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El recuerdo de los pactos marcan el 35 aniversario de las primeras Elecciones democráticas
- Arias Salgado defiende pactos como en la Transición pilotados por el Gobierno
- Guerra echa de menos la "pasión por el pacto" y la ilusión colectiva del 77
El exministro y diputado de la UCD tras las elecciones de 1977 Rafael Arias Salgado defiende que los principales partidos logren grandes pactos con cesiones mutuas, como los que hubo en la etapa de la Transición, pero advierte de que el Gobierno no puede abdicar de sus responsabilidades.
Salgado se expresa así en una entrevista con Efe con motivo de cumplirse el 35 aniversario de los primeros comicios convocados en España tras la etapa franquista y en la que rememora la evolución desde entonces de las relaciones entre los partidos.
El extitular de Relaciones con las Cortes y Administración Territorial, entre otras carteras, y diputado durante cinco legislaturas, considera que el 15J fue "una fecha para la alegría" no sólo porque la UCD ganó las elecciones, sino porque se abrió un proceso constituyente y representaron el segundo gran éxito de Adolfo Suárez.
El primero, según recuerda, fue el referéndum de la ley para la reforma política.
Arias Salgado, que formó parte del CDS de Suárez y en 1993 ingresó en el Partido Popular, defiende los grandes acuerdos políticos entre los partidos porque cuando los ha habido, España ha progresado notablemente, subraya.
A su juicio, la Transición democrática no habría sido posible, o al menos tan exitosa, sin el gran pacto constitucional y sin los Pactos de la Moncloa.
"Pero los pactos o acuerdos no consisten en que el Gobierno haga la política del otro o abdique de sus responsabilidades", advierte el exministro, para quien los partidos que no gobiernan tienen en principio que ceder más porque el responsable de lo que suceda es el Ejecutivo.
Sí apunta la necesidad de que el Gobierno seleccione las cosas de la oposición sin las cuales el pacto no es posible.
"Hay y debe haber cesiones recíprocas, pero debe haber sobre todo comprensión recíproca de la responsabilidad de cada uno", añade Arias Salgado.
No ve muchos cambios en 35 años en el Parlamento desde el punto de vista de su actividad porque, como institución, no cambia, sino que legisla y controla a los gobiernos.
Pero sí lamenta que los debates estén en la actualidad "excesivamente encorsetados" y destaca que en las primeras legislaturas había "grandes parlamentarios que hoy se echan de menos".
En la legislatura constituyente, dice, las relaciones entre los partidos eran "necesariamente fluidas y cordiales" porque todo el mundo sabía que había que pactar, y rememora que el primer gran pacto fue la ley de Amnistía y a él le siguió el pacto constitucional.
Respecto a este último, recuerda que la redacción de la Constitución se realizó en una ponencia a puerta cerrada precisamente para evitar que las tensiones políticas inherentes a la vida parlamentaria incidieran en el resultado final.
"Se pactaron muchas cosas, pero después de las elecciones de marzo de 1979 todo cambió y hubo significativas tensiones políticas y debates desabridos", apunta.
Para Arias Salgado, había un gran deseo de cambio político y eso implicaba un mayor grado de conciencia política que en la actualidad.
Pero llama la atención sobre las cifras de participación electoral, que, tal y como resalta, se ha mantenido prácticamente constante en los mismos porcentajes.
"Es normal que en los momentos de crisis se agudice la conciencia política", añade.
El exministro reconoce que la corrupción y los abusos han deteriorado la imagen de los políticos, pero cree que eso ha ocurrido de manera "algo injusta" porque la mayoría trabaja "razonablemente bien y de forma honrada".
Ante la pregunta de si considera necesario repensar el modelo territorial, cree que sería conveniente que una comisión de expertos realizara un informe similar al que se hizo dentro de los pactos autonómicos de 1981 entre el Gobierno, la UCD y el PSOE.
GUERRA ECHA DE MENOS LA "PASIÓN POR EL PACTO" Y LA ILUSIÓN COLECTIVA DEL 77
El veterano socialista Alfonso Guerra echa de menos, treinta y cinco años después de las primeras elecciones de la democracia, la "pasión por el pacto" que tenían los partidos por aquel entonces, que ve "imposible" repetir ahora, así como la ilusión colectiva de un pueblo que "se encontró con su libertad".
