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Las aves esteparias, que hace catorce años campaban a sus anchas por los terrenos que entonces les arrebató el aeropuerto de Ciudad Real, podrán ahora volver a colonizarlos, después de que estas instalaciones aeroportuarias se hayan quedado desde hoy sin ningún tipo de uso.

Sin la amenaza de los halcones y azores del cetrero, avutardas, sisones, gangas y ortegas, las aves que hace años poblaban estos terrenos podrán sobrevolar sin temor los cuatro kilómetros de pista de asfalto en la que ya ni aterrizará ni despegará ningún avión.

La imagen del aeropuerto de Ciudad Real es la de un aeropuerto fantasma, donde la quietud la rompe únicamente el ruido del viento que se cuela por sus modernas instalaciones, que tras costar cientos de millones de euros, permanecen mudas y sin actividad.

No hay ningún tipo de movimiento en el Aeropuerto de Ciudad Real, colonizado también en los últimos meses por cientos de conejos que recorren de allá para acá cada rincón de esta gran infraestructura, que esperaba convertirse en un gran proyecto dinamizador de riqueza y empleo en plena llanura manchega, y que se ha quedado en un lugar triste y desolado.

Los pocos trabajadores que aún acuden a sus puestos de trabajo esperan tener que dejar de hacerlo muy pronto, pero, mientras tanto, recuerdan con añoranza aquellos días en los que comenzó su actividad en el aeropuerto y en los que todo parecía que iban a ser buenas noticias.

Algunos de ellos deambulan por la instalaciones sin nada que hacer, la ausencia de pasajeros y aviones los ha puesto en la calle, mientras esperan la decisión de la juez, que tramita el concurso de acreedores en el que está inmerso esta empresa, de aprobar el expediente de regulación de empleo que los llevará definitivamente a engrosar las listas del paro.

Los cardos y las malas hierbas crecen en las tierras más fértiles del pequeño municipio de Villar del Pozo, donde los promotores del aeropuerto expropiaron cientos de miles de metros cuadrados a sus antiguos propietarios para incorporarlos a la infraestructura y crear una gran zona de seguridad.

En Villar del Pozo se mira estos días con tristeza el cierre definitivo del aeropuerto, pero, sobre todo, lo que lamentan muchos de sus habitantes es que, al final, ni tienen aeropuerto ni tienen las ricas tierras donde entonces cultivaban sus productos.

Gregorio Ballesteros Alcaide es uno de los agricultores de Villar del Pozo que hoy se lamentaba por esta situación y que comentaba a Efe que lo único que ha conseguido el centenar de vecinos que aún viven en él es "quedarse sin tierra y sin aeropuerto".

Este sexagenario cuenta que cuando empezó la construcción del aeropuerto lo que hicieron fue "engañar" a los vecinos prometiendo miles de puestos de trabajo que nunca llegaron a crearse.

Echando la vista atrás, ha reconocido que lo único que ha conseguido el aeropuerto es perjudicar a este pequeño pueblo, "dándonos más sofocaciones y preocupaciones que beneficio ".

En cualquier caso, ha comentado, mientras perdía su vista más allá de la gran pista de aterrizaje que permanece vacía: "lo que ha ocurrido era algo que todo el mundo sabía que iba a pasar".

De hecho, ha recordado cómo cuando a algunos directivos que acudieron a su casa, sentados en la cocina, les preguntó que para qué quería Ciudad Real un aeropuerto, estos les contestaron, "si vienen aviones, se hace y, si no vienen aviones, también se hace; y claro, lo han hecho, pero a cambio de arruinar a muchos".

En Villar del Pozo pocos son optimistas sobre el futuro del aeropuerto, como tampoco lo es Gregorio Ballesteros, mientras tanto, él y sus vecinos seguirán recorriendo las solitarias y vacías calles de este municipio, donde un día llegaron a creer que el ruido de los aviones podría traer riqueza.