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Todo está listo ya para que a la medianoche del día 31 el reloj de la Puerta del Sol, en el kilómetro cero de España, engrasado, ajustado y puesto a punto, avise a millones de personas con doce tañidos de la llegada de 2017.

Es uno de los acontecimientos de fin de año más esperados por millones de personas que lo ven en la televisión y también por los miles de aficionados que acuden a la céntrica plaza para tomar doce uvas al son de cada una de las campanadas que dejan atrás el año viejo.

Y no sólo el 31, porque muchísima gente ha vuelto costumbre desde hace unos años acudir al ensayo que realizan los técnicos encargados de la puntualidad del reloj en la medianoche del 30 de diciembre, justo veinticuatro horas antes de las campanadas de verdad.

A esta prueba del reloj, que se ha dado en llamar "las preuvas", acuden varios miles de madrileños y visitantes de la ciudad, que se anticipan un día a "las uvas" del 31, ocasión en la que la Puerta del Sol se vuelve a llenar de visitantes que desean vivir en directo la llegada del año nuevo en el punto más céntrico de todo España.

Todo esto teniendo en cuenta que el reloj de la Puerta del Sol, instalado en lo alto del edificio de la Real Casa de Correos, sede del Gobierno regional, deberá funcionar a la perfección.

Y para ello están los especialistas de Casa Losada, la relojería que controla su mecanismo desde 1997, entre ellos Jesús López, quien ha explicado a Efe que ya desde hace una semana han estado probando el reloj y cómo a día de hoy "funciona correctamente".

El reloj -donado al pueblo de Madrid en 1865 por el relojero leonés José Rodríguez Losada, afincado en Londres- funciona así: a falta de 28 segundos para las doce una palanca accionada por los relojeros permite que su gran bola de latón descienda como "aviso" de que está a punto de terminar el año, mientras suena, durante ocho segundos, un conocido repiqueteo.

En este momento faltan veinte segundos para la medianoche y empiezan a sonar "los cuartos" con dos campanadas cada uno, o sea ocho campanadas en bloques de dos.

Y entonces llegan las doce en punto de la noche... Ahí suena la primera de las doce campanadas (aquí hay que llevar a la boca la primera uva) y cada tres segundos la siguiente, por lo que duran un total de 33 segundos.

Jesús López ha explicado a Efe que para que todo vaya bien un grupo de cinco personas ha estado revisando el reloj de forma permanente. Y mañana y el sábado estarán en la torre del reloj, dos horas antes, "pendientes de que todo esté bien para que nadie se quede sin tomar las uvas al ritmo que marca el reloj".

"El mecanismo de la bola ha sido limpiado y engrasado, y ha sido instalada la megafonía sin la cual los asistentes en la Puerta del Sol no escucharían bien las campanadas", dice el maestro.

Para la casa de relojeros, esta encomienda supone "un placer, un honor" teniendo en cuenta, dice Jesús, que hay "millones de personas con sus familias y amigos pendientes de un trabajo bien hecho que debe permitir tomar las uvas y disfrutar y reír, que es lo bonito de la última noche del año".

El relojero considera que la cadencia de las campanadas es "la suficiente, ni más rápido ni más lento, para que las personas mayores puedan comer las uvas; los jóvenes -dice- se las comen en tres segundos, en uno y en lo que haga falta".