El mercurio amenazaba con 35 grados y las pistolas de agua, cubos, manguitos y sombreros corsarios confirmaban que en Vallecas tocaba guerra, más concretamente la 34ª edición de la Batalla Naval, que ha convertido a uno de los barrios más populares de Madrid en un refrescante enclave marinero por un día.
Los cañones eran cubos; los vecinos, grumetes y ante esta situación, poco han tardado en desatarse las hostilidades acuáticas entre los asistentes, que se contaban por miles y que no se habían dejado en casa las ganas de fiesta.
El primero en salir de casa lo ha hecho en barco -con vela incluida-, de madrugada y ha conseguido llegar puntual a la cita con la Batalla Naval, como no podía ser de otra forma.
"He zarpado a las seis de la mañana y acabo de llegar a puerto, aquí estamos", ha relatado a Pepe Castro, el patrón de una particular fragata construida sobre la base de una bicicleta y a la que no le faltaba una buena vela para aprovechar las escasas corrientes de aire que estos días se disfrutan en la capital.
Castro, como buen vecino, ha advertido a los turistas minutos antes de empezar que desde entonces "sólo les quedaba mojarse un poquito más" ya que, como ha indicado, "el día está para eso".
Y si Castro era el capitán de su navío, Iván Ranz y su pequeño hijo eran hoy los corsarios al lucir imponentes sombreros -con sus correspondientes calaveras- y pistolas de agua a juego que les convertían en una temible pareja de piratas.
"No puede faltar ningún complemento, hay que aprovechar al máximo", ha explicado el padre dando una tregua a todos aquellos que hoy han sido víctimas de su pistola.
Como no podía ser de otra manera, el agua y los vecinos han sido, como siempre, los grandes protagonistas de esta fiesta, una de las más esperadas del verano madrileño y que se lleva celebrando de forma continuada desde el año 1982, cuando la Batalla Naval aún era considerada una actividad clandestina.
Fue hace 15 años cuando la Cofradía Marinera de Vallecas, entidad organizadora del evento, oficializó ante las instituciones una batalla que hoy sigue orquestando bajo la utópica premisa de "Vallekas, puerto de mar".
Pero el carácter reivindicativo del que hace gala esta fiesta no se queda ahí, sino que un año tras otro los vecinos se mojan por alguna causa más real, que en esta edición se corresponde con la libertad de Alfonso Fernández Ortega -más conocido como "Alfon"-, un joven del barrio encarcelado por llevar presuntamente un artefacto explosivo el 14-N con motivo de la huelga general.
"Esto ha sido fruto del consenso con la gente del barrio, hemos mirado cuáles eran las pintadas más significativas del barrio y la más numerosa es esta, la de Alfon Libertad", ha aclarado Castro, antes de continuar su travesía.
Castro, como el resto de grumetes, navegantes y curiosos que han acudido a Vallecas, han terminado su recorrido a los pies del estadio del Rayo Vallecano, en la calle Payaso Fofó, que con motivo de la ocasión ha sido renombrada como Paseo Marítimo de Vallecas.
Allí la batalla se ha recrudecido en el momento en el que han llegado varios camiones cisterna con cartuchos en forma de más litros de agua, empleados por las miles de personas -el año pasado acudieron más de 12.000- que, como Jesús Rivas y sus amigos, no han querido faltar.
"Todo el mundo viene preparado con armamento acuático y esto es una batalla campal", ha indicado entre risas el joven, quien ha gozado de la compañía de sus amigos, a los que tampoco les faltaba el líquido elemento por si el agua de las pistolas no terminaba de hidratarles.
"Las cervecitas son lo que se demanda en una fiesta como esta, es lo que toca, beber y mojarse", ha confesado Rivas antes de afrontar el asalto definitivo a Vallecas. Al final, aunque a falta de confirmación oficial, parece que han ganado los piratas que hoy, aunque parezca mentira, han cambiado el ron por el agua.