En el mismo sentido, Robert Shapiro, profesor de política estadounidense en la Universidad de Columbia, opinó que el "disciplinado" discurso de Trump "le ayudará con su partido y no alienará a los votantes como sí han hecho sus tuits".

"Apeló a su base y podría haber apelado a votantes que estén indecisos de cara a las elecciones (de noviembre). Pero no conquistó a quienes se le oponían antes de empezar el discurso, especialmente debido a lo que dijo sobre inmigración", declaró Shapiro a Efe. Trump no suele fijarse en el ejemplo de sus predecesores, pero en esta ocasión sí emuló a otros presidentes e incluso explotó al máximo la costumbre de incluir en su discurso las historias de sus invitados personales, que estaban presentes en la sala.

"(Ronald) Reagan fue el primero que convidó a un invitado especial, Lenny Skutnik, en 1982. Trump llevó al extremo esa idea al invitar y reconocer a mucha gente", subrayó Kall. Eso generó una similitud entre su discurso y el que dio en 2015 un gran antagonista de Trump, Barack Obama, que también conectó su mensaje con las historias personales de sus invitados, dijo Lehrman. Trump se asemejó a otro presidente demócrata, Bill Clinton, en su decisión de "ignorar" en el discurso la investigación sobre los posibles lazos entre Rusia y su campaña; igual que, hace 20 años, su predecesor decidió no mencionar el escándalo sobre Mónica Lewinsky en su alocución sobre el Estado de la Unión, según Kall. Los expertos coinciden en algo: el aura "presidencial" que Trump conquistó con este discurso se disipará pronto, a golpe de tuits