El Tribunal Supremo ha confirmado la condena a cuatro años y medio de prisión del expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, y las de 63 exdirectivos de la entidad financiera, cuyas penas oscilan entre cuatros meses y cuatro años y medio de cárcel, por un delito continuado de apropiación indebida por el uso fraudulento de las conocidas como tarjetas 'black'.
La sentencia del alto tribunal, que se ha dado a conocer este martes, ha confirmado la resolución dictada por la Audiencia Nacional el 23 de febrero de 2017, que dio por dio por acreditado el gasto de más de 12,5 millones de euros entre los años 2003 y 2012, así como el uso personal de los plásticos a sabiendas de que era una práctica ilegal y de que causaron un quebranto al patrimonio de la caja extinta.
En una sentencia de 462 folios, el tribunal confirma la culpabilidad de los 65 acusados dictada por la Audiencia Nacional y rebaja la pena a los que devolvieron el dinero que gastaron con las tarjetas.
La sentencia sostiene que Rato "mantuvo y amplió un sistema pervertido desde su origen", y aunque ha estimado parcialmente los recursos de los condenados que devolvieron antes de celebrarse el juicio el dinero gastado con las tarjetas, no ha sido así en el caso del exbanquero que desembolsó 99.000 euros con ella.
Esta confirmación significa que Rato deberá entrar en prisión. El exvicepresidente puede aún recurrir en amparo al Tribunal Constitucional y solicitar la suspensión de su condena en tanto no se pronuncie, pero es poco probable que se paralice su ingreso en la cárcel.
Rato, ha manifestado a Europa Press, que todavía no ha decidido si recurrirá dicha sentencia ante el Tribunal Constitucional. "Todavía no tengo tomada ninguna decisión", se ha limitado a señalar.
Consejeros y directivos de la entidad gastaron 12,5 millones de euros con cargo a tarjetas corporativas opacas al fisco.
Cuando José Ignacio Goirigolzarri llegó a la presidencia de Bankia, en 2012, se comenzaron a investigar los gastos de ejercicios anteriores y entre ellos el uso de esas tarjetas que no parecían estar en consonancia con "la ortodoxia bancaria".