Josef Fritzl, el jubilado austríaco condenado a cadena perpetua por esclavizar y violar a su hija durante 24 años, ha roto su silencio para asegurar que espera salir vivo de la prisión para cuidar de su mujer y lamentar que nadie le visite en prisión.
Internado desde hace 18 meses en el pabellón de enfermos mentales de la prisión de Stein, cerca de Viena, el conocido como "monstruo de Amstetten" ha hablado por primera vez con un medio de comunicación sobre su vida en la cárcel y la inexistencia de contacto con su familia.
"Le he escrito ocho cartas. Nunca he recibido respuesta. Pero yo sé que ella aún me quiere", asegura Fritzl sobre su esposa en una entrevista con el periódico alemán "Bild", de la que se hacen eco hoy varios medios austríacos.
ME QUIERE
"Mi sueño es poder salir con vida de aquí. Luego, me gustaría cuidar de mi mujer, porque ella siempre me ha sido fiel", añade en la conversación Fritzl, condenado a cadena perpetua por los delitos de asesinato por omisión de socorro, esclavitud, de violación, privación de libertad, coacción grave y de incesto.
Sobre su hija Elisabeth, víctima de sus violaciones durante un cuarto de siglo, y sobre los delitos por los que ha sido condenado, Fritzl se despachó con un lacónico "sobre eso no quiero decir nada". Ante las preguntas de los reporteros, Fritzl apenas murmuró algo sobre el "amor" a su hija y cambió de tema, según publican los periódicos austríacos.
El jubilado de 75 años también explica que no ha recibido la visita de ninguno de sus 13 hijos (seis de ellos producto de las violaciones a Elisabeth). "Mis hijos serían interceptados por las autoridades antes de poder llegar a mí", justificó Fritzl el hecho de que nadie le ha visitado aún en la cárcel.
El condenado sí se explayó más sobre su rutina en la cárcel y dio detalles sobre la celda de 11 metros cuadrados que ocupa. Se levanta a las 05.30, se lava, hace ejercicio y friega los pasillos de la prisión.
También sale a pasear al patio, siempre acompañado por dos funcionarios que le protegen de posibles ataques de otros internos.
Para entretenerse, cuenta con un televisor en su celda, en la que disfruta viendo la comedia estadounidense "Dos hombres y medio" (Two and a half men). "El niño que actúa ahí me recuerda a mi hijo. Eso me relaja, me hace falta para reír. Cuando uno está siempre muerto de pena, el alma se destruye", indicó.