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El juez Pablo Ruz ha procesado a quince presuntos yihadistas que formaban una célula en Madrid dedicada a reclutar a musulmanes que combatieran en Siria liderados por Lachen Ikassrien, expreso de Guantánamo que denunció torturas en la Audiencia Nacional. Algunos de ellos fueron captados aquí en Madrid. La mezquita de la M-30 se convirtió en centro de reclutamiento para el islamismo radical del Estado Islamico.

En el auto de procesamiento, previo a la apertura de juicio, Ruz imputa un delito de integración en organización terrorista a estas quince personas, nueve de las cuales -cinco marroquíes, dos españoles, un búlgaro y un argentino- fueron detenidas en junio pasado.

Los seis restantes están en busca y captura y al menos dos de ellos viajaron presuntamente a Siria para enrolarse en el grupo de Al Qaeda ISIL (Estado Islámico de Irak y Levante).

BRIGADA AL ANDALUS

Se les acusa de haber captado mediante la célula, llamada Brigada Al-Andalus, al menos a nueve radicales desde Marruecos y España para luchar en países como Siria e Irak.

Según el juez, los procesados formaban parte de una célula establecida en Madrid que se dedicaba a "labores de captación, radicalización y posterior envío de muyahidines para realizar acciones terroristas a zonas de conflicto armado".

"Todo ello -dice el magistrado- con el objetivo principal de la instauración de la UMMA (Nación Islámica Universal) mediante la yihad islámica o guerra santa, siguiendo las directrices marcadas por los dirigentes de Al Qaeda". Esta organización estaba activa desde 2011 y presentaba conexiones con núcleos en Bélgica, Francia, Marruecos, Túnez, Egipto y Siria.

El "líder carismático" de la célula y "referente principal dentro de la comunidad de fieles" era Ikassrien, que tuvo un papel determinante a la hora de dar cobertura a sus miembros y facilitarles contactos con los núcleos internacionales.

Su mano derecha era Omar El Harchi, "principal líder operativo y religioso" que combatió en Siria y que era responsable de las acciones de captación y adoctrinamiento. El Harchi trasladó en febrero de este año su residencia a Tetuán (Marruecos), desde donde siguió encargándose de estas labores.

LA CAFETERIA DE LA MEZQUITA DE LA M-30 ERA EL LUGAR DE LOS ENCUENTROS

Uno de los lugares donde captaban a radicales era la mezquita de la M-30, donde los investigadores pincharon las llamadas desde la cafetería del templo, que servía a los miembros de la red como punto de encuentro.

A modo de ejemplo, el juez destaca que una testigo relató cómo su exmarido, enviado a Siria por el grupo, era "normal" hasta 2010, cuando empezó a acudir a la mezquita y le notó un cambio físico (se dejó crecer la barba) y de mentalidad hacia una manera de pensar más radicalizada.

Uno de los procesados que se cree que se trasladó a Siria, Hicham Chentouf, estuvo realizando labores de imám en la mezquita de Yunquera de Henares (Guadalajara) y fue recomendado para ese puesto desde la mezquita de la M-30.

El grupo tenía un "recaudador", Mohamed Khalouk, así como un denominado "núcleo de combatientes", es decir, los miembros que estaban "preparados mentalmente para ser integrados en filiales de Al Qaeda" bajo las instrucciones de Omar El Harchi.

También había un "núcleo de adoctrinados", es decir los que se integraron en el grupo "por vinculaciones de confianza con otros miembros" y se les iba educando hasta que se ofrecían para combatir en Siria o Irak.

Su líder, Ikassrien, "Chej Hassan", denunció en 2009 haber sufrido torturas durante su estancia en Guantánamo entre 2002 y 2005, hechos que investiga también el juez Pablo Ruz en un procedimiento abierto por su antecesor, Baltasar Garzón.

El juez destaca en el auto de procesamiento que en el registro a su domicilio se incautó numerosa documentación manuscrita incriminatoria, como una nota en la que afirma "Éramos seis, yo era el Emir" o conversaciones en las que decía a otro miembro: "Es una obligación hacer la yihad y hay muchos hermanos que han ido a la yihad".

En la operación también se encontraron vídeos de contenido yihadista, entre ellos uno en que varias mujeres encarceladas en la prisión iraquí de Abu Ghraib cuentan las violaciones y el abuso que recibían por parte de los soldados que las custodiaban, ante lo que hacían un llamamiento a los muyahidines para que las mataran a ellas y a sus violadores para "poder descansar".