El puente lisboeta 25 de Abril cumple 50 años como testigo de la historia
Suspendido sobre las aguas del Tajo, el Puente 25 de Abril celebra este sábado 50 años convertido en un símbolo del desarrollo de Lisboa y en testigo omnipresente de la historia política de Portugal, plasmada incluso en su nombre.
Esta construcción de más de dos kilómetros de longitud, hermana melliza del icónico Golden Gate de San Francisco y que une Lisboa con la margen sur del río Tajo, tuvo un papel clave para impulsar el crecimiento de las localidades situadas en esa zona.
Ningún turista se pierde la visita a este impresionante puente, que se alza a 70 metros sobre el nivel del agua y es vigilado por el Cristo Rei de Almada, monumento similar al Cristo Redentor de Río de Janeiro construido para agradecer a Dios que librase a Portugal de participar en la Segunda Guerra Mundial.
Cruzar el puente al atardecer ofrece una de las mejores panorámicas de Lisboa, con el característico "clac" de los coches al pasar por las rejillas metálicas del tablero como banda sonora.
El encanto de la construcción le permitió incluso liderar en 2014 la clasificación de los puentes más bellos de Europa que establece la organizadora de viajes European Best Destinations.
La historia del Puente 25 de Abril, que abrió al tráfico el 6 de agosto de 1966, empezó a fraguarse a finales del siglo XIX: la primera propuesta firme data de 1876, cuando el ingeniero Miguel Pais sugirió la construcción de un puente mixto, por carretera y ferrocarril, entre Grilo y Montijo.
La necesidad de mejorar las comunicaciones de la capital portuguesa y las oportunidades que ofrecían las zonas al sur del Tajo motivaron a varios ingenieros y empresas a seguir presentando propuestas durante varias décadas, incluida una que apostaba por construir un túnel en lugar de un puente.
Pero la construcción de la obra no llegaría hasta los últimos años del régimen dictatorial de António de Oliveira Salazar, cuando se puso en marcha un proyecto que "marcó la historia del país", explicó a Efe la investigadora Ana Saraiva, del Archivo Municipal de Lisboa, que exhibe una exposición sobre el puente.
"Él reconoció que el puente era necesario. Nos cruzamos con un periodo complicado durante la Segunda Guerra Mundial y eso atrasó el proyecto. Se hizo cuando fue posible, es una obra de gran envergadura y de desarrollo a nivel de recursos humanos y de financiación", relató.
El concurso se adjudicado a un consorcio liderado por la estadounidense United Steel Export Company, la misma que tres décadas antes había firmado la obra del Golden Gate, y la construcción tuvo un coste cercano al millón de euros, un desembolso enorme para aquella época.
La compañía decidió dotar al puente lisboeta de una estructura similar y del mismo tono rojizo para que la imponente figura de hierro destacara sobre el azul del cielo y de las aguas del Tajo, una estampa que se ha convertido en una de las principales imágenes asociadas a la ciudad de Lisboa.
"Permitió sobre todo en la margen sur un desarrollo enorme a nivel de urbanismo y construcción. Se construyeron viviendas y muchas personas que vivían en Lisboa se mudaron al otro lado porque era más barato. Y a nivel económico también revolucionó el transporte de mercancías", señaló Saraiva.
El impacto del puente llegó incluso a zonas alejadas de Lisboa como el Algarve (al sur del país), según la investigadora, ya que impulsó la construcción de carreteras y autopistas que ayudaron a dinamizar el turismo en la región.
Como símbolo del régimen, fue inaugurado como "Puente Salazar" y 10 años después cambiaría de nombre para rendir homenaje a la Revolución del 25 de Abril de 1974 que restauró la democracia.
Aunque el proyecto original iba a acoger una línea ferroviaria, hasta la década de los 90 el Gobierno luso no elaboró un plan con el que renovar la parte inferior para albergar las vías del tren.
La Expo'98, que impulsó la modernización de Lisboa, representó la oportunidad para intentar liberar la congestión en la circulación del Puente 25 de Abril y con ese fin se inauguró ese año el puente Vasco da Gama, que se extiende a lo largo de más de 17 kilómetros.
Para costear la construcción del Vasco da Gama, en 1994 el Gobierno incrementó las tarifas del peaje un 50 % en el Puente 25 de Abril, lo que provocó un levantamiento popular que bloqueó el tráfico y terminó con cargas policiales.
En ocasiones se ha aludido a ese incidente como el inicio del fin del Gobierno del conservador Aníbal Cavaco Silva, que perdería las elecciones generales del año siguiente.
A pesar de que el Vasco da Gama facilitó la diversificación del tráfico, el Puente 25 de Abril sigue siendo el principal punto de acceso a la capital desde el sur y son frecuentes las colas para acceder, así como las protestas respecto al importe de los peajes.
Para celebrar su medio siglo, el Banco de Portugal ha puesto en circulación una moneda de 2 euros con la imagen del puente en la cara posterior.
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