Han pasado veinte años del asesinato anunciado Miguel Ángel Blanco en manos de la banda terrorista ETA. Ocurrió en 10 julio de 1997. Dos disparos acabaron con la la vida del joven concejal del PP de la localidad vizcaína Ermua.
El Gobierno no había cedido al chanjate etarra, que reclamaba el acercamiento de todos los presos etarras a Euskadi a cambio de su vida. Debía cumplirlo en 48 horas. Un chantaje que rechazaron de forma unida todos los partidos (salvo HB, que no lo condenó).
La sociedad vasca, y con ella, el resto de España se movilizó, al grito de ¡Basta Ya! y con las manos pintadas de blanca, ante la barbarie etarra. Naciólo que se ha llamado a conocer cvomo el espíritu de Ermua.
Fueron cinco días de continuas movilizaciones y concentraciones espontáneas relamando su libertad y que comenzaron la misma tarde del jueves 10 de julio en que ETA que secuestró al entonces desconocido Miguel Angel Blanco. Una movilización social multitudinaria y permanente durante los tres días que duró el secuestro..
Pese a las movilizaciones y las peticiones internacionales, incluido el Papa y movimientos revolucionarios como los Tupamaros -incluido el luego presidente uruguayo José Múgica-, o el Frente Sandinista, ETA ejecutó en la tarde del sábado a Blanco con dos disparos en la cabeza. El edil fue hallado con un hilo de vida cerca Andoaín. Falleció a la madrugada siguiente.
Al conocerse la noticia se produjeron numerosas manifestaciones espontáneas en la tarde del sábado, muchas de ellas ante locales de la izquierda abertzale, que no fueron asaltados gracias a la intervención de políticos como los alcaldes de Ermua, Carlos Totorika (PSE), o de Bilbao, Josu Ortundo (PNV).
En Ermua, Totorika dirigió esa tarde la manifestación hasta Eibar para luego volver a Ermua y de esta forma calmar los ánimos de los indignados vecinos.
El domingo, tras el fallecimiento en el hospital de Miguel Ángel Blanco, las concentraciones en los principales municipios vascos volvieron a ser multitudinarias y todavía el lunes -día del funeral- se realizó un paro de una hora al mediodía y por la tarde hubo nuevas manifestaciones en todo Euskadi.
Esos cinco días de julio, según ya se decía entonces y corroboró después, supusieron "un antes y un después" y establecieron la derrota social de una ETA ya debilitada policialmente en años anteriores, además de ser el sustrato para el Pacto Antiterrorista del que se derivó la ilegalización de los partidos y candidaturas de la izquierda abertzale. El País Vasco venció al miedo.