Los vaivenes del callejero a través de tres de sus espacios más emblemáticos | EUROPA PRESS
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Puede parecer nuevo, pero no lo es. El cambio de nombres en calles madrileñas es todo un clásico en nuestra historia. No lo trajo el franquismo, ni la ley de Memoria Histórica. Las calles de Madrid han visto modificar sus denominaciones como reflejo de su historia, pero también como consecuencia de modas, convirtiéndose a menudo, en testigos de la evolución política, cultural y social de la ciudad.

Según la normativa vigente, la denominación de las calles es una competencia municipal que, en el caso de Madrid capital, depende de las Juntas Municipales, aunque en última instancia es el pleno municipal el encargado de su aprobación definitiva.

El origen de los nuevos nombres de calles y plazas es muy heterogéneo. La denominación puede estar relacionada con topónimos anteriores del lugar, corresponder a nombres propios de personas de especial relevancia o vinculación con la ciudad o recaer en aspectos relacionados con el ámbito de las artes, las letras, las ciencias, la sociedad o la tradición.

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En ocasiones, se aprueban nombres de alguna temática concreta para dar homogeneidad a un determinado barrio. Por ejemplo, en el barrio de las Rosas (San Blas), la mayoría de las denominaciones se refiere a ciudades y países europeos, mientras que en Tres Olivos (Fuencarral) se decidió utilizar nombres relacionados con El Quijote.

PLAZA MAYOR

Pero no siempre ha sido así. Baste recordar que, durante las Cortes de Cádiz, en ausencia del rey Fernando VII, un decreto del 14 de agosto de 1812, establecía "que la plaza principal de todos los pueblos de las Españas" fuera denominada como plaza de la Constitución.

En el caso de nuestra popular plaza Mayor, el decreto se cumplió, lo cual no fue óbice para que tan singular ubicación fuera un vivo ejemplo de los cambios de denominación.

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Repasando, la plaza del Arrabal del Madrid del siglo XIII, fue plaza de la Constitución en 1812, 1820, 1833 y 1874, siendo, alternativamente, plaza Real en 1814, 1823, 1835 y 1840. Todo ello, sin olvidar que, solo en 1873, fue plaza de la República en febrero, plaza de la República federal desde el 24 de abril y plaza de la República democrática federal en diciembre del mismo año 1873. En 1874, retomó su denominación como plaza de la Constitución hasta que en 1940 se rebautizó como plaza Mayor.

La Plaza Mayor de Madrid | EUROPA PRESS

Aseguraba Benito Pérez Galdós en 'Napoleón en Chamartín', uno de sus 'Episodios Nacionales' que "el pueblo español que con presteza se inflama, con la misma presteza se apaga" y a fe que no le faltaba razón.

No es un caso único en nuestro callejero. La actual plaza de El Pardo, solo en el siglo XX ha sido plaza de la Constitución durante 4 meses en 1931, plaza de la República entre 1931 y 1939, plaza del Generalísimo desde junio de 1939 y plaza del Caudillo desde 1953, y hasta plaza del Mar Adriático, durante dos meses de 1953.

GRAN VÍA

Aunque la tradición de nombrar las calles es muy antigua, es a principios del siglo XIX, concretamente en 1835, cuando se elaboraron normas específicas para nombrar, rotular y numerar los viales, incluyéndose en este término tanto las calles, como plazas, glorietas, bulevares, polígonos o urbanizaciones, entre otros. A partir de esa fecha, se estableció que la nomenclatura debía ser única; que el nacimiento y numeración de las calles partiría desde el punto más próximo a la Puerta del Sol, y que los números pares se situarían en la acera derecha y los impares en la izquierda.

Desde entonces hemos pasado de apenas 600 denominaciones a más de 9.139 registros y más de 2.919 viales históricos que se contabilizaban en 2010 cuando el Ayuntamiento madrileño celebró el 175 aniversario de su callejero, su "base datos" por excelencia.

Gran Vía | TELEMADRID

Nuestra popular Gran Vía no deja de ser un caso curioso, sino único de nuestro callejero: ya que fue zarzuela (1886) antes que calle. Las obras de lo que debía de ser la calle más emblemática de la nueva metrópoli levantaban una gran polémica entre los vecinos de la capital, mucho antes de que en abril de 1910, el rey Alfonso XIII apadrinara el derribo de la "casa del Cura', la primera de las más de 300 edificaciones que hubo que echar abajo para construir el nuevo vial. Todo ello contribuyó aún más a la polémica. Los maestros Federico Chueca y Joaquín Valverde y el escritor y periodista Felipe Pérez y González lo supieron ver dando lugar en 1886 a una de las obras más memorables del 'género chico'.

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Lo cierto es que la nueva avenida se construyó, pero lo hizo en tres fases y no recibió oficialmente el nombre de Gran Vía hasta 1980. Antes, se denominó avenida de Conde de Peñalver, Pí y Margall y Eduardo Dato hasta la Guerra Civil.

Durante la contienda adoptó varios nombres: avenida de Rusia, de la URSS, de la CNT, de México, de la II República, aunque popularmente era conocida por los madrileños como la "avenida de los obuses" por los proyectiles que caían al utilizar los artilleros como referencia el edificio de la Telefónica, el más alto de Madrid en 1930.

Fue al término de la Guerra Civil en abril de 1939 cuando recibió el nombre de avenida de José Antonio (en homenaje a José Antonio Primo de Rivera), siendo rebautizada el 25 de enero de 1980 como calle de Gran Vía, como hoy la conocemos.

CALLE DE ALCALÁ

Otra madrileñísima calle, la de Alcalá, la más larga de Madrid con sus casi once kilómetros desde la Puerta del Sol hasta el barrio de Rejas (San Blas-Canillejas), junto al nudo de Eisenhower, tiene una historia mucho menos convulsa. Su trazado surge a comienzos del siglo XV del antiguo camino de Los Olivares que se abría hacia el este, desde la Puerta del Sol, en dirección hacia Alcalá de Henares.

Más adelante, ya en el siglo XVII, el tramo de la calle entre el paseo del Prado y la futura Puerta de Alcalá que erigiría Sabatini, se denominó calle del Pósito, debido a la presencia del Real Pósito (almacén de grano) de la Villa.

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Bautizada como calle de Alcalá el 11 de enero de 1835, ha alternado dicho nombre con el de calle del Duque de la Victoria (entre 1840 y 1843 y durante el periodo entre 1854 y 1855), en recuerdo del militar y político Baldomero Espartero (1793-187) y de su victoria en la primera guerra carlista al frente del ejército isabelino.

Sin embargo, no es hasta comienzos del siglo XX cuando la calle se prolonga, debido al ensanche, más allá de la Puerta de Alcalá y adquiere su primacía como eje viario madrileño.

Imagen de la Puerta de Alcalá | EUROPA PRESS

Hasta los años 60, la calle de Alcalá llegaba hasta Ventas, convirtiéndose primero en carretera de Aragón y posteriormente en avenida de Aragón, al ampliarse hasta la Ciudad Lineal. No fue hasta los años 90, cuando la avenida unificó su denominación como calle Alcalá.