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Casi diez millones de griegos elegirán este domingo a su parlamentarios en unos comicios adelantados. Las encuestas apuntan a que la participación será baja y a que el parlamento quedará muy atomizado, con la entrada de entre siete y diez partidos políticos.

Los griegos, pasarán factura a los dos grandes partidos, el socialista y el conservador, que probablemente no podrán gobernar ni aunque formen una coalición, lo que de momento no entra en sus planes. El resto de los partidos que se presentan tanto de izquierdas como de derechas son contrarios a cumplir sus compromisos con Berlín y Bruselas.

Los griegos vivían la jornada de reflexión con escasos motivos de júbilo. La frustración y las pocas esperanzas de mejorar las condiciones de vida son evidentes ante las elecciones de mañana.

El cierre de campaña ha estado jalonado por llamamientos y eslóganes que revelan la gravedad de la crisis financiera, que ha empobrecido a la población hasta niveles insospechados desde la última cita electoral, en octubre de 2009.

El país está encallado en el quinto año de una durísima recesión, sin perspectiva alguna de alivio para muchos griegos, que han perdido el empleo y que puedan alimentar a duras penas a sus familias.

Las cifras más recientes hablan un lenguaje bien claro: un paro del 21,8 por ciento, un retroceso de la economía de casi el 15 por ciento en los últimos cinco años y una deuda soberana equivalente al 170 por ciento del PIB a principios de 2012, antes de la quita aplicada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar al país una quiebra inminente.

Las cargas tributarias introducidas para cumplir con los preceptos de estos organismos internacionales han asfixiado no solo el crecimiento, sino empobrecido a la clase media y han hecho salir a la calle a muchos ciudadanos que protestan contra el dictado de Bruselas.

Ante este panorama y una potencial salida de Grecia del euro, que no ha podido ser aún descartada, los llamamientos de los políticos al cierre de la campaña han estado cargados de un dramatismo propio de las adversidades que caracterizan a estos críticos tiempos.

"El gran dilema es: Euro y estabilidad o Estado ingobernable" era el eslogan al cierre de campaña pronunciado ayer por Evángelos Venizelos, el ex ministro de Finanzas y líder del partido socialdemócrata Pasok y posible socio minoritario de un futuro gobierno de coalición con los conservadores de Nueva Democracia.

"El domingo está en juego el destino de nuestro pueblo", dijo Venizelos en un mitin de Atenas ante unos 5.000 seguidores, para agregar después: "Se decidirá si permanecemos en Europa y en el euro o si mandamos el país por la senda de la bancarrota y a su pueblo a la pobreza extrema".

El líder de Nueva Democracia, Antonis Samarás, y actual socio del Pasok, prometía en la ciudad septentrional de Alexándropolis que "Mañana Grecia pasa página" y que "la victoria de Nueva Democracia será la garantía de que haya gobierno".

Pero las encuestas contradicen este mensaje, ya que según los sondeos de hace dos semanas, los últimos que se pueden publicar según la ley, ningún partido obtendrá una mayoría suficientemente cómoda para gobernar en solitario.

Nueva Democracia lograría un apoyo popular de entre el 22 y 25 por ciento, mientras que el Pasok se colocaría entre el 15 el 18 por ciento.

Estos dos partidos, que se han alternado en el poder durante casi cuatro décadas, tendrán que negociar una coalición, una práctica sin tradición en Grecia, salvo en los últimos meses bajo la batuta del gobierno del tecnócrata Lukás Papadimos, ex vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE).

Siguen en intención de voto la izquierdista Syriza, con un apoyo del 10 al 13 por ciento y los comunistas ortodoxos del KKE, con otro 10 y 11 por ciento, y seis o siete grupos, desde neonazis hasta la extrema izquierda, con una intención de voto por encima del 3 por ciento, el umbral para entrar en el Parlamento.

Pero los institutos demoscópicos navegan por aguas desconocidas ante esta cita electoral por la gran incógnita que supone la conducta de unos ciudadanos que han visto cómo se deterioraba con una rapidez inusitada su calidad de vida desde las elecciones de 2009, cuando barrieron a Nueva Democracia los socialistas del Pasok, liderados por Yorgos Papandréu.

El nuevo gobierno heredó entonces una serie de datos macroeconómicos falsificados, como el déficit fiscal de más del 15 por ciento, frente al 6 por ciento dado por Nueva Democracia, lo que disparó las alarmas en Bruselas.

Las medidas impuestas a continuación por los organismos internacional para corregir esta situación han provocado una honda crisis social y económica, que constituyen la peor tragedia que ha afligido a Grecia desde la II Guerra Mundial.

RECORTES EN LAS ELECCIONES

Ser abogado un día de elecciones en Grecia solía ser una bicoca. "Ahora nos han rebajado la paga, pero recuerdo que, cuando mis padres acudían a las elecciones durante la década de los noventa, les pagaban el equivalente en dracmas más de 1.000 euros por un sólo día de trabajo", explica a EFE una abogada ateniense, también hija de abogados, que pide el anonimato.

"Con un sólo día de trabajo podían pagarme todas las clases privadas de inglés de un año", añade.

En Grecia, las mesas electorales están presididas por un abogado, juez o fiscal, que cobra un salario adicional por ello. De acuerdo con la legislación, la mesa se compone también de ciudadanos elegidos por sorteo, pero al no estar obligados a presentarse muy pocos lo hacen, por lo que la mesa electoral suele terminar regida por el togado con la ayuda de los interventores de los partidos políticos.

Dado el gran déficit que atenaza las arcas públicas griegas, el gobierno se ha visto obligado a recortar los gastos administrativos que suponen estas elecciones.

Si en octubre de 2009 el gasto total fue de 83 millones de euros, esta vez, los comicios costarán 50 millones de euros a los bolsillos de los contribuyentes.

De ellos, 8,5 millones de euros serán destinados a la compra de material y 41,5 millones de euros al pago del personal.