Hasan Rohani ganó las elecciones presidenciales ayer en Irán y hoy, al saber que un reformista había llegado al Gobierno, Teherán se echó a la calle y recuperó la alegría perdida desde los comicios de hace cuatro años, cuando las denuncias de fraude y protestas fueron sangrientamente reprimidas.
Después de que a las ocho y veinte de la tarde el ministro del Interior anunciara que Rohani había obtenido la Presidencia, pasaron pocos minutos para que en todos los barrios de Teherán se oyeran bocinas, gritos y música para celebrar algo que muchos consideraban una revancha de lo sucedido tras los comicios de 2009.
De poco sirvieron los llamamientos del Ministerio del Interior, el Consejo de Guardianes y la propia oficina de campaña de Rohani a mantener la calma y evitar manifestaciones públicas, pues antes de que tuvieran tiempo de hacerlos las calles estaban llenas de jóvenes, y también menos jóvenes, ancianos y niños.
Rohani y otros conocidos reformistas, como la hija del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanyani, Fatemeh Hashemi, se reunieron para celebrar la victoria del nuevo presidente electo, mientras en la calle Karim Jan, en el centro, frente a su cuartel de campaña, se repartían flores y dulces.
Mientras tanto, en calles como Vali Asr, la más larga de Teherán, que une la llanura desértica del sur con las montañas del norte, el atasco era monumental y de los coches, repletos de gente de todo tipo, partían música y gritos de respaldo a Rohani y en defensa de un cambio de rumbo o de régimen.
Canciones como "Te reconstruiré, Patria", del cantautor iraní Dariush, prohibida por su significación en el Movimiento Verde reformista de 2009, se podían oír en muchos vehículos, de los que también partían gritos en demanda de libertad para los presos políticos.
Pero el denominador común era la alegría: "Esto no es nada comparado con el júbilo que se desató en 2009, pero aquellas risas se convirtieron en lágrimas y, hasta hoy, no había visto nada parecido", dijo a Efe, en el cruce de Vali Asr con la autopista Nayesh, Joana, una mujer de 57 años, profesora de una guardería.
En ese punto comienza el parque Mellat y era uno de los lugares donde espontáneamente varios cientos de personas se habían reunido para cantar, compartir su felicidad y corear consignas pidiendo la libertad de los líderes del Movimiento Verde, Mir Husein Musavi y Mehdi Karrubi, en prisión domiciliaria incomunicada y sin juicio desde hace casi dos años y medio.
También gritaban sin cerrar "Ahmady bye bye", despidiendo al presidente saliente, Mahmud Ahmadineyad, cuya elección en 2009 provocó las denuncias de fraude y las protestas que originaron la represión.
En los coches metidos en el embotellamiento, grupos de amigos y amigas, familias con sus niños pequeños y parejas animadas con cintas y globos violeta, el color de Rohani, y otros verdes, en recuerdo de Musavi, no dejan de tocar la bocina y ondear retratos del nuevo presidente con dos llaves: Las llaves del éxito que ha prometido.
Dos amigas, Nasim y Sepideh, de 35 años, vestidas con llamativos pantalones y pañuelos verdes, también animan a la gente y llaman a sus amigos para que se unan a ellas y demuestren que "el miedo, que ha tenido a la gente encerrada estos cuatro años, lo hemos perdido".
"Queremos alegría y queremos un cambio", dicen, mientras un grupo de jóvenes en pequeñas motocicletas pasan también dando gritos de júbilo, con retratos de Rohani.
En medio de la autopista Nayesh, también atascada y poblada por un ruido ensordecedor, dos muchachos se han bajado del coche con unos pañuelos en la cabeza, remedando los que el régimen islámico impone a las mujeres, y bailan con música occidental a todo volumen.
Por Shariati, otra de las calles que va de sur a norte, un grupo de chicas jóvenes, no más de diez, con pañuelos y cintas verdes, bajan manifestándose entre los coches y piden "libertad para Musavi y Karrubi" y "libertad para los presos políticos".
Kiana, una chica de 23 años, que también está en el coche de su familia en Vali Asr, explica que ha salido con sus padres y sus sobrinos pequeños a "vivir un poco de libertad, porque esta vez parece que han hecho caso de nuestros votos", en referencia a las denuncias de fraude de 2009.
Allí mismo, un anciano con un globo violeta, sentado en el bordillo de la acera, aparentemente sólo, contesta con una sonrisa a la preguntas de que está haciendo y sigue mirando el espectáculo, inaudito en el régimen islámico de Irán, donde la risa y la alegría en público están mal vistas o son delito.
Mientras tanto, la Policía, siempre dispuesta a intervenir en Irán, está desaparecida, pues seguramente han entendido que las olas y la marea son imparables y, aunque se escuchan noticias y rumores de que han cargado contra una concentración en la plaza Vanak, más al sur, no se pueden confirmar y llegar hasta allí es imposible.
Mientras unos empiezan a desertar y volver a casa, a media noche muchos salen para unirse al alborozo, pues como dice Shayam, "no hemos votado, no creemos en este régimen, pero no es cuestión de perderse una fiesta cuando parece que ha vuelto la alegría".