El fantasma de Manzanares, la bruja de Cercedilla y otras historias de terror en los pueblos de Madrid
No hay pueblo ni villa ni aldea, por pequeña que sea, que no tenga sus propios fantasmas y aparecidos
Creían los celtas que, cada año, durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se diluye y los espectros pueden cruzarla. Por eso, durante la fiesta de Samhain aplacaban a los espíritus con ofrendas y cuando se sentaban a la mesa dejaban una silla vacía para el alma de sus familiares fallecidos.
Pero hay espíritus que no se conforman con una breve visita a nuestro mundo durante lo que ahora conocemos como Halloween y, por lo que sea, se quedan en este lado. O eso cuentan.
Sea como sea, lo cierto es que leyendas de brujas, vampiros, duendes malignos, demonios, casas encantadas y demás entes misteriosos, nos han acompañado durante toda la Historia y posiblemente la Prehistoria. Actualmente no hay pueblo ni villa ni aldea, por pequeña que sea, que no tenga sus propios fantasmas y aparecidos.
También los pueblos de la Comunidad de Madrid.
El fantasma de Maricantina, en Manzanares El Real
Desde que el ser humano aprendió a edificar en piedra, las apariciones espectrales han sentido predilección por los castillos como base desde la cual aparecerse y/o atormentar a los vivos. El precioso castillo de Manzanares El Real, joya arquitectónica de la Comunidad de Madrid, no podía ser menos.
Fue edificado sobre una iglesia románico-mudéjar en el siglo XV para servir de residencia a la influyente Casa de Mendoza. Desde entonces, sus muros han sido testigos de muchos sucesos y mucho salseo, pero parece que la historia de los amores prohibidos del marqués de Santillana fue la única que continuó en el Más Allá.
Cuentan algunas leyendas que el marqués tuvo líos de amores con una pastorcilla, llamada Maricantina y que, por la diferencia de condición y alcurnia, éste era un amor imposible. El marqués acabó abandonando a la moza y ésta murió de desamor, condenando a su espectro a vagar por el castillo.
Según otras versiones, el fantasma de Maricantina corresponde a la que en vida fue María Díaz, vecina de Manzanares juzgada por la Inquisición en 1490 bajo acusaciones de brujería.
En cualquier caso, desde hace generaciones, los niños manzanariegos han tenido cuidado en portarse muy bien ya que, de otro modo, el fantasma de Maricantina vendría a castigarlos. Por lo menos eso les decían sus mayores.
La bruja de Cercedilla
Así como no hay castillo sin fantasma, es difícil encontrar una montaña sin leyenda. La Maliciosa también tiene la suya.
Con sus 2.227 m. sobre el nivel del mar, es una de las montañas más imponentes de la Sierra de Guadarrama. Se levanta en el noroeste de la región, entre La Pedriza y el Valle de la Barranca, y es bien conocida por los montañeros madrileños.
Según la leyenda, en su cima vivía una bruja que tenía sumidos en el terror a los vecinos de Cercedilla. De ella se contaba que tenía poderes sobrenaturales fruto de sus tratos con el demonio, lo que, entre otras cosas, le permitía ascender fácilmente la montaña hasta su guarida en la cima, donde realizaba oscuros y paganos ritos.
La curiosidad pudo más que el miedo y un grupo de vecinos se decidió a investigar. Escalaron la montaña para espiar en secreto a la bruja y ver con sus propios ojos sus manejos diabólicos.
Pero no se puede engañar a una bruja y fueron descubiertos.
La ‘Maligna’, que así llamaban la mujer, se enfadó mucho. Mucho. Así que hizo lo que hacen las brujas cuando se enfadan: lanzar una maldición.
En el mismo instante en que se pronunciaron las palabras malditas, se desató un terrible incendio que destruyó el pueblo de Cercedilla y se extendió a la parte más alta de la montaña. Nunca más volvió a crecer allí ni árbol, ni matojo, ni planta.
La montaña se quedó, para siempre, con el nombre de ‘La Maliciosa’
La Casa de los Espíritus de Coslada
Además de fantasmas y brujas, los pueblos de Madrid tienen también sus casas ‘embrujadas’. En los años 90 un extraño ‘poltergeist’ estremeció a los vecinos de Coslada.
Todo comenzó cuando un matrimonio con un bebé de pocos meses se mudó a una vivienda en la calle Dr. Barraquer.
Al poco de llegar comenzaron los problemas: extraños ruidos, golpes, descenso de la temperatura, objetos que se movían de sitio.
Cuando el matrimonio quitó el papel pintado de las paredes, suponemos que para pintar o colocar otro nuevo, en los muros aparecieron misteriosas pintadas que repetían el nombre de ‘Charo’.
Según decían algunos vecinos, éste era el nombre de la anterior inquilina del piso que, además, era vidente. Y había fallecido.
