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Dorian Gray tenía un cuadro que envejecía por él, algo que le permitía mantenerse joven eternamente, lo mismo que le pasa a la Gran Vía de Madrid, un emblema de la capital que, aunque pasen las décadas, los cines o las tiendas, goza de buena salud y de turistas, visitantes y paseantes a todas horas.

La última prueba de esto tiene nombre de cadena de tienda textil, fondo azul, letras blancas y compradores a miles que, cada día desde su apertura, aguardan a las puertas de Primark, la última gran tienda en aterrizar en la Gran Vía, que ha pasado de ser la meca del cine en el Madrid de los años 50 al kilómetro cero del comercio.

"La Gran Vía se adapta a todo", resume Florencio Delgado Mulas, presidente de la asociación de empresarios de tan significativa calle que especialmente en estas fechas, con la navidad en el horizonte, será centro de peregrinaje obligado para turistas, locales y todo tipo de compradores.

Con Primark ya están todas, o al menos las más famosas cadenas textiles del panorama comercial de masas, esas tiendas que -además de ser casi todas de un señor llamado Amancio- suministran camisetas, pantalones y demás a la mayoría de armarios de la clase media española.

"Mirándolo desde un punto de vista nostálgico, la verdad es que cuando en la gran vía estaban las mejores tiendas de Madrid eran otros momentos, pero estamos hablando de los años 50", evoca Delgado, quien culmina que aquel comercio "era de mucho prestigio e importancia y traía ese prestigio a la Gran Vía".

Sin embargo, aunque ahora el lujo vista Serrano, Gran Vía mantiene la oferta preferida para la mayoría y el último ejemplo son las colas en Primark, una firma que llega para sumar. "A la Gran Vía no le viene nada mal, ahora es un comercio barato el que se ha puesto ahí y obviamente le viene bien porque en estos momentos Gran Vía no tiene el mismo nivel que tenía antes".

El presidente, asimismo, confirma que está convencido de que "va a ser una tienda que va a llamar a mucho público", algo positivo también para el resto de comercios ya asentados y que copan prácticamente la totalidad de espacios disponibles en esta arteria madrileña. "Si viene mucha gente, luego hay para todos", clarifica Delgado.

Y es que, efectivamente, ya se nota, en la Gran Vía hay mucha gente, y más en fines de semana que se convierten en puentes, como es el presente o como pudo ser el pasado, cuando en numerosas provincias españolas el lunes fue festivo y familias enteras se desplazaron a la capital.

Este hecho, evidentemente beneficioso para los balances de los comercios, no deja indiferentes a algunos viandantes, que prefieren dirigirse a otra zona de compras menos concurrida.

"La Gran Vía es la que menos me gusta, está muy masificada, mucha gente, no se compra bien", critica Elena San Millán, una mujer riojana que ha acudido este fin de semana a Madrid con su familia.

Admite que las primeras veces que han venido a la capital sí que iban a Gran Vía "porque no conocían otras zonas", pero que ahora prefieren estar más tranquilos e ir a zonas como "Goya o Princesa".

Sin embargo Manuel Ríos, un joven que estudia en Madrid se muestra encantado con acudir a la que hace décadas fue la calle con más cines de Europa. "Hay mucho ambiente y están todas las tiendas que puedo pagarme", suscribe Ríos a quien no le importa que haya mucha gente, algo que considera "normal" y más cuando se acerca la navidad.

Opiniones hay para todos los gustos, cines ya quedan pocos y tiendas cada vez hay más. La Gran Vía es "sin duda" el epicentro comercial de Madrid para Delgado, buen conocedor de la zona y, pese a que ya no es la misma zona exclusiva del Madrid de los 50, su salud es "inmejorable".

"La Gran Vía se va a adaptando y esa es una de las ventajas que no tienen la mayoría de los sitios de España; cuántas veces hemos conocido calles con gran pujanza económica que han ido languideciendo en la parte comercial y esto aquí no ha ocurrido", destaca el presidente.

Así que hasta que no fallen los clientes, algún cuadro de la Gran Vía pintado en épocas remotas seguirá sufriendo los rigores del paso del tiempo para mantener joven a la de verdad.