Una mujer camina en dirección a la estación Madrid-Puerta de Atocha | EUROPA PRESS
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Este martes se cumplen 30 años de una de las inauguraciones más simbólicas de la historia reciente de Madrid, cuando tocó a su fin la ambiciosa remodelación de la vieja estación ferroviaria de Atocha, que renacía con una imagen renovada, una terminal de alta velocidad y uno de los intercambiadores de transporte más importantes de Europa.

Todos en España recuerdan 1992 como el año en que, con el impulso de los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal, se catapultó la imagen de Barcelona y Sevilla, pero la capital no se quedó con las manos vacías, dando nueva vida a uno de sus iconos más reconocibles.

Del embarcadero al AVE

El espacio tenía ya entonces más de un siglo de historia. Según explican desde el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif), el origen del actual complejo ferroviario está en una primitiva estación inaugurada en 1851, conocida como 'Embarcadero', y que fue remodelada a finales del siglo XIX por el arquitecto Alberto Palacios.

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Su esqueleto pervive en la actual marquesina histórica, una nave de 27 metros de altura y cubierta por una bóveda de cañón de 152,9 metros de longitud, que estaba precedida por el pabellón de entrada, flanqueado por dos torres y al que sirve de cierre una gran cristalera, siendo esta la imagen exterior que recibe al viajero desde la glorieta de Carlos V.

Casi un siglo más tarde las nuevas necesidades del tráfico ferroviario exigían nuevas adaptaciones y así se puso en marcha, en 1984, la llamada 'Operación Atocha'.

Se convocó un concurso de ideas que ganó un equipo liderado por el arquitecto Rafael Moneo. El proyecto era de gran impacto, pues no sólo contemplaba los nuevos módulos para los servicios de Cercanías y Larga Distancia, sino también una intervención exterior determinante para el paisaje de la zona: el desmontaje del 'scalextric' de la glorieta de Carlos V.

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En 1988 se terminó la estación de Cercanías y cuatro años más tarde concluían los trabajos que incorporaron la primera terminal de alta velocidad de la capital para servir como cabecera del nuevo AVE Madrid-Sevilla, también estrenado en 1992.

El estreno de una obra colosal

La nueva estación incorporó elementos que hoy son plenamente reconocibles, como el jardín-invernadero que pasó a ocupar la marquesina histórica, la linterna cilíndrica de ladrillo que sirve como imagen exterior del intercambiador o la torre del reloj que se añadió al armazón original de la estación.

Las obras costaron 22.717 millones de pesetas (136,5 millones de euros al cambio, sin ajustar la inflación), de los que 9.549 correspondieron a la parte de la estación de Cercanías.

La esperada inauguración fue el 12 de abril de 1992 y como maestro de ceremonias ejerció José Borrell, un nombre que hoy sigue de plena actualidad por su labor al frente de la diplomacia europea ante la guerra en Ucrania, y que por entonces llevaba la cartera ministerial de Transportes y Comunicaciones.

El 21 de abril de 1992, la línea Madrid-Sevilla comenzó su funcionamiento para pasajeros, entre los que se encontraban los ahora reyes eméritos, Don Juan Carlos y Doña Sofía.

Tres décadas después, Puerta de Atocha constituye inequívocamente uno de los enclaves más reconocibles de Madrid, y el año pasado obtuvo un reconocimiento sin par al ser incluida en el Paisaje de la Luz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Mirando al futuro, Puerta de Atocha crecerá con su tercera gran ampliación, aunque antes de eso, la estación experimentará un cambio simbólico: pasará a llamarse Puerta de Atocha-Almudena Grandes, en homenaje a la escritora madrileña, fallecida el año pasado.