Ignacio Aguado durante un acto de Ciudadanos |
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Hace seis años, Ignacio Aguado era un gran desconocido. Tras haber regresado a España desde Liverpool en 2008, el actual líder madrileño de Ciudadanos ejercía el cargo director de Inteligencia de Negocio y Planificación Operativa de Unión Fenosa Gas. En ese tiempo, tras los años duros de la crisis y los recortes, se afilió al partido de Albert Rivera quien buscaba desde Cataluña rostros nuevos para acometer su salto a la política nacional. Uno de ellos fue él, que a los pocos meses de afiliarse y sin recorrido político alguno, asumiría en diciembre de 2013, el liderazgo madrileño del partido.

Un rostro nuevo, sumado a otras muchos, que demandaban el fin del bipartidismo y la regeneración de la vida política, tras el descrédito generalizado que sacudía las entrañas de los dos grandes partidos. Un descrédito causado por los sangrantes casos de corrupción con los que españoles durante años desayunaban cada mañana. Escándalos, como la Gürtel, ERES falsos, cursos de formación, tarjetas black, Pujol, Púnica o Noos, que habían convertido la crónica política en una auténtica crónica de tribunales.

En este contexto, la irrupción de Ciudadanos y de Podemos suponía la entrada en una nueva etapa política. Se celebrada la llegada de 'la política de los pactos obligados' y, en la que el partido de Rivera, y por ende Aguado, desempeñarían con una papel fundamental, con la regeneración como bandera. Su argumentario lo alimentaban siempre huyendo de tener que etiquetarse como un partido de derechas o izquierdas.

Simplemente se definían -palabras de Aguado en aquellos momentos- como un partido "constitucionalista, regenerador y progresista". Con ello, las puertas de los posibles pactos necesarios para gobernar, que todas las encuestas avanzaban serían necesarios, podrían abrirlas indistintamente a derecha o izquierda, huyendo de etiquetas y poniendo siempre -decían- encima de la mesa los programas.

Con esos mimbres, llegarían las elecciones de 2015, en las que Esperanza Aguirre, acosada por los casos de corrupción que asolaban sus filas, ya no se presentaría como candidata del PP a la Comunidad. Unas elecciones en que los dos partidos emergentes, entrarían con fuerza en el Congreso, en los parlamentos autonómicos y en los ayuntamientos de España.

En nuestra Comunidad, Aguado, como cabeza de cartel de la formación naranja, debutaría con 17 escaños y cuarta fuerza política de una Asamblea renovada. Recién llegados a la política, pasarían a tener la llave del gobierno regional, tras lograr el PP salvar los muebles con Cristina Cifuentes al frente y el mal resultado de los socialistas madrileños ya con Gabilondo. Llave de la gobernabilidad que otorgaría a los populares, fuerza más votada y únicos capaces de conformar un gobierno estable. Aguado y su Grupo Parlamentario alcanzarían un acuerdo de investidura con el PP de Cifuentes, sobre la base de un pacto de 76 puntos, de carácter tanto social como económico, y donde la regeneración de la vida política y la lucha contra la corrupción tendría sustancial importancia.

Las criticas recibidas desde el partido socialista y Podemos, quienes siempre le han acusado de dar soporte una y otra vez a la gestión 'corrupta' del PP en la Comunidad, no hicieron mella en él. Como tampoco lo hicieron, las críticas constantes que recibió, a lo largo de toda la legislatura, desde las bancadas populares por vender como propias las medidas aprobados por el gobierno popular, a la vez que, una y otra vez, votaba enmiendas junto al PSOE y Podemos en la Asamblea. Aguado se deslizaría perfectamente entre esas dos aguas de ser socio de gobierno y dura oposición a conveniencia, sin mancharse, dándose a conocer al gran público y haciéndose un nombre propio dentro del partido y de la política madrileña.

Y así llegaría 2018. Estalla el escándalo del máster de Cifuentes, y Aguado no tiene duda alguna. Se acoge al tercer punto del acuerdo de gobierno subscrito con los populares (separación de cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica) para demandar su inmediata dimisión.

El líder naranja aceptaría el nombramiento del popular Ángel Garrido como nuevo presidente de la Comunidad, sin caer en la tentación de una moción de censura, demandada desde la izquierda para desalojar al PP, a un año escaso de la próxima cita electoral. Aguantó la tensión política, pero lo hizo, no obstante, dando por agotado y finiquitado el proyecto del PP en la Comunidad, lo que le supuso duros cruces dialécticos con el propio Ángel Garrido, quien curiosamente ocupa hoy mando en plaza en la formación naranja y su próximo consejero de Transportes.

Tan sólo quedaba esperar las elecciones y que nuevamente hablasen los madrileños. En mayo de 2019, lo hicieron. Con Aguado al frente de la candidatura, apoyado por Rivera y sin nadie se presentase como alternativa a encabezar las listas en Madrid, Ciudadanos se presenta con el propósito de intentar dar el sorpasso al PP. Lo hace con un anuncio grabado a fuego: no gobernar con el PSOE de Sánchez ni de Gabilondo en la Comunidad. "Si de Ciudadanos depende, el PSOE seguirá otros cuatro años en la oposición", remarca, una y otra vez, Aguado meses antes de la llamada a las urnas. Seguía la línea marcada por la dirección nacional del 'no es no'.

Pocos años después de su aparición, los de Rivera dejaban claro que, en estas elecciones, sólo abrirían la puerta a un posible pacto y esa sería la que tendría al PP como acompañante. Aguado se presenta una y otra vez ante los madrileños hablando de construir "un Madrid de "igualdad y solidaridad", pero desde el centro político "alejado de los extremos". Y desde esa posición, afronta unas elecciones en las que no deja de tildar a Ciudadanos de ser un partido de "centro liberal". El giro estratégico se ha completado y poco queda del Ciudadanos de los inicios de Rivera, socialdemócrata en muchos aspectos, que no hacía ascos a utilizar el término progresista como seña de identidad.

Los resultados de mayo llegaron. El PP se derrumba. El PSOE se convierte en la primera fuerza política, pero sin suficientes fuerzas a su izquierda para gobernar. El veto de Rivera es contundente. Aguado lo convierte en inamovible. Si hay gobierno será en coalición, con el PP y con el apoyo necesario de Vox. Las cartas están ya encima de la mesa y Aguado, desde el primer momento, lo tiene claro. Es hora de dar el siguiente paso. Ciudadanos tiene que estar en el Gobierno y hacerlo con mucho peso. El objetivo marcado: hacerse con la vicepresidencia del Ejecutivo regional y el mayor número de consejerías, confiesa para “que los madrileños vean que somos capaces de gobernar”.

Tres meses después, con la firma de un acuerdo programático de 155 puntos y, tras muchos dimes y diretes con Vox de por medio, lo ha conseguido. Además, obtiene un premio añadido, Aguado, nacido en Madrid el 23 de febrero de 1983, será el portavoz del gobierno de coalición y, sin lugar a dudas, el hombre fuerte del Gobierno regional.

Seis años en la escena política, le han bastado, al político liberal que busca llenar de sentido común la política madrileña más allá de ideologías y que se considera como “una persona comprometida e, incluso, idealista" porque "hay que apuntar siempre alto”.