Fotografía tomada el 17 de mayo de 2020 de un grupo de cabras montés en la pradera del Yelmo (La Pedriza). | EFE
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En el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama casi no quedan ejemplares machos de cabra montés ('Capra pyrenaica') de más de nueve años debido a la caza ilegal, lo que ha desestructurado las poblaciones de estos ungulados y contribuido a reducir su número en un 65% en un lustro.

Así lo refleja el informe 'Desarrollo del Plan de Gestión de las Poblaciones de Cabra Montés' del Parque Nacional, el primero que se publica tras la aprobación del plan en abril de 2022 por la Comunidad de Madrid.

"El aumento de localización de cadáveres de machos monteses decapitados y con disparos de arma de fuego dentro de los límites del parque nacional durante los últimos años y otros indicios (localización de flechas con puntas de caza) hacen que se presuponga un repunte considerable de la caza furtiva", destaca el documento.

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De los 6.300 ejemplares que había en 2019 en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, en 2023 se han reducido a unos 2.100-2.200, según los censos y muestreos efectuados por personal técnico especializado, han indicado a EFE fuentes del Parque Nacional, que estiman que para mantener un equilibrio entre las cabras y el hábitat su número no debería pasar de 1.500.

El informe ha sido coordinado por Juan Vielva, responsable del Centro de Investigación, Seguimiento y Evaluación del Parque Nacional (CISE), y sus autores principales son el ingeniero de Montes Santiago Martín y el doctor en Biología Fernando Horcajada.

Disminución por un importante furtivismo

Vielva adelanta en la introducción que el origen de esa disminución no está justificada "en ningún caso" por la extracción (capturas) de ejemplares llevada a cabo en aplicación del plan de control poblacional para garantizar la viabilidad de la especie y evitar problemas en la fauna y la flora, ya que la tasa de reproducción es "muy superior" a las extracciones (191 ejemplares durante la primera campaña de gestión).

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El estudio apunta a que la causa está en un "importante furtivismo", consecuencia de "una más que débil vigilancia" por parte de los agentes forestales, principalmente.

Es significativo que, a pesar de la sobreexplotación cinegética "en busca de trofeos" (la cornamenta de los machos viejos son piezas muy cotizadas), solo haya un caso en los últimos años en el que los cazadores ilegales cayeran con los trofeos en la mano, según ha confirmado a EFE la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid.

Fue a finales del verano de 2021 cuando el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) del instituto armado detuvo en La Pedriza a dos cazadores andaluces con cuatro cabezas de machos adultos de cabras monteses, un rifle y un silenciador, tras ser sorprendidos por policías de Manzanares el Real.

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Las extracciones, siempre con criterios de conservación de la especie, se llevan a cabo mediante capturas en vivo o con un control selectivo con arma de fuego.

Sin machos viejos

El informe señala, además, que la prohibición de la actividad cinegética en los terrenos del parque ha podido fomentar "un mal uso de los precintos de los cupos de caza (por falta de vigilancia)" que se entregan a los titulares de los cotos de caza autorizados, lo que supone una "sobreexplotación" de los cupos.

Consecuencia de la caza furtiva es la práctica desaparición de machos por encima de los nueve años, cuando pueden vivir 14 o 15, lo que se traduce en una población "totalmente desestructurada", advierte el documento.

Las consecuencias de este desequilibrio repercute directamente en la selección sexual de una especie cuyo sistema de apareamiento está caracterizado en peleas de los machos dominantes por las hembras, que en situaciones de desequilibrio con carencia de machos viejos dejan de producirse, redundando en una selección natural "deficiente que aumenta más la debilidad genética" de la población.

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No obstante, la tasa de reproducción se ha ido reduciendo progresivamente en la última década y desde 2019 se mantiene en unos valores que denotarían un parón en el crecimiento provocado, "sin duda", por haber alcanzado el límite ecológico de la especie.

"Se da la paradoja de que la intensificación de la actividad cinegética, aunque, por un lado, está desestructurando las poblaciones con una escasez notable de machos viejos; por otro, está provocando una distribución más amplia de las poblaciones y favoreciendo la tendencia descendente de las abundancias de cabra montés", concluye el informe.

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Entre finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado fueron capturadas 67 cabras monteses en la Sierra de Gredos (entre las provincias de Ávila, Cáceres, Madrid y Salamanca) y Las Batuecas (Salamanca) e introducidas en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, un hábitat del que habían sido borradas a finales del XIX.

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La falta de predadores naturales, los amplios recursos alimenticios iniciales, la escasa presión cinegética y la elevada tasa de reproducción de la especie en los primeros años propició que la población de cabra montés en la Sierra de Guadarrama creciera exponencialmente hasta superar los 6.000 ejemplares en 2019, pero ahora la situación se ha revertido espoleada por la caza ilegal.