Fragmento de 'El triunfo de Baco' o 'Los borrachos', de Velázquez | DOMINIO PÚBLICO
(Actualizado

Agua y vino. Así de simple era la oferta de las tabernas de la capital hace varios siglos. Y muchos preferían el vino que, no siendo a veces bueno, era bebida de riesgo menor.

Con la llegada de los Austrias y su cerveza el abanico se abre un poco. Pero no mucho porque, de entrada, aquel caldo amarillo no levantaba precisamente pasiones entre los madrileños.

De hecho, era denostado por algunos, bien por oposición a las modas regias, bien porque era extraño y muy distinto a los vinorros populares. Para que la cerveza acabara triunfando debería pasar bastante tiempo. Pero esa es otra historia...

A los madrileños no les gusta la cerveza

El vino era lo típico en tabernas y tascas. Dicho está. Pero no solo se bebía vino, agua o cerveza. Existían en la capital las alojerías, establecimientos que ofrecían otra clase de bebidas, a veces frías. Agua de cebada, agua de avena, horchata y algunas más elaboradas con la nieve recogida en los ventisqueros de la Sierra de Guadarrama.

Enumera el escritor e historiador Ángel Sánchez Crespo en '101 curiosidades de la historia de Madrid' varias de las bebidas que se ofrecían en el Madrid del siglo XVI. Limonadas y aguas de jazmín, de claveles, de escorzonera, de azahar, de canela y de guindas. A estas, Sánchez Crespo suma los sorbetes de ámbar y la garapiña de chocolate.

Tahúres, modorros, orinaleros y otra fauna madrileña

El nombre de alojería viene de la aloja, bebida compuesta por agua, miel y especias. En verano se le añadía nieve para componer otro tipo de sorbete más refrescante.

Tal fue el éxito de la aloja y las alojerías que la municipalidad tuvo que intervenir para poner coto a estos negocios que brotaban, al parecer, en cualquier rincón de la capital.