| Bruja sexy
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De "bruja o vampiresa sexy", de "camarera sexy", de "colegiala sexy", de diablesa, por supuesto, "sexy". Los disfraces más vendidos para mujeres cuando se acerca la fiesta de Halloween son, tradicionalmente, los que ofrecen cierta insinuación sexual, incorporan alguna pieza clásica de lencería, como el corsé, acentúan la silueta femenina o realzan el escote. El Instituto de la Mujer ha recibido quejas al respecto, las asociaciones de mujeres hablan de "micromachismo" y las vendedoras ven más una cuestión de gustos.

"¿Hasta que punto es voluntaria la elección del disfraz sexy o lo llevamos por una imposición social que nos impone la estética que nos esclaviza?". Lo plantea la presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Progresistas (FMP), Yolanda Besteiro, para quien esta costumbre es un claro ejemplo de "micromachismo", una conducta basada en la desigualdad que, por sutil, pasa desapercibida incluso a ojos de las perjudicadas.

Besteiro centra el debate en esta cuestión: "el problema es que ellas no son conscientes de que con ese tipo de disfraces se está utilizando su cuerpo para hacer más atractiva la fiesta". "No somos conscientes de lo que está sucediendo, de que la imposición social, cultural y estética del mundo en el que estamos inmersas se nos viene encima al tomar este tipo de decisiones", ha añadido en declaraciones a Europa Press.

En las tiendas Maty, Barullo y Partyland, tres establecimientos de referencia en materia de disfraces en Madrid que, además, están en manos de mujeres, no lo tienen tan claro. Reconocen que se venden "muchísimo más" los disfraces insinuantes que aquellos que se limitan a cumplir la función de "dar miedo" en la noche de Halloween, pero interpretan la tendencia en términos de una coquetería y un gusto por la estética que se presupone al público femenino.

LA CLIENTA QUIERE VERSE GUAPA

"No creo que sea porque se nos imponga nada, cada una elegimos lo que queremos", dice la propia Maty, dueña del establecimiento que lleva su nombre y en el que se ofrecen "todo tipo de trajes", aunque "los 'sexys' se venden mucho mejor". En su opinión, sus clientas se inclinan más por este tipo de avío porque "piden que el disfraz les siente bien". "Nosotras pedimos estar guapas vayamos a donde vayamos y queremos un esqueleto ceñido, provocativo, y que el maquillaje favorezca aunque sea de calavera", argumenta.

Carolina Céspedes, propietaria de Barullo, tampoco cree que exista un trasfondo discriminatorio "porque al final es la mujer la que decide". "Tienen una gama muy amplia de disfraces que no son cortitos ni nada y sin embargo, eligen los otros", apunta. Este año está teniendo especial éxito en su establecimiento el disfraz de "novia cadáver" que "no es de los más provocativos", junto a "las brujas sexys y las vampiresas", que "siempre se venden mucho".

Sin embargo, el Observatorio de la Imagen de las Mujeres ha recibido quejas relacionadas con catálogos de disfraces, conforme explica a Europa Press la directora General del Instituto de la Mujer, Carmen Plaza. "En ellos se observa que se reproducen modelos de hombre y mujer diferentes y estereotipados que pueden contribuir a perpetuar patrones contrarios al principio de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres o, incluso, ciertas formas de machismo", señala.

MUJER PROFESIONAL, MUJER SEXUAL

En este sentido, Plaza llama la atención sobre el "predominio de disfraces que se dirigen a presentar a las mujeres de una forma más sexy, incluso aunque sean disfraces de figuras profesionales, como por ejemplo enfermeras o doctoras". "Comparados con los mismos para hombres, se produce un tratamiento muy distinto que redunda en la corriente general que se da en nuestra sociedad de representar a las mujeres destacando principalmente el aspecto físico", ha explicado.

Marisa Soleto, de Fundación Mujeres va un poco más allá. Afirma que "las mujeres eligen libremente aquello que creen que las pone en valor, que las va a hacer sentir aceptadas". El problema, según plantea, es que esta opción se adopta en una cultura de "hipersexualización" de la imagen femenina, que quizá no ha sido capaz de realzar aspectos de la mujer que no tengan que ver con su lado físico y sexual.

"Se impone, en términos generales, ese ofrecer determinado tipo de modelos que consideramos válidos para las mujeres; una tendencia que muchas veces limita las opciones de las mujeres a la hora de decidir, porque las inclina hacia lo que se supone que es lo mejor", ha planteado. No es, por tanto, que se esté limitando su libertad, sino sus opciones.

Laura Lozano, propietaria de Partyland, no comparte este argumento. "Hemos escuchado muchísimas veces por parte de las clientas decir 'me voy a disfrazar pero no voy a ir fea, sino guapa'. Es una mentalidad que ya está de alguna forma arraigada en la mujer española. La verdad es que puede sonar sexista, pero es lo que la sociedad de algún modo pide (...) Es parte de la sociedad en la que vivimos", ha declarado.

LAS NIÑAS, DE PRINCESA

En cuanto a los disfraces infantiles, la directora del Instituto de la Mujer ve "una prolongación de la representación que los cuentos clásicos hacen de ambos sexos", con sus héroes y sus princesas, "reproduciendo los roles más pasivos, tiernos o de cuidados para las niñas y los de acción y aventuras para las niños". "También suponen una extensión de los papeles que se asignan con los juguetes, en los que predominan el cuidado doméstico y familiar para las niñas o relacionados con la belleza", plantea.

Sobre este asunto, Céspedes, cuyos dos establecimientos en Madrid facturan en torno a 90.000 euros cada mes de octubre, descarta una sexualización y apunta a una moda. "Las niñas no tienen ese interés por estar guapas, sólo quieren lo que esté en ese momento en televisión. Este año quieren las Monster High y los niños lo que quieren es un disfraz que de miedo", sostiene.

En este sentido, tanto Soleto como Besteiro coinciden en la importancia de la educación, que no de la prohibición. El objetivo, en palabras de la primera, es "aportar una visión de las mujeres que no se refiera sólo a sus aspectos sexuales". Para la segunda, la clave está en enseñarlas "ponerse las gafas moradas", es decir, filtrar desde la perspectiva de la igualdad los comportamientos que, como este, se han arraigado culturalmente, para distinguir o no si van en su contra.

Plaza, por su parte, rompe una lanza en favor del futuro. "Van apareciendo otras opciones, más acordes con los logros alcanzados por las mujeres en nuestra sociedad y el papel que debemos ocupar en todos los ámbitos de nuestra sociedad, y en ocasiones también como semblanza de los nuevos personajes femeninos que ha ido creando el cine para menores", ha añadido.