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Pitones, cadenas, cepos, alarmas electrónicas... todo vale para impedir que nos roben la moto... pero la sensación en la calle es que, en cualquier momento y casi en cualquier lugar, nuestra moto puede desaparecer.

Un primer consejo que se olvida con demasiada frecuencia es amarrar siempre la moto a un punto fijo, sea una farola, una barandilla, un banco o una señal. Eso hará más difícil que nos puedan levantar la moto en unos segundos.

Una vez robada la moto suele ser desguazada y vendida por piezas, siempre a través de internet, la forma más segura y rápida de acceder a un comprador que en tiempos de crisis hace la vista gorda hacia estos recambios de dudosa procedencia.

De esta forma la moto desaparece sin dejar rastro. Perdida para siempre, en un segundo, y con la remota esperanza de algún día dar con ella.

Porque algunas de estas motos robadas también se sacan de España para venderlas en Marruecos y el norte de Africa.

Otras, las más potentes, sirven a veces para dar golpes y atracos. Es por eso muy importante, si nos roban la moto, denunciar cuanto antes su pérdida.