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Esta semana Pedro Sánchez ha presentado su programa económico con guiños a su electorado de izquierdas, como la subida de impuestos y tasas verdes, pero también a un electorado más moderado.

A dos meses para las elecciones, pese al contante guiño de Pablo Iglesias, el líder del PSOE se prepara para un escenario incierto, con un proyecto sin ataduras ante sus inciertos compañeros de coalición.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se enfrenta a estas elecciones con el objetivo de convertirse en presidente del Gobierno a la primera, pero con la presión de que, si no lo logra, no serán pocas las manos que tratarán de moverle la silla en Ferraz. En el horizonte está el próximo congreso del partido, al que Sánchez confía en presentarse sea cual sea el resultado el próximo 20 de diciembre.

Pero el líder de los socialistas está convencido de que saldrá bien parado de esta cita con las urnas, como ha ido ocurriendo en todas las etapas de esta carrera desde que llegó a la Secretaría General, pese a que muchos creían que estaba destinado a ser 'Pedro el Breve'.

Sánchez cree que será presidente del Gobierno y, para ello, no despreciará a ningún compañero de viaje, excepto al PP. Públicamente ha dicho que quien gane las elecciones será quien tenga la responsabilidad de intentar formar gobierno, pero nadie duda de que, si las cuentas no son claras para el partido de Mariano Rajoy, Sánchez echará las suyas.

Y lo hará con el convencimiento de que es el partido mejor situado para llegar a acuerdos. Eso sí, Sánchez evita decantarse por un socio en concreto e insiste en que su objetivo no es fijarse en el "quién" sino en el "para qué"; es decir, en las políticas en las que pueden ponerse de acuerdo.

Con todo, hay pocas dudas de que el compañero preferido en este momento es Ciudadanos. Pese a las diferencias políticas, Sánchez se refiere al partido de Albert Rivera como "la derecha" con la que el PSOE se puede "entender".

Aunque, si se diera el caso, Podemos también podría ser un apoyo para los socialistas. Han quedado muy atrás los tiempos en que Pedro Sánchez ni mencionaba por su nombre al partido de Pablo Iglesias, al que se refería como "el populismo".

Esta capacidad de pactos a izquierda y derecha se ve ya en las comunidades autónomas: si Ciudadanos facilitó la investidura de la presidenta andaluza, Susana Díaz, Podemos hizo lo propio en otras como Extremadura y Castilla-La Mancha. Y los socialistas están satisfechos con el resultado.

Eso sí, insiste en que el suyo es el partido que mejor puede representar a la mayoría de los ciudadanos españoles, que considera progresista. El PSOE, dice, es "la izquierda de la centralidad y de la moderación".

SU UNICO ENEMIGO: EL PP

Así las cosas, Pedro Sánchez afronta la próxima campaña convencido de que su único enemigo es el PP y que el PSOE es la única alternativa al partido que ahora gobierna. Este mantra, que los socialistas han repetido con independencia del momento que vivían en las encuestas, se ve ahora reforzado por los sondeos.

Por eso, centrarán su campaña en atacar al partido de Mariano Rajoy y en denunciar los efectos de una legislatura que han visto "ineficaz" en lo económico e "injusta" en lo social. En la 'Guía de Campaña' que ha repartido a todo el partido no menciona ni a Podemos ni a Ciudadanos.

A nivel interno, el PSOE se enfrenta a la campaña consciente de que un mal resultado avivará tensiones y puede poner en entredicho el liderazgo de Pedro Sánchez, que algunos no han terminado de creerse desde el minuto uno de su mandato. Pero el secretario general y los suyos están convencidos de que, una vez más, conseguirá hacer frente a todos los elementos y logrará su objetivo: ahora, convertirse en presidente del Gobierno a la primera.

Y lo cierto es que ha logrado superar todos los obstáculos que se la han ido poniendo por el camino. Para empezar, consiguió convertirse en el secretario general cuando tres meses antes nadie hubiese dado un duro por sus posibilidades.