En una entrevista con Efe, Guerra admite que sus recuerdos de aquella campaña y los comicios del 15 de junio de 1977 están "un poco idealizados" aunque sin exagerar, porque se produjo la "fiesta clamorosa" de una sociedad que "derrochó" esa libertad que, "por miedo", no pudo expresar durante cuarenta años.
El único diputado que ha estado en todas las legislaturas desde entonces y se sigue sentando en el hemiciclo del Congreso, rememora un tiempo "alegre y feliz" en el que los ciudadanos se volcaron con la campaña y la citas con las urnas.
Hasta el punto, recuerda, que un pueblo en el que dio un mitin se paró literalmente porque todos sus habitantes acudieron a escucharle; "todos incluyendo la dotación completa de la Guardia Civil y la señorita que enchufaba los teléfonos", añade.
También se acuerda del momento en que entró por primera vez en el Congreso y se cruzó con el entonces dirigente de AP, Manuel Fraga, a quien sólo conocía "del Nodo" y con el que, tras un momento de incertidumbre y de imaginarse si alguno se lanzaría "al cuello" del otro, compartió un educado "buenos días" que le hizo pensar que "aquí se va a poder hacer algo".
Ese algo, explica a Efe, fue la Constitución de 1978, a cuya redacción ayudó, y que fue la primera, tras dos siglos de "constituciones partidarias, que eliminaban a la otra España", en que se logró un acuerdo del cual se confiesa "muy orgullo".
Ahora, sin embargo, el presidente de la Comisión de Presupuestos lamenta que haya "muy poca pasión por el pacto", un talante que comenzó, en su opinión, en la segunda legislatura con José María Aznar como presidente del Gobierno y que, tras pasos adelante y atrás, vuelve a repetirse.
El consenso, remarca, significa "renunciar a una parte de lo que quiere cada uno de los que entran" en él, de forma que se produce una "renuncia colectiva".
"Eso fue enormemente bello en la transición y hoy eso prácticamente no existe", concluye.
También ha desaparecido para Alfonso Guerra el dinamismo que el Parlamento tenía en sus primeros años, más parecido al modelo británico que se quiso copiar, frente al Congreso en la actualidad, que es "más de monólogos que de debate", con tiempos tasados como si se tratara una partida de ajedrez.
El exvicepresidente del Gobierno de Felipe González detecta por otro lado una merma en el parlamentarismo de todo el mundo, incluido el español, porque se está produciendo una "invasión de las decisiones económicas sobre las políticas, de la razón económica sobre la razón política e incluso sobre la razón moral".
Los parlamentos han perdido "una parte de su esencia" y también, en el caso del español "una cierta dialéctica", dice Guerra, para quien el Parlamento se ha empobrecido precisamente porque se ha perdido "cierta capacidad oratoria y retórica" por parte de los diputados.
Y este Parlamento ha cambiado "muchísimo" respecto al de 1977, sostiene Guerra, porque entonces entraron en política muchas personas "muy capacitadas" que pensaron: "hay que venir aquí a hacer algo".
Personas que, sin embargo ahora estarían en la actividad privada porque la política "no ha resultado, desde el punto de vista personal, muy grata", explica.
Alfonso Guerra reivindica no obstante la política con mayúsculas, hasta el punto de que la considera "una de las actividades más nobles a la que se puede uno dedicar".
Lo que pasa, admite, es que "hay gente que no lo hace con honestidad y crea un tachón, un borrón sobre la política" y por otro lado están quienes pretenden hacer creer que la política es "siempre innoble".
En este sentido, denuncia que hay "una especie de deporte nacional de ir contra los políticos" y señala que decir que la política es una actividad poco ética es "una falsedad de la dictadura que sigue en la cabeza de mucha gente" y que también alimentan algunos medios de comunicación.
Aunque también echa culpas a los propios políticos, que contribuyen al "divorcio" con la sociedad porque "se contradicen con lo que hacen, lo que dicen y hasta lo que piensan", creando un "abismo" entre ellos y los ciudadanos.
Tampoco exime de responsabilidad a los partidos, que en este momento "funcionan bastante mal"; pero advierte de que siguen siendo necesarios porque si desaparecieran detrás sólo habría el "telón de acero" de una dictadura.
