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El papa Juan Pablo II (1920-2005) será proclamado beato el próximo 1 de mayo en una solemne ceremonia que su sucesor, Benedicto XVI, oficiará seis años y un mes después de su muerte.

Se esperan que cientos de miles de personas, muchas de ellas provenientes de Polonia, su país natal, asistan a la beatificación en la plaza de San Pedro del primer papa polaco de la Iglesia católica, cuya contribución a la caída del comunismo se considera decisiva.

El papa Wojtyla falleció el 2 de abril de 2005 y su beatificación será un evento histórico sin precedentes, ya que en los últimos diez siglos de la Iglesia católica ningún Papa proclamó beato a su predecesor, como ocurrirá ahora.

Hay que remontarse a la Edad Media para encontrar casos más o menos similares, como el de Pietro de Morrone, el eremita elegido papa con el nombre de Celestino V en 1294 y que renunció al Solio Pontificio varios meses después. Fue proclamado santo en 1313, veinte años después de la muerte, pero por su tercer sucesor.

La santidad de León IX (1002-1045) y de Gregorio VII (1020-1085) sí fue reconocida inmediatamente después de sus fallecimientos.

Juan Pablo II será elevado a la gloria de los altares después de que Benedicto XVI promulgara el 14 de enero de este año el decreto por el que se reconoce un milagro por su intercesión.

Se trata de la curación inexplicable para la ciencia de la monja francesa Marie Simon Pierre, de 51 años, que padecía desde 2001 Parkinson, la misma enfermedad que tuvo Wojtyla.

El proceso se abrió el 28 de junio de 2005 en Roma, ciudad en la que murió y de la que fue obispo durante 26 años.

La causa se abrió por deseo de Benedicto XVI, sin esperar a que transcurrieran cinco años de su muerte, como establece el Código de Derecho Canónico y como ocurrió con la Madre Teresa de Calcuta, a la que beatificó seis años y dos meses después de su muerte.

El anuncio fue acogido con gran alegría en el mundo católico, donde aún sigue vivo el grito "santo súbito" (santo ya) que miles de personas corearon aquel 8 de abril de 2005 durante el funeral.

A la ceremonia, a la que podrán acudir todos los fieles que lo deseen, sin reglamento de entradas, asistirán delegaciones oficiales de 51 países. España ha anunciado que asistirán los Príncipes de Asturias y el ministro de la Presidencia, Ramón Jaúregui.

También asistirán, entre otros, el presidente de México Felipe Calderón; el primer ministro francés, François Fillon, así como la primera dama de la República Dominicana, Margarita Cedeño.

Cuando el papa lo proclame beato, se descubrirá un gran retrato de Juan Pablo II colocado en el balcón principal del templo y se cantará el himno del beato, en latín.

Después Benedicto XVI anunciará que la festividad litúrgica del beato se celebrará el 22 de octubre, aniversario del comienzo de su pontificado (1978).

Las celebraciones serán en la diócesis de Roma y en Polonia, la primera debido a que fue obispo de la Ciudad Eterna y Polonia porque es su país natal.

Aunque el Vicariato de Roma pidió al comienzo de la causa de beatificación que se le concediera "culto universal" por ser un caso que supera el lugar donde nació y donde ejerció, sólo se le ha concedido el culto privado, local, como corresponde a los beatos.

La Iglesia admite para el beato el "culto privado", es decir en la zona donde nació o ejerció su labor, mientras que al santo se le reconoce el culto universal.

Varias decenas de cardenales concelebrarán con Benedicto XVI y la comunión será repartida por 800 sacerdotes.

En la plaza de San Pedro y en zonas adyacentes serán colocadas 14 pantallas gigantes de televisión para seguir la ceremonia.

Tras concluir la misa, el papa Ratzinger y los cardenales irán en procesión desde la plaza hasta el interior de la basílica, donde se postrarán ante el féretro de Juan Pablo II, que dos días antes será sacado de la tumba y colocado ante el altar mayor de la basílica (el Altar de la Confesión, que cubre el Baldaquino de Bernini).

Después, los fieles podrán acercarse hasta el féretro para rendir homenaje al papa que guió a la iglesia durante casi 27 años (1978-2005) y la introdujo en el tercer milenio.

Aunque Benedicto XVI decidió al principio de su pontificado no oficiar ceremonias de beatificaciones y sólo de canonizaciones, de nuevo hará una excepción, como en septiembre de 2010, cuando proclamó beato al cardenal John Henry Newman (1801-1890), un converso del anglicanismo.