En esa ocasión, la pugna de su rival, Eduardo Madina, con la presidenta andaluza, entonces la única 'baronesa' del partido junto a Javier Fernández, y a quien muchos veían y querían en Madrid, acabó beneficiándole. El aparato se puso de su parte, los militantes le dieron su respaldo en primarias y el 'tal Pedro' se convirtió en el sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba contra todo pronóstico.

Sin embargo, las mieles de este éxito comenzaron a amargar antes de que cumpliera cien días en Ferraz, cuando le llegaron las primeras críticas del Sur: a Susana Díaz no le gustó la política de comunicación del secretario general, que decidió lanzarse al 'prime time' para romper la barrera del desconocimiento e incluso llamó en directo a 'Sálvame' para explicar su postura sobre el Toro de la Vega.

No obstante, muchos apuntaron después que el verdadero motivo de ese alejamiento, que desde entonces no ha hecho sino profundizarse, fue que Sánchez se postuló enseguida como candidato a la Presidencia del Gobierno, cuando Susana Díaz le había prometido su apoyo sólo para la Secretaría General, porque ella no quería cerrarse ninguna puerta en Madrid.

Hace justo un año, todavía algunos pensaban que la andaluza podría dar el salto a la política nacional, aunque, eso sí, nadie se planteaba que tuviera que competir con Sánchez en las primarias que se fijaron para julio de 2015. La opción era que, llegado el caso, el líder de los socialistad diera un paso atrás y Susana Díaz fuera aclamada.

ENERO AMARGO: EL 'SORPASSO' DE PODEMOS Y LA CITA CON ZP

Y 2015 empezó para Pedro Sánchez cuesta arriba: por primera vez las encuestas preveían el temible 'sorpasso' de Podemos, a quien el CIS situó en segunda posición, 1,7 puntos por delante del PSOE.

Además, pocos días después de conocerse este sondeo, con el peor de los escenarios posibles para los socialistas, se enteró por los medios de comunicación de que en diciembre el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero había compartido mesa y mantel con el líder de Podemos, en una cena en la que también estuvieron el exministro José Bono y el secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

Sin embargo, respondió a las dudas sobre su liderazgo y al lugar sobre el que estaba llevando al PSOE con un golpe de autoridad: el 11 de febrero destituyó a Tomás Gómez como secretario general del PSM y nombró a una gestora. Las razones oficiales fueron la "mala imagen" del partido y las malas perspectivas electorales, pero detrás de este puñetazo en la mesa estaba también el convencimiento de que, ya que se le iba a juzgar por los resultados de mayo, iría con sus candidatos.

Y después logró situar al exministro Angel Gabilondo como candidato a la Comunidad de Madrid y demostrar que su apuesta era buena: el exministro superó en 10 puntos al candidato al Ayuntamiento, Antonio Miguel Carmona, que después sería apartado como portavoz de grupo en agosto.

Pero antes de las autonómicas y municipales, Sánchez consiguió asestar un segundo golpe a propios y ajenos en el Debate del Estado de la Nación, donde, según el CIS, convenció a los suyos y se impuso al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

El patio interno se empezó a relajar cuando las dificultades para ser investida alejaron a Susana Díaz de Madrid. Además, el 25 de mayo, aunque obtuvo el peor resultado de su historia, el PSOE logró teñir de rojo el mapa político, al lograr gobernar en otras seis comunidades autónomas (Asturias, Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Extremadura), y cogobernar en otras dos (Cantabria y Canarias).

De esta manera, los que estaban ya afilando los cuchillos tuvieron que guardarlos y, sin rivales en unas primarias que no se llegaron a celebrar, Pedro Sánchez se proclamó candidato a la Presidencia del Gobierno.

Las aguas parecieron calmarse entonces en el PSOE, pero las formas del nuevo líder no convencen a todos. El último ejemplo, la incorporación de la exdiputada de UPyD Irene Lozano a la lista por Madrid, que ha generado malestar a algunos 'barones'.

Muchos creen que Pedro Sánchez sabe que los suyos pueden no darle una segunda oportunidad. Por eso, está dispuesto a llevar a cabo operaciones de riesgo, si cree que pueden acercarle a La Moncloa.