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La estatua de Federico García Lorca situada en la plaza de Santa Ana ha sido víctima de los vándalos que han robado la alondra que sujetaban sus manos. Es el último capítulo de una historia plagada de incidentes y desperfectos que han sufrido incluso las estatuas más emblemáticas de la capital, como Cibeles o Neptuno.

Esta vez, la víctima ha sido Federico García Lorca. Su estatua sigue presidiendo la Plaza de Santa Ana, pero ahora, con las manos vacías. Se trata de un acto vandálico. Nadie sabe ni quién, ni cuándo ni cómo ni por qué.

No es la primera vez que ocurre algo así. A la diosa Cibeles le rompieron la mano en septiembre de 2002. A Neptuno, el brazo, y además le robaron el tridente. La cabra y el muflón de Arturo Soria se quedaron sin el corzo de bronce. Y los portadores de la antorcha de la Complutense, sin antorcha; el Newton de Dalí, amaneció sin una de sus dos esferas; las caras de Antonio López fueron sufrieron los ataques de los rotuladores indelebles de algun grafitero, y hasta las pacíficas vacas que pastaron en nuestro asfalto durante meses, sufrieron agresiones vandálicas.