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Los primeros atletas norcoreanos que participarán en los Juegos Olímpicos de PyeongChang llegaron hoy a Corea del Sur como parte del acuerdo histórico entre ambos países, que ha rebajado la tensión pero que está generando cada vez más rechazo entre los surcoreanos.

El grupo de deportistas, formado por 12 jugadoras de hockey sobre hielo y tres técnicos, cruzó por el paso fronterizo occidental que une los dos países a través de la militarizada frontera.

Junto con las atletas viajó también una delegación de ocho altos funcionarios del Ministerio de Deportes norcoreano que inspeccionarán los recintos deportivos y los hospedajes que emplearán el resto de deportistas del Norte, que se cree que podrían llegar al Sur el próximo 1 de febrero.

UN SOLO EQUIPO PARA DEPORTISTAS DE DOS PAÍSES 'EN GUERRA'

Las 12 jugadoras de hockey se han integrado hoy mismo junto a otra veintena de jugadoras del Sur en el equipo conjunto que las dos Coreas, que técnicamente siguen en guerra desde los 50, presentarán en los Juegos de Invierno, fruto de los históricos acuerdos alcanzados este mes.

Tras años de desencuentro y tensión por el avance nuclear del régimen, los dos países convinieron que el Norte participaría en estos JJOO que se celebran a partir de febrero en el condado surcoreano de PyeongChang y que ambas desfilarían juntas bajo una bandera unificada en la inauguración.

Estos simbólicos gestos han contribuido al acercamiento y a aliviar la tensión en la península tras un 2017 marcado por las pruebas de armas del régimen y sus cruces de amenazas con el presidente de EEUU, Donald Trump, y Seúl insiste en que puede ser el primer paso para negociar la desnuclearización de Pyongyang.

CRECE EL DESCONTENTO ENTRE LOS SURCOREANOS POR EL ACUERDO

No obstante, los acuerdos parecen generar un creciente descontento entre los surcoreanos y, según un sondeo publicado hoy, ya le han costado al presidente Moon Jae-in una destacable pérdida de popularidad, que se sitúa ahora en su mínimo (el 59%, seis puntos menos que hace una semana) desde que llegó al poder en mayo.

Muchos creen que se ha usado a las jugadoras de hockey del Sur para sacar rédito político, privándolas en favor de las atletas del Norte (cuyo equipo no se clasificó para PyeongChang) de tiempo de juego en un evento para el que llevan años preparándose y que muchas solo disputarán una vez en la vida.

Y en general, parece aumentar la percepción de que el Gobierno ha hecho demasiadas concesiones (incluido el mayor coste económico que implica su participación) al Norte, que en todo momento ha asegurado que no planea negociar su desnuclearización y que no ha dado garantías de no realizar nuevos tests de armas tras los Juegos.

A esto se suma el que Pyongyang ha dado señales de estar preparando un importante desfile militar en la víspera de la inauguración de los Juegos después de que Seúl y Washington decidieran aplazar sus maniobras bélicas que tanto enojan al régimen para facilitar una rebaja de la tensión durante los Juegos.

"El acercamiento es un importante paso para la paz y la participación del Norte atrae ahora los focos, pero no olviden que muchos surcoreanos llevamos años de esfuerzo para lograr que estos JJOO se celebren en nuestro país", decía esta semana un voluntario de PyeongChang 2018 en un encuentro con medios extranjeros. Sus palabras reflejan el enojo que muchos surcoreanos han manifestado también en las redes sociales por la atención mediática que ha captado de golpe el Norte y que les ha llevado a preguntarse si estos son los "Juegos de PyeongChang o los Juegos de Pyongyang".

Ante el pujante descontento, el propio Moon pidió a principios de semana a la ciudadanía que apoyara la participación norcoreana y el acercamiento, argumentando que la sombra de la guerra ha estado planeando sobre la península hasta antes de que Seúl y Pyongyang retomaran el diálogo este mes por primera vez en dos años.

El Ejecutivo ha instado además a recibir a los norcoreanos con la misma calidez que a los deportistas de otros países y a evitar manifestaciones como la del pasado lunes en Seúl, donde grupos conservadores quemaron banderas norcoreanas y fotos del líder Kim Jong-un.