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La detención hoy de Saif al Islam, el único hijo del difunto dictador Muamar al Gadafi que seguía en Libia, pone fin al epílogo de un régimen que se derrumbó en agosto con la caída de Trípoli y que se desvaneció dos meses después, con la muerte de Gadafi y la pérdida del último bastión, Sirte.

"A pesar de que figura como uno de los símbolos del viejo régimen, será tratado como un prisionero de guerra conforme a las leyes internacionales", declaró a Efe el primer ministro interino Abderrahim al Kib, poco después del anuncio de su detención.

Al Kib, que se trasladó a Zintan, donde fue trasladado Al Islam tras su captura, para realizar el anuncio oficial de la detención, aseguró que hoy es "un momento histórico" y que tras su detención Libia comienza la construcción de "un estado levantado sobre la libertad, la ley, la justicia y la transparencia".

"Saif y los que están con él serán juzgados de una manera justa que garantizará los derechos legales y los acuerdos internacionales, esos derechos de los que durante 42 años ha estado privado el pueblo libio", aseguró en una breve ceremonia interrumpida por aplausos y alabanzas a Dios.

Según el relato de Bashir al Talib, jefe del consejo militar de Zintan, situado a 150 kilómetros al sur de Tripoli, Al Islam se encuentra en buen estado de salud, una información que confirmó a Efe el ministro de Justicia del Consejo Nacional de Transición libio (CNT), Mohamed al Alagui, y que corroboraron varias imágenes difundidas posteriormente.

La primera prueba gráfica de su detención, aparecida en el canal libio Libiya, le mostraba reclinado sobre una cama con tres dedos de la mano vendados. Una herida que según el jefe del consejo militar de Trípoli, Abdelhakim Belhach, tenía antes de ser detenido.

Posteriormente, el canal catarí Al Yazira retransmitía unas imágenes en el avión que lo trasladaba del lugar donde había sido detenido hasta Zintan, de donde provenía la brigada de milicianos que lo detuvo.

Aparecía ataviado con las vestimentas típicas de los tuareg, con una túnica y un turbante color beis.

Saif al Islam, que durante el levantamiento popular que estalló el 17 de febrero se convirtió en el portavoz del régimen, fue detenido sin ofrecer resistencia a unos 50 kilómetros de Obari, una localidad situada a unos 800 kilómetros al sur de Trípoli.

Se encontraba junto a tres acompañantes cuando una brigada rebelde "Abu Bakr al Sedik", nombre del primer califa del islam, lo detuvo.

Sobre su procesamiento, Abdelhakim Belhach, quiso subrayar que la justicia libia "tendrá algo que decir", en relación a la orden de búsqueda internacional que pesa sobre Al Islam.

La fiscalía general de la Corte Penal Internacional (CPI), ya ha contactado con las autoridades libias para asegurarse de que cualquier procedimiento "sea acorde con la ley", según Florence Olara, portavoz del fiscal general del tribunal.

El pasado día 9, el fiscal general de la CPI, Luis Moreno Ocampo, precisó que si las autoridades libias "abrieran una investigación contra Saif al Islam por los mismos crímenes" de los que le acusa la CPI, la última palabra sobre dónde juzgarle la tendría La Corte.

Sea juzgado en Libia, como han sugerido las autoridades libias o en La Haya, la detención de Al Islam pone fin al epílogo de un régimen que comenzó a levantar a su imagen y semejanza Muamar el Gadafi tras un golpe de Estado en 1969.

Un régimen cuyo fin comenzó con el levantamiento popular del pasado 17 de febrero que se hizo fuerte en el este del país y, con la ayuda de la OTAN, que impuso una zona de exclusión aérea, fue ganando terreno a las fuerzas de un régimen que nunca dio su brazo a torcer.

En su retroceso, los miembros del todopoderoso clan Gadafi fueron cayendo en el camino o abandonando el país.

Saif al Arab, hijo de Gadafi, murió el 20 de abril en un bombardeo de la Otan contra el complejo residencial de Gadafi en Trípoli. El 29 de julio, tres hijos del dictador, Mohamed, Aisha y Hanibal y su segunda esposa, Safía, encontraban refugio en Argelia que los acogía por "razones humanitarias".

Un mes después, otro hijo de Gadafi, Jamis, encargado de reprimir la sublevación, moría en unos combates en Tarhuna, a uno 90 kilómetros al sur de Trípoli.

En el mes de septiembre Saadi, jugador de fútbol profesional, huía a Niger, y finalmente, el 20 de octubre, pocas horas después de que se anunciara la caída del último bastión gadafista, Sirte, Gadafi y su hijo Mutasim eran detenidos, torturados y muy posiblemente asesinados por los rebeldes.

Sólo quedaba Saif al Islam, que según las autoridades del CNT, concentradas ahora en nombrar un gobierno transitorio, no entrañaba ya ningún peligro para la nueva Libia.

LA FIESTA SE DESATA TRAS LA CAPTURA DE SAIF AL ISLAM

Un ambiente de fiesta reina desde el mediodía en la ciudad libia de Zintan, donde se celebra la detención de Saif al Islam, capturado en el sur del país por rebeldes de esta localidad adonde ha sido trasladado esta misma tarde.

"Esta es la victoria de todo el pueblo libio y no solamente de los revolucionarios de Zintan", dijo a Efe Jaled, un habitante de esta localidad situada a 150 kilómetros al sur de Trípoli y que, como muchos vecinos, se ha acercado hasta la plaza Tahrir (Liberación), para celebrar la caída del último hijo de Gadafi que permanecía en Libia.

Jaled subrayó, además, que la población de Zintan se ha comprometido a garantizar la seguridad de Saif al Islam y de aquellos que fueron detenidos con él y agregó que no les pasará nada.

El dictador Muamar El Gadafi, padre de Saif, y Mutasim, su hermano, murieron después de ser detenidos y torturados por los rebeldes, el pasado 20 de octubre en la ciudad de Sirte, último bastión gadafista.

Las calles de la localidad se han llenado de gente tras el anuncio de la detención de Al Islam y su traslado a la ciudad a bordo de un avión enviado por el Ejército.

Miles de personas han salido a las calles para celebrar "la nueva victoria de la revolución" y rendir homenaje a los rebeldes, mientras que centenares de libios se han acercado desde ciudades como Misrata y Trípoli para unirse a la fiesta.

Con el comienzo de la tarde han ido confluyendo en la plaza de Tahrir, donde los gritos de Allahu Akbas (Dios es grande), se mezclan con canciones revolucionarias.

"No le pasará nada malo (a Saif al Islam), para que se lleven a cabo las investigaciones y mostrar al mundo la magnitud de los crímenes cometidos por el, en particular, y por el régimen de su padre, en general", subrayó Jaled.