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Pese a la censura de unas autoridades que recelan de este tipo de iniciativas espontáneas, el movimiento #MeToo ("yo también", en inglés) ha despegado en China con una serie de denuncias por abusos sexuales que se han hecho virales en las redes sociales del país.

El movimiento prendió el pasado mes de enero, cuando la estudiante Luo Xixi denunció en la red social Weibo, equivalente chino a Twitter, que un profesor de la Universidad de Beihang había intentado violarla.

Desde entonces muchas otras mujeres no han cesado de compartir historias de agresiones sexuales en un país que hasta ahora no estaba tan habituado a este tipo de denuncias.

"Esto es solo el principio de #MeToo en China", comenta a Efe la abogada Li Ying, especializada en asuntos de género. "La estructura patriarcal está en todas partes, la cultura de las agresiones sexuales es muy poderosa y no es fácil denunciar, porque en la mayoría de las veces los acosadores amenazan a las mujeres con destruir sus vidas si denuncian", señala.

Según una encuesta que realizó la organización Voces Feministas en la popular red social Wechat, cerca del 80 por ciento de las víctimas no pidieron ayuda tras sufrir acoso sexual porque tenían miedo a represalias o se sentían avergonzadas.

Sin embargo, las denuncias no han dejado de extenderse y pasaron de los campus universitarios a empresas, ONG, medios de comunicación e incluso la comunidad religiosa.

Uno de los casos que más polémica ha levantado fue el de una mujer que acusó a un conocido presentador de la Televisión Central de China de haberla acosado mientras realizaba prácticas en la emisora.

Otro suceso que se hizo viral en las redes es el despido de un gestor de inversores de IDG Capital tras difundirse acusaciones de que había acosado a mujeres durante el trabajo.

Incluso uno de los monjes budistas más conocidos del país, el Maestro Xuecheng, presidente de la asociación que regula esa religión en China, fue acusado hace una semana de abusar sexualmente de monjas en uno de los templos que dirige.

Sin embargo, este movimiento se ha desarrollado en China bajo otros nombres porque los usuarios de las redes tienen la certeza de que el Gobierno chino ve el movimiento como una amenaza ante el temor de que las acusaciones se extiendan a los funcionarios.

Hace unos meses, los censores entraron en acción y prohibieron la etiqueta #MeToo de Weibo y borraron algunos testimonios, mientras que la plataforma Douban se vio obligada a cerrar un enlace en el que pedía a sus usuarios que denunciaran casos de abusos sexuales.

Es por eso que los activistas comenzaron a utilizar etiquetas alternativas como #MiTu, cuyos caracteres en chino representan un cuenco de arroz y un conejo, por su semejanza con la pronunciación de #MeToo en inglés.

El último caso en hacerse público ha sido el de un gerente de Mobike, empresa dominante del sector de las bicicletas compartidas, denunciado por acusar sexualmente de tres empleadas y de "utilizar su poder para reprimir a quienes actuaran en contra de sus deseos".

"No todos los empleados tienen el coraje de levantar la voz después de ser acosados", comenta un usuario de Weibo en un post sobre el caso. "Si esto pasa en una compañía de este tamaño, ¿qué no pasará en otras más pequeñas?", se pregunta.

En 2005, el término "acoso sexual" se incluyó en una ley china revisada sobre la protección de los derechos e intereses de la mujer, que simplemente establecía que estaba prohibido el acoso sexual de mujeres. Pero para las víctimas, presentar una demanda es costoso y complejo, y los procesos rara vez resultan en sanciones.

La etiqueta #MeToo fue utilizada por primera vez por la activista Tarana Burke hace diez años, pero fue la actriz estadounidense Alyssa Milano quien la popularizó el pasado octubre en Twitter, tras los escándalos sexuales del productor Harvey Weinstein.

La campaña animó a muchas mujeres, y algunos hombres, a denunciar públicamente sus experiencias traumáticas y, en algunos casos notorios, señalar a sus supuestos violadores.