Tumba de Enrique Jardiel Poncela | ENTRE PIEDRAS Y CIPRESES
(Actualizado

Desde siempre el ser humano ha querido dejar, al marchar, constancia de que alguna vez estuvo aquí, en el lado de los vivos. Tanto para aquellos que dejaron en herencia grandes obras, como para los que vivieron de manera más modesta, la lápida es el mejor testimonio de su presencia mortal.

Hay lápidas de mármol, caliza, arenisca, granito, las hay de color negro, grises, blancas, … algunas son de gran tamaño, otras son simples placas. Y todas tienen su inscripción. Normalmente es el nombre del difunto, la fecha de su nacimiento y la del día que pasó a mejor vida.

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En ocasiones, los familiares mandan esculpir una frase de recuerdo y otras veces es el propio finado el que deja escrito lo que debe decir su lápida. Es una labor de gran importancia porque lo que dejes escrito va a perdurar más que tú. Hay algunos que se lo toman con mucho humor.

Lápida en el cementerio sur de Carabanchel | FIDELA CAMPUZANO

En el Cementerio de Carabanchel, alguien quiso que su última frase, la que iba a permanecer escrita en piedra, fuese "Nos vemos en las Seychelles". Eso es marcharse con optimismo.

Y parece que le contesta otro epitafio de una tumba del Cementerio de la Almudena, que aloja a dos personas: “Que os pique un pollo. Allí nos vemos”.

En otra sepultura de este cementerio, se puede leer en una lápida el tradicional “tu esposa, padres y hermanos no te olvidan”. Lo original de este caso es que, a continuación, están grabadas en letras mucho más grandes, entrecomilladas y en mayúsculas como en los videojuegos, las palabras “GAME OVER”. No sabemos si ponerlas sobre piedra fue decisión del difunto, un hombre joven, o fue cuestión de sus allegados.

Lápida en el cementerio de la Almudena | JOSE LUIS PODEROSO

Incrustados en otra lápida de La Almudena hay dos estantes metálicos: uno para quien quiera cumplir con la tradicional costumbre de dejar flores y otro, hecho a medida de una botella de whisky, sobre el que está grabada la frase “Menos flores y más JB”. El visitante decide la ofrenda pero parece que el difunto dejó claros sus gustos.

El epitafio es la última ocasión para dejar las cosas claras, quizá por eso Laudelino quiso dejar escrito en su tumba en la Almudena: "Aquí yace el gran Laudelino, el hombre que tanto trabajó y tanto desprecio recibió de toda su familia, incluida su esposa"

Tuvo fama de vivir la vida y ser un poco ‘calavera’, por eso cuando Manuel Berbís pasó al otro lado se empeñó en que dejar en su tumba, que se encuentra en la Sacramental de Sal Isidro, un poema cuyos primeros versos son: “El que en esta tumba mora, dígalo quien lo dijera, nunca fue tan calavera, como ya lo es ahora”.

Lápida en el cementerio de San Isidro | MONTSE

Los deudos de Juan Francisco y Curro se pusieron muy originales cuando decidieron grabar en su tumba el siguiente epitafio: “Eras cerilla de palillo corto pero encendiste un fuego eterno, os queremos para siempre, D.E.P.”

El inquilino de una sepultura en el cementerio de La Almudena nos recuerda, con mucho humor, las ventajas de estar muerto: “Aquí estoy con lo puesto y no pago los impuestos”. En el mismo lugar existió una tumba, que al no ser perpetua ya ha desaparecido, en la que un marido hizo escribir: "Isabelita, aquí yaces y yaces bien, tú descansa y yo también".

A veces los epitafios están, claramente, dictados por los que sobrevivieron al finado. Mariano Martínez "era marchoso y murió con marcha", según queda escrito en su lugar de descanso en la Almudena.

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Hay quien aprovecha para dar consejos a las visitas por toda la eternidad, o al menos mientras dure la lápida: “Cuando naciste reían todos y sólo tú gemías, procura que al morir sean todos los que lloren y sólo tú el que rías”.

Las tumbas más antiguas de Madrid están en la Sacramental de San Isidro donde abundan los epitafios entre exclamaciones, como si los vivos que las pusieron no acabaran de creerse que el muerto lo estaba del todo: "¡Concha!", "¡Micaela!".

"No hay muerto que valga dos reales", solía decir a menudo Nicasio cuando estaba vivo, y eso pusieron en su lápida del Cementerio Sur de Carabanchel cuando murió. En este camposanto también reposa: "Roquito, el bien hecho", según asegura su epitafio.

Lápida en el Cementerio de la Almudena | TWN

En el cementerio de Fuencarral una inscripción recuerda los últimos momentos de su inquilino: "Pobrecito el Talavera, qué borracho se acostó"

En la Sacramental de Santa Maria una inscripción aparenta ser cariñosa pero resulta un poco tétrica: "En espera de su hija".

En el Cementerio Civil de la Almudena existe una lápida con intención de dejar un spoiler: "Nada hay después de la muerte". Aunque, seguramente, quien dictara esta frase no había visto aún el final de la película cuando lo hizo. Así que... quién sabe

En cualquier caso, una cosa hay segura, cuanto menos común es el epitafio y más inaudito y con más humor está escrito, más mencionado y recordado es el muerto. Y, en todo caso, como dejó grabado el escritor Enrique Jardiel Poncela en su sepultura de la Sacramental de Santa María: "Si buscáis los máximos elogios, moríos".