Pamplinas, collejas y perifollos... la riqueza olvidada y recuperada de Madrid
La colaboración entre los mayores de varios municipios e investigadores ha permitido poner en valor cultivos y variedades silvestres abandonados
Tienen nombres sonoros como collejas o ajoporros. Y a veces apellidos de la tierra que los ve brotar como el nabo de Valdemanco. Son variedades silvestres, cultivos tradicionales que hasta hace pocas décadas estaban presentes en los pucheros y que incluso sirvieron para saciar el hambre en época de escasez. Pero que fueron desapareciendo con la modernización de la agricultura y las nuevas maneras de alimentarse.
El Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) está recuperando las variedades y el saber agrario tradicional. Una de las investigadoras, Laura Aceituno, afirma que el interés por estas especies vegetales es múltiple. "Mejoran la variedad genética, ayudan a otras a mejorar su resistencia, tienen identidad cultural y además buen sabor", explica a Telemadrid.es.
Los mayores de algunas localidades de la Sierra Norte de Madrid aún saben reconocer estas plantas que para el profano no son más que hierbas que crecen en los caminos. El conocimiento ancestral ha servido a los técnicos para conocer todas las posibilidades que ofrecen, analizarlas e incorporarlas tanto a los bancos de especies como ponerlas a disposición del comercio y la restauración.
Hasta los años 60, nos cuentan, la gente de la Sierra Norte de Madrid "vivía de lo que daba la tierra". Se cocinaban cardillos y corujas y las golosinas de los niños eran junquillos que se chupaban para extraer su jugo dulzón.
"Hace falta romper un poco los prejuicios y la inercia de modelos que parece que nos imponen", defiende la investigadora que pone a Francia como ejemplo de esa vuelta al producto rural, propio y cercano que se puede encontrar en sus mercados.
Además de su labor para el IMIDRA, Aceituno participa en el proyecto 'La Troje'. Un colectivo con diferente formación asentado en la localidad de El Berrueco. Desde hace más de una década conservan semillas y cultivos tradicionales donados por los agricultores de la zona. "Al principio nos lo daban porque ya no les valían y ahora acuden a nosotros para abastecerse y no plantar lo que producen en otras regiones", aclaran desde 'La Troje'.
Pamplinas, bledos, perifollos y orugas silvestres son plantas comestibles a pesar de que su nombre pueda sugerirnos otra cosa.
"Las collejas están al borde de cualquier camino, en los descampados, es una verdura parecida a la espinaca que se puede consumir en tortilla, es sopas o en guisados y está muy rica", recomienda Laura Aceituno.
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