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Los antibióticos de última generación son necesarios para combatir las bacterias multirresistentes, pero también la vieja penicilina sigue siendo imprescindible para tratar enfermedades y en algunos países está empezando a escasear. Al parecer, como la patente caducó hace muchos años, a los laboratorios no les resulta rentable su fabricación. La penicilina para el tratamiento de enfermedades como la sífilis y la enfermedad reumática del corazón.

En estos momentos, tan sólo cuatro compañía farmacéuticas en todo el mundo producen el principio activo del antibiótico, manteniendo la producción en niveles bajos al tratarse de un medicamento que les reporta escasos beneficios. Ello ha ocasionado, según datos de la Organización Mundial de la Salud, que al menos 18 países, incluyendo Estados Unidos, Canadá, Portugal, Francia y Brasil, han sufrido la falta de penicilina en los últimos tres años.

Como consecuencia, ante la falta de penicilina, los especialistas tienen que recurrir al uso de otros antibióticos, como la azitromicina o la eritromicina, para tratar enfermedades como la sílilis. De menos efectividad, este fármaco en concreto esta resultando cada vez más inocuo contra determinadas cepas de la sífilis. Además, la carencia de fármacos de primera elección terapeutica para atajar las infecciones, aumenta el riesgo de la aparición de superbacterias más resistentes.

FALTA DE ANTIBIOTICOS

Lo cierto es que si bien el desarrollo de nuevos antibióticos se ha frenado, también escasea la producción de los fármacos más antiguos y efectivos. Detrás de ello, está, por un lado, el menor margen de beneficio que aporta el desarrollo de nuevos antibióticos frente a la inversión que supone desarrollar nuevos fármacos para enfermedades raras y crónicas; por otro, la baja rentabilidad existente en la producción de fármacos cuya patente ha quedado liberada, cómo es el caso de la penicilina.