Pese a todo, el histórico diputado socialista asegura que "merece mucho la pena" dedicarse a la política como ha hecho él porque aunque no sea tan provechoso desde el punto de vista personal sí lo es cuando "uno se compromete por la lucha por el conjunto de la sociedad y no sólo por su familia y sus amigos".
CARRILLO: "ES IMPOSIBLE QUE HOY SE REPITA EL CONSENSO DE LA TRANSICIÓN"
El exsecretario general del PCE Santiago Carrillo está convencido de que es "imposible" que hoy se repita el consenso que hubo en la transición y no cree "en absoluto" que, a pesar de la extrema situación económica que atraviesa España, puedan reeditarse los conocidos como pactos de La Moncloa.
Carrillo ha conversado con Efe con motivo de la celebración mañana del 35 aniversario de las primeras elecciones generales en democracia, celebradas el 15 de junio de 1977 y en las que el exdirigente comunista salió elegido diputado.
Recuerda Carrillo la fecha como el "gran cambio" que comenzaba en el país en unas condiciones "muy difíciles", porque aunque las elecciones fueron "libres", la España rural y la izquierda, que "todavía tenía miedo", encontraron "muchas dificultades para expresarse".
La libertad no fue tal en los pequeños pueblos porque la sola presencia de una pareja de la Guardia Civil en la puerta del colegio electoral ya imponía, asegura Carrillo.
Opina el histórico dirigente político que el Parlamento español ha cambiado mucho desde entonces. En 1977 y años siguientes, relata, las Cortes jugaron un papel muy importante porque el espíritu común de todos era gestionar el cambio de la dictadura a la democracia.
"Para eso, había un gran consenso. Hoy es imposible que se repita el consenso que hubo entonces", recalca Carrillo.
Y en pos de ese objetivo, los diferentes grupos políticos mantuvieron unas relaciones más estrechas y fructíferas que ahora, toda vez que el acuerdo para otorgar al pueblo la soberanía era "total".
Hoy, continua Carrillo en su conversación con Efe, es "imposible" que la izquierda, por ejemplo, apoye o suscriba acuerdos como algunos que se han aprobado, entre ellos la reforma laboral u otras decisiones que, en su opinión, están "empobreciendo" la educación y la sanidad. En suma, "anulando elementos del estado del bienestar", apostilla.
"No creo en absoluto" que pueda reeditarse un pacto como los de La Moncloa pese a que España está pasando una situación "delicada" en la que "manda la banca" y en la que el pueblo y una parte importante del empresariado tiene menos posibilidades de acceder al crédito y al empleo, subraya Carrillo.
El exlíder del PCE observa un "empobrecimiento" de la actual vida parlamentaria, que compara con la de su época de diputado.
En ese momento, explica, los políticos y partidos estaban representados "más eficazmente" en el Congreso que hoy. Además, en la actualidad las fuerzas de izquierda han quedado "muy debilitadas".
Contrapone también la conciencia política de los ciudadanos en la Transición con la de ahora. "En aquellos tiempos la opinión pública apoyaba en general el cambio hacia la democracia y la apertura a políticas más avanzadas. Hoy, la opinión pública está muy desconcertada", explica Carrillo.
Para este histórico político, los ciudadanos no tienen ahora confianza ni en el Gobierno ni en el principal partido de la oposición.
Un desconfianza que, según Carrillo, se han ganado "a pulso" unos y otros, lo que crea un "serio problema para hoy y para mañana".
El PP se la ha ganado, a su juicio, por la política "muy destructiva" que practicó cuando era oposición y por la "muy dominante y opaca" que lleva a cabo en el Gobierno, y el PSOE, por "haber aceptado políticas neoliberales" que han priorizado la recapitalización en lugar del desarrollo y el crecimiento.
A sus 97 años, Carrillo ya no echa de menos el Parlamento, aunque reconoce que ha habido momentos en su vida en los que le hubiera gustado estar allí, "tomar la palabra y decir lo que pensaba", toda vez que algunos debates se alejan de lo que "exige la realidad española".
Hoy, Carrillo confiesa que no es más que un "analista" y que presencia los debates parlamentarios con "un alejamiento y distancia intelectual tan importante que hace que muchas veces no sienta ningún interés por ellos".
El exlíder del PCE no ve ningún gran orador en las actuales Cortes, pero tampoco quiere destacar a alguno concreto de la historia de la democracia ni de su época.
Una época de "más esperanza que lo es la época actual", concluye Santiago Carrillo.