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El Tribunal Supremo ha confirmado hoy por unanimidad la condena a 40 años de cárcel para José Bretón por el asesinato de sus dos hijos, Ruth y José, de seis y dos años, como venganza contra su exmujer y porque no aceptó que ella se divorciara de él.

Bretón, que fue considerado culpable por un jurado en una sentencia que ratificó luego el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, había recurrido ante el Supremo y la Sala de lo Penal de este tribunal, que revisó ayer su petición en vista pública, ha rechazado su recurso.

El 22 de julio de 2013, hace ahora casi un año, José Bretón fue condenado por el asesinato de sus hijos en una sentencia de la Audiencia Provincial de Córdoba que dio cuerpo al veredicto de un jurado que le declaró culpable.

Aquella condena, que ahora ha ratificado el Supremo en un fallo cuya sentencia se conocerá en los próximos días, consideró a Bretón autor de dos delitos de asesinato con la circunstancia agravante de parentesco.

El tribunal impuso dos penas de veinte años de prisión por cada uno de los crímenes porque consideró probado que cuando en septiembre de 2011 Ruth Ortiz le comunicó a su entonces marido José Bretón que tenía voluntad de acabar con su matrimonio y quedarse a vivir en Huelva con los hijos de ambos, el condenado concibió la idea de dar muerte a los niños como venganza contra su esposa.

Para ejecutar dicho plan, decidió que el lugar más adecuado sería la finca de Las Quemadillas, propiedad de sus padres, y que la fecha adecuada sería el 8 de octubre de 2011, aprovechando que ese fin de semana estaría con los niños conforme al acuerdo al que había llegado con su esposa.

Con dicha finalidad, el 29 de septiembre compró un ansiolítico y un antidepresivo que un médico psiquiatra le recetó y con los que, una vez llegado el momento, poder adormecer e incluso matar a sus hijos con toda facilidad. Además hizo acopio de leña en la parcela y adquirió litros de gasóleo en una gasolinera de Huelva.

Sobre las 15.00 horas del 7 de octubre de 2011, Bretón recogió a sus hijos en Huelva, marchó con ellos a Córdoba y los dejó en casa de su hermana para poder ir a la parcela y dejar las garrafas de combustible que había comprado en Huelva.

En la mañana del 8 de octubre de 2011, Bretón y sus hijos fueron a casa de la hermana del condenado, donde permaneció con sus hijos y sobrinos hasta las 13.30 horas.

Posteriormente, su cuñado llevó a Bretón y a sus hijos a recoger su coche a la casa de los abuelos, donde se detuvieron lo justo para hacer creer a su familia que se dirigía a comer con unos amigos.

Al salir de la casa de sus padres el condenado se dirigió con sus hijos a la finca y les suministró, durante el trayecto o al llegar a la misma, un número indeterminado de pastillas tranquilizantes para facilitar su adormecimiento total y/o su muerte.

Preparó una especie de pira funeraria en un lugar nuevo de la finca, entre varios naranjos y sin visibilidad desde el exterior, donde colocó los cuerpos de sus hijos sin que pueda determinarse si ya estaban sin vida o todavía no habían fallecido.

Quemó los cuerpos a tal temperatura que las partes blandas de los cuerpos de los niños desaparecieron rápidamente, quedando únicamente unos restos óseos. Ese mismo día el condenado hizo creer a su hermano que estaba en un parque con sus hijos.

Cuando consideró que había transcurrido un tiempo suficiente para hacer creíble la ficticia desaparición de los menores, llamó de nuevo a su hermano sobre las 18.18 horas diciéndole que había perdido a los niños, mientras que sobre las 18.41 horas llamó al teléfono de emergencias 112 comunicando la desaparición de sus hijos.

Además, sobre las 20.43 horas acudió a la comisaría de la Policía Nacional de Córdoba para presentar denuncia por la desaparición, pese a conocer perfectamente que no había existido tal desaparición en el parque.

La defensa de José Bretón pidió ayer coraje al Supremo -durante la vista de su recurso pidiendo la absolución- para enfrentarse a las presiones de los medios de comunicación y atender únicamente al Derecho, de modo que no confirmaran la sentencia del jurado, que según ella condenó sin pruebas a Bretón.

Durante la vista la defensa cuestionó la cadena de custodia de los huesos de los niños que se constituyeron en la principal prueba contra Bretón, pero el fiscal respondió que doce peritos coincidieron en señalar sin dudas que los restos óseos recogidos en la finca de la familia del reo eran los mismos que luego fueron examinados.