Madrid recupera sus tomates en peligro de extinción: del moruno de Aranjuez al Gordo de Patones
Gracias a un proyecto de Imidra y la colaboración de agricultores y supermercados
REDACCIÓN/AGENCIAS
El municipio madrileños de Quijorna ha sido uno de los lugares elegidos para recuperar dos variedades de tomate madrileño en peligro de extinción: el tomate moruno de Aranjuez y el tomate Gordo de Patones.
El banco de semillas del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra) ha logrado que estos tomates, condenados a desaparecer, vuelvan a ser protagonistas en numerosos platos en la cocina.
Y es que desde 2010, el instituto ha trabajado en un proyecto de investigación para conservar y mejorar distintos tomates autóctonos que ya no se producían para su venta y estaban a punto de perderse.
Mayor apoyo de los supermercados
Ahora las matas de tomate crecen, por ejemplo, en la finca del agricultor José Francisco Brunete (La Floresta) y en varias más de la comunidad desafiando una ola de calor que abrasa a España y, también, a las tendencias que casi acaban con ellos años atrás.
La revolución de la agricultura con los recursos fitosanitarios ha desencadenado una producción rápida y búsqueda de la homogeneidad de esta hortaliza.
Así lo explica la investigadora del Imidra, Isabel Fernández, quien señala que la producción de tomate quedó relegada durante un tiempo a la siembra de semillas híbridas que si bien generaban un mayor rendimiento, lo hacían en detrimento del aroma y el sabor.
Ahora, una mayor concienciación por una dieta saludable, los alimentos de proximidad y en origen ha fomentado que proyectos como el que está desarrollando el Imidra tengan también un respaldo por parte de los supermercados.
Es el caso de la cadena Alcampo, que desde esta semana ofrece a los consumidores estos tomates en sus tiendas de la Comunidad de Madrid.
Desde hace más de una década, el instituto madrileño ha recopilado semillas de tomate de toda la geografía madrileña para multiplicarlas y poder "caracterizarlas". Esta caracterización consiste, según la investigadora, en describir el tomate desde un punto de vista morfológico (peso, forma, cicatrices); nutricional, midiendo su valor energético y, por último, sensorial.
El proceso, que en cada variedad de tomate puede durar hasta tres años, también incluye una cata por parte de personas anónimas que valoran organolépticamente este alimento.
El sabor, "rico, rico"
Tras ese trabajo, han retomado determinadas variedades productivas que estaban a punto de desaparecer y que "favorecen a nivel económico al agricultor y son interesantes para el consumidor de casa y de restauración".
Entre una tierra seca pero de la que emana de un rojo natural, el agricultor José Francisco repite una palabra: "rico, rico". "Cuando los pruebas, te das cuenta de que estás tomando un tomate extraordinario".
No obstante, al ser un tomate plantado en un entorno al aire libre y, por ende, con "cicatrices", los consumidores pueden dudar a la hora de añadirlo en la cesta de la compra por su apariencia.