Finalmente, cuando el bebé enfermó misteriosamente, el matrimonio decidió marcharse.
Los periódicos de la época dieron información del suceso y la escritora Clara Tahoces recogió el caso en su obra ‘El gran libro de las casas encantadas’.
Sucesos paranormales en Torrejón de Ardoz
Algo semejante vivió una familia del barrio de Orbasa en Torrejón de Ardoz. En su caso, los fenómenos paranormales comenzaron tras una reforma en la vivienda.
A partir de ese momento la familia fue testigo de todo tipo de sucesos extraños: objetos que desaparecían, misteriosas huellas que surgían solas en el suelo mojado, ruido de pasos, cambios de temperatura.
Y algo peor. Algunos miembros de la familia afirmaron ver una sombra en algunas habitaciones e, incluso, sentir cómo algo tiraba de las sábanas por la noche cuando dormían y las arrojaba lejos de la cama.
La familia se marchó, pero los sucesos continuaron. Los vecinos dieron testimonio de todo tipo de golpes y ruidos extraños que se escuchaban en el piso vacío. Y los asociaron con varias muertes que se produjeron en el edificio.
Las almas en pena de Polvoranca
La aldea de Polvoranca estaba en el lugar que hoy ocupa el parque del mismo nombre, entre Leganés, Alcorcón y Fuenlabrada.
Sus orígenes se remontan a la Edad Media, aunque hubo asentamientos anteriores que buscaban la cercanía del agua de la laguna de Mari Pascuala y el Arroyo Culebro.
El pueblo se abandonó en el siglo XIX, precisamente a causa del agua, que atrajo mosquitos que ocasionaron varios brotes de paludismo.
La vida de los vecinos se volvió muy difícil, sufrieron enfermedades, penurias y hambrunas. El pueblo se declaró inhabitable y terminaron abandonándolo.
Hoy en día sólo quedan en pie los restos de la Iglesia de San Pedro. Pero algunos cuentan haber escuchado lamentos y gritos entre sus ruinas que, supuestamente, pertenecen a las almas en pena de los que murieron.
Dice también la leyenda que en algún lugar de la iglesia permanece oculto un tesoro que nadie ha encontrado aún.
Pero sí se han encontrado algunos restos óseos, así como cerámicas y puntas de sílex.
El sanatorio ‘encantado’ de Navacerrada
El Hospital de Santo Ángel se levantó en el Pinar de la Barranca de Navacerrada para atender a los enfermos de tuberculosis porque las condiciones del lugar (altitud sobre el nivel del mar y aire puro) frenaban el avance de la enfermedad.
El progreso de la medicina mejoró el tratamiento de la tuberculosis, los casos remitieron y se transformó en hospital psiquiátrico. Finalmente, en 1995 se cerró.
Las leyendas, y según algunos también los fantasmas, se adueñaron del edificio que, con el abandono, iba adquiriendo un aspecto cada vez más y más siniestro.
Hay quien cuenta haber visto un espectro con un bebé en brazos, otros describen luces misteriosas que se apagan y se encienden solas en sus plantas vacías, gritos, voces, pisadas, ruido de puertas que se cierran y todo tipo de sucesos paranormales.
El edificio ha sido escenario de rituales espiritistas y satánicos.
En todo caso, el sanatorio, con fantasmas o sin ellos, ha sido derruido este año para restaurar el espacio natural del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
El pueblo fantasma de El Alamín
A 60 km. de Madrid, en el término municipal de Villa del Prado, se encuentra el pueblo abandonado de El Alamín.
Lo creó el conde de Ruiseñada, Juan Claudio Güell, en la década de los 50 del siglo XX, para dar vivienda a los jornaleros de su finca (llamada ‘El Alamín).
Los trabajadores no tenían que pagar nada por la casa, salvo la luz. La vivienda no era de su propiedad y al jubilarse debían dejarla libre para un nuevo jornalero y su familia. Todas tenían un patio, algunas una planta y otras dos. El pueblo tenía iglesia, bar, peluquería, oficina de Correos y colegio para los niños.
Con el tiempo, las cosas cambiaron y los cultivos de la finca perdieron rentabilidad. Los jornaleros se fueron marchando y El Alamín comenzó a deteriorarse hasta que se abandonó por completo.
Zarzas y malas hierbas se adueñaron de las calles de la antigua aldea de jornaleros. Y llegaron los fantasmas.
No hay nada que estimule más la imaginación que casas abandonadas y ruinas de lo que una vez estuvo habitado. Comenzaron los testimonios sobre sucesos extraños en El Alamín y la leyenda creció hasta el punto de que hoy es uno de los puntos de Madrid que más atrae a los amantes de lo misterioso, que llegan desde todas partes de España con la esperanza de conseguir una buena psicofonía o ‘cazar’ un espectro. A pesar de la valla que rodea el pueblo